Ni la descubrió Darwin ni venimos del mono: la evolución se entiende mal

Retrato de Charles Darwin en el Museo de Anatomía Humana de Turín (Italia).
Retrato de Charles Darwin en el Museo de Anatomía Humana de Turín (Italia).
Pharos / Wikipedia
Retrato de Charles Darwin en el Museo de Anatomía Humana de Turín (Italia).

No es raro que una idea muy extendida sea falsa, sobre todo si se ha difundido a través de Twitter. Pero sí es curioso que algo sea muy conocido y que una gran parte de la población lo haya entendido mal. Cualquier persona con una cabeza sobre los hombros ha oído hablar de la evolución biológica. Dejando de lado los sectores religiosos fundamentalistas que aún la niegan, la idea más frecuente que se tiene de ella es que la descubrió un tipo llamado Darwin, quien dijo que venimos del mono. Y aquí no solo hay dos errores, sino tres: ni Darwin descubrió la evolución, ni dijo que venimos del mono, ni venimos del mono.

La primera, en la frente: Darwin no descubrió la evolución. Los humanos de la antigüedad no eran más tontos que los actuales, y a cualquiera que se dedique al estudio de los seres vivos la idea de una evolución le acaba surgiendo de forma intuitiva. En Occidente esto ocurrió al menos desde los presocráticos, como Anaximandro, y también desde antiguo en las civilizaciones árabes y orientales. En Occidente, durante siglos la imposición de la Biblia como única forma de entender el mundo impidió el progreso del conocimiento. Pero después de la Edad Media la ciencia comenzó a cuestionar los dogmas religiosos, y al menos desde un siglo antes de Darwin varios científicos y naturalistas habían propuesto que las especies no aparecieron en el mundo tal cual las vemos, sino que eran el resultado de un proceso de evolución a partir de otras anteriores.

Así, en tiempos de Darwin la idea de la evolución ya estaba muy extendida. En la sexta edición de 1872 de su obra fundamental, El origen de las especies, escribía: “En el momento presente casi todos los naturalistas admiten la evolución de alguna manera”. Curiosamente, en la edición original de 1859 la palabra “evolución” no aparecía mencionada ni una sola vez. Solo en la última frase del libro Darwin escribía que, a partir de unas pocas formas de vida, muchas otras habían evolucionado.

Pero en tiempos de Darwin no se sabía cómo se producía la evolución ni cuál era el mecanismo que la impulsaba. Y esto fue precisamente lo que él descubrió: la selección natural como motor de la evolución. La propia naturaleza, con unos recursos limitados, impone cuáles son, entre las distintas variaciones que aparecen en una especie, los individuos mejor adaptados para sobrevivir y reproducirse, legando a sus hijos esos rasgos ventajosos y perpetuándolos.

Darwin refutó la idea de que la evolución tiene un propósito de mejora, algo que todavía muchas personas creen hoy

Y al descubrir este mecanismo en la enorme cantidad de pruebas y observaciones que aportaba, con ello también refutó ideas erróneas de la evolución que circulaban en su tiempo. Sobre todo, la de que la evolución era un camino de progreso, mejora, perfeccionamiento o mayor complejidad de las especies, que tenía una dirección y un propósito. Curiosamente hoy muchas personas siguen teniendo esta idea en la mente cuando piensan en la evolución, cuando precisamente lo que hizo Darwin fue refutarla. Para los científicos de su época escribió que no debían sorprenderse de encontrar en la naturaleza innumerables ejemplos de lo que considerarían imperfección, ya que la selección natural no buscaba ninguna perfección, sino que solo actuaba mediante la competición entre individuos mejor o peor adaptados.

Hoy la selección natural sigue reconociéndose como el principal mecanismo de la evolución, pero a él se han añadido otros adicionales que Darwin no podía ni siquiera vislumbrar con el conocimiento de su época. Darwin sentó las bases de una ciencia que ha cambiado mucho desde su teoría original.

La discusión de la evolución humana

Tampoco Darwin dijo nunca que venimos del mono. En realidad, El origen de las especies apenas mencionaba a los humanos. Darwin había recogido infinidad de pruebas y observaciones relativas a una multitud de especies porque quería encontrar cuáles son las leyes que gobiernan la naturaleza en general. Tal vez sea una exageración decir que la evolución del ser humano no le interesaba en absoluto, ya que cuando escribió El origen de las especies aún había a este respecto un gran tabú religioso en el que prefirió no complicarse, sobre todo porque en aquel entonces aún era creyente. Pero sí fue uno de los pioneros de su tiempo en comprender que el ser humano solo era una pequeña parte más de la naturaleza, regida por las mismas leyes que el resto.

La idea de que "venimos del mono" fue inventada por los enemigos de la evolución para mofarse de ella

Por todo ello, la publicación de El origen de las especies cayó en un puchero científico en el que ya había tomado forma la ascendencia común de humanos y otros primates. Pero fueron otros científicos, y no Darwin, quienes asumieron el liderazgo en esta idea, notablemente Thomas Henry Huxley. Y fueron los adversarios de estos —defensores del dogma religioso— quienes, para ridiculizarlos, convirtieron sus ideas en un “venimos del mono”, sobre todo desde un famoso debate celebrado en 1860 en la Universidad de Oxford. Así pues, la idea de que venimos del mono fue inventada por los enemigos de la evolución para mofarse de ella.

Por su parte, Darwin no saltó formalmente a la piscina de la evolución humana hasta 12 años después de El origen de las especies. En 1871 publicó The Descent of Man, traducible literalmente como La ascendencia del hombre, aunque aquí se tradujo como El origen del hombre (que no es lo mismo y resulta confuso). Con este libro Darwin pretendía encajar en su teoría de la selección natural las hipótesis que ya circulaban sobre la evolución humana y que él se limitaba a recoger. Pero su libro tampoco discutía los orígenes de los humanos, algo sobre lo cual aún apenas había evidencias fósiles, sino que estaba destinado a analizar la relación de nuestra especie con muchas otras y la huella de la evolución en las poblaciones humanas y en los sexos masculino y femenino.

En resumen, no, Darwin no dijo que venimos del mono, y esta es una idea errónea. Ninguna especie actual procede de otra especie actual. Ni tampoco los monos se quedaron parados a medio evolucionar, los pobres desgraciados. Podremos pensar que ser la única especie capaz de crear la Séptima de Beethoven o de llegar a la Luna nos hace especiales, y lo somos desde ese punto de vista. Pero biológicamente no somos más evolucionados que los chimpancés; de hecho, la expresión “más evolucionados” es preferiblemente evitable, porque se entiende mal (lo del perfeccionamiento y la complejidad dicho antes).

Humanos y chimpancés hemos seguido caminos evolutivos distintos. Ambas especies hemos evolucionado, y lo cierto es que ellos tienen más cambios adaptativos en su genoma que nosotros. Es más, estudios recientes sugieren que los mamíferos que si acaso podrían considerarse “más evolucionados”, en el sentido de más cambiados respecto al ancestro común de todos, no somos los humanos ni son los chimpancés. Sino que son los marsupiales, como los canguros.

Y si bien es cierto que compartimos antiguos ancestros comunes con los monos de hoy, también lo es que compartimos ancestros comunes, solo que más antiguos, con las vacas, las arañas, los ficus, las bacterias y el resto de los seres vivos de este planeta. Todos venimos, en primer término, de un ser que era parecido a una bacteria. Pero que se extinguió largo tiempo atrás, como tampoco existe ya el antepasado común de humanos y de nuestros primos los simios.

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