Nuestro ADN está por todas partes y dice demasiado de nosotros

Imagen de una secuencia de ADN
Imagen de una secuencia de ADN
Getty Images
Imagen de una secuencia de ADN

El año pasado contaba aquí cómo los expertos en privacidad llevan unos años advirtiendo del nuevo riesgo de los paparazzi genéticos; un vaso, una servilleta o una pajita de bebida utilizada por cualquier celebrity podría ser recogida por alguien, llevada a un laboratorio y revelar de ella lo que no está escrito, literalmente.

Alguien que parece llevar años muy concienciada de este riesgo es Madonna. Ya en 2012 se publicaba que la diva del pop se llevaba de gira a un equipo especial de limpieza para eliminar todo rastro de ADN de sus camerinos después de utilizarlos. Los medios hicieron algo de mofa de ella, pero por muchas manías que tenga y pueda permitirse, en esto estaba adelantada a su tiempo. O muy obsesionada con lo que retrataba la película de 1997 Gattaca. Aunque en realidad su empeño fuese del todo inútil, como vamos a ver, y Gattaca haya quedado hoy como una antigualla de hace un cuarto de siglo.

Conviene aclarar algo. La serie CSI y mil millones de películas sobre policías y juicios han acostumbrado al público a la idea de que las pruebas de ADN sirven para establecer una identificación o comprobar un parentesco: saber si esa persona estuvo en la escena del crimen o si guarda relación familiar con otra. Y es cierto que el ADN sirve para esto. Esta técnica se conoce como huella genética o DNA Fingerprinting, y se basa en analizar solo unas pequeñas regiones repetitivas del genoma que son muy variables de una persona a otra.

Pero ni mucho menos el ADN recogido de una persona sirve solo para esto. De hecho, utilizarlo solo para esto se debe a que es el único fin pretendido, y se supone que el único autorizado en tales casos. Pero utilizar el ADN de una persona solo para esto viene a ser como abrir El Quijote y leer únicamente la primera frase para confirmar que es El Quijote.

Avances que parecen ciencia ficción

No creo que jamás, en toda la historia de la humanidad, haya existido una rebaja de precio y de plazo de entrega tan increíblemente grandiosa como la de leer un genoma humano. El primero, completado en 2003 (a falta de una pequeña coletilla que se terminó el año pasado), costó 3.000 millones de dólares y 13 años de trabajo de cientos de científicos. Veinte años después, podemos pedir nuestro genoma completo desde unos 500 euros, que pronto serán 100, y tenerlo en días o semanas, que pronto quizá sean un “entrega mañana” como las compras de Amazon.

Hoy existe un secuenciador de ADN que puede llevarse en una mano, y se trabaja en uno del tamaño de un mechero para usar con un 'smartphone'

Gracias al impulso del Proyecto Genoma Humano, el progreso en las tecnologías de secuenciación de ADN en estos 20 años ha sido meteórico. Las últimas versiones, llamadas de tercera o cuarta generación, hacen cosas que en aquellos tiempos nos habrían parecido ciencia ficción. Y también solía ser ciencia ficción pensar en un secuenciador de ADN tan pequeño como para llevarse en una mano. Hoy existe; se llama MinION, de la empresa Oxford Nanopore Technologies. Y esta misma compañía trabaja ahora en otro aún más pequeño, el SmidgION, del tamaño de un mechero, que funcionará con un smartphone.

SmidgION, el próximo secuenciador de ADN que funcionará con un 'smartphone'.
SmidgION, el próximo secuenciador de ADN que funcionará con un 'smartphone'.
Oxford Nanopore Technologies

Las máquinas de secuenciación de ADN, cada vez más avanzadas, más pequeñas, más potentes y más baratas, pueden leer el genoma completo (a efectos prácticos) de cualquier persona. Y sí, es cierto que las proclamas de las compañías de pruebas genéticas están infladas y son escasamente científicas en cosas como los orígenes étnicos ancestrales, los rasgos de personalidad, talentos y otros. También es cierto que la interpretación a fondo del genoma es aún el gran reto pendiente. Pero a pesar de todo ello, nuestro ADN dice mucho más de nosotros de lo que nosotros mismos sabemos, y de lo que querríamos que sepan otros.

Y ocurre que nuestro ADN está por todas partes. Lo vamos dejando allí por donde pasamos. No importa cuán eficiente fuese el equipo de limpieza de Madonna, ni lo mucho que en Gattaca pasaran el cepillito y el aspirador. Es imposible eliminar todo rastro de nuestro ADN.

Una historia tan dramática como cómica, según se mire, sucedió hace ya años en Centroeuropa. En unas 40 escenas de delitos en Francia, Alemania y Austria, entre 1993 y 2009, incluyendo homicidios, asaltos a viviendas y comercios, y robos de coches o motos, se encontró ADN de una misma mujer. Durante años se la apodó el fantasma de Heilbronn, por la localidad alemana donde tuvo lugar uno de los crímenes, el asesinato de una policía. Se llegó a ofrecer una recompensa de 300.000 euros por cualquier pista que llevara a su captura. Pero con el tiempo empezó a hacerse evidente que aquello no cuadraba. Y resultó que el tal “fantasma” era una operaria de la fábrica de los bastoncillos de algodón con los que se recogían las muestras de ADN. Los bastoncillos eran estériles, pero no estaban certificados para trabajar con ADN. Y estaban contaminados.

Y eso fue con la tecnología de comienzos de siglo, muy inferior a la actual. Se supone que, en el caso de escenas de crímenes, la propia muestra biológica de la que se extrae el ADN, como pelos, células de la piel, saliva, sangre o semen, actúa como prueba. Pero en los últimos años los métodos de extracción de ADN y las tecnologías de secuenciación han progresado de tal modo que hoy es posible recoger información genética simplemente del suelo, del agua o incluso del aire. Es decir, del ambiente, motivo por el cual esto se llama ADN ambiental; en inglés, environmental DNA o eDNA.

En el aire, el agua y el suelo

Hoy los científicos utilizan el eDNA para, por ejemplo, saber qué especies viven en un ecosistema sin necesidad de encontrarlas directamente. Hace unos meses, un estudio descubría qué plantas y animales vivían hace dos millones de años en un ecosistema ártico del norte de Groenlandia gracias al eDNA recuperado de sedimentos del suelo.

Y ahora, un nuevo estudio nos muestra hasta qué punto nuestro ADN está en todas partes y puede recuperarse y leerse. Investigadores de la Universidad de Florida recogieron muestras de eDNA del aire, el agua y el suelo en distintos lugares de su centro de investigación y alrededores, incluyendo el mar, y en el entorno del curso de un río en Irlanda.

Los investigadores pudieron recuperar ADN identificable incluso de sus propias huellas en la arena

En todos los lugares han encontrado ADN humano, excepto en dos: el manantial de montaña donde nace el río irlandés, y una isla deshabitada de Florida que no está abierta al público. Pero incluso en este segundo caso, los investigadores pudieron recuperar ADN de sus propias huellas en la arena. Y todo este ADN era de tal calidad que de él podía recuperarse información genética muy relevante sobre las personas que lo habían dejado, incluyendo su identidad, en los casos en que esta era conocida. Según el director del estudio, David Duffy, “en la mayoría de los casos la calidad es casi equivalente a tomar una muestra de una persona”.

Es decir, adiós a los pelos, las células de la piel, la saliva, la sangre o el semen. Simplemente con que respiremos en un lugar estamos dejando nuestro ADN en el aire. Otra cuestión es hasta qué punto este tipo de muestras ambientales podrían llegar en algún momento a aceptarse como pruebas judiciales. Y otra otra cuestión, que los autores del estudio discuten, es cómo debe regularse el uso general de este tipo de muestras en términos de privacidad y protección de datos. Como dice Duffy, “cada vez que conseguimos un avance tecnológico, hay cosas beneficiosas que pueden hacerse con esa tecnología y cosas preocupantes que pueden hacerse con esa tecnología”.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento