Lluís Llongueras, el peluquero que hizo arte con unas tijeras y un secador

Lluís Llongueras en una imagen de 2012.
Lluís Llongueras en una imagen de 2012.
MARTA PÉREZ / EFE
Lluís Llongueras en una imagen de 2012.
El peluquero catalán Lluís Llongueras ha muerto este lunes a los 87 años, tras una larga enfermedad.
Europa Press

Lluis Llongueras fue, probablemente, uno de los inventores de la peluquería moderna. De hecho, el anuncio de su muerte hoy a los 87 años viene seguido de numerosos elogios y reconocimientos, el más acertado, que fue un pionero de lo suyo, un innovador y también un provocador. Modernizó la peluquería femenina y la hizo internacional.

De sus ocho décadas largas, la mayor parte las pasó acariciando cabezas y metiendo la tijera y el secador para crear un estilo que lo haría mundialmente conocido. De hecho, el flequillo era una de sus señas de identidad, una marca que casi todos sus peinados y creaciones llevaban incorporada.

Su garganta, que producía una voz apurada, a veces escasa de aire y muy característica, ha sido finalmente su castigo y su fin. Un cáncer de garganta ha terminado con su vida, a la que dedicó años y años atusando a amas de casa que buscaban glamour y, sobre todo, a famosos. Cada peinado era una propuesta de obra de arte. Por sus manos pasaron las cabelleras de Alain Delon, Cayetana de Alba, Romy Schneider y se dice que fue él quien inspiró el peinado de la reina Sofía.

Asesoró también a las infantas Elena y Cristina, y era habitual que Carmen Sevilla, Lola Flores, Massiel y Bianca Jagger reclamaran su atención para mejorar su cabello. 

Llongueras y una modelo.
Llongueras y una modelo.
ARCHIVO

Él mismo se convirtió en un personaje célebre que peinaba a celebridades, un tipo con pinta de pintor loco que peinaba a otro pintor estrafalario, como fue Salvador Dalí. Esa relación marcó su evolución como uno de los primeros influencers en el mundo de la peluquería y abrió una puerta que nunca cerraría: una potente cadena de establecimientos propios.

Llongueras vivió el amor y la tragedia a partes casi iguales. Se casó dos veces, la primera con Lolita Poveda, y la segunda con Jocelyn Novella. De su primera unión nacieron tres hijos, Esther, Cristina y Adam. La mediana murió a los 26 en un accidente de coche, lo que sumió a Llongueras en una infinita tristeza. Posteriormente, sus otros dos hijos emprendieron una guerra contra él, cuando él abandonó a la madre, para irse con su última mujer, aunque finalmente alcanzaron la paz.

Con la francesa Jocelyn tuvo otros tres hijos: Adrià, Antoni y Yasmín, el primero de los cuales le convirtió en abuelo, una de las grandes felicidades de los últimos años de Llongueras.

Llongueras, igual que Dalí, era amante de las provocaciones, como manifestar que si hubiera nacido en los tiempos actuales habría sido bisexual. Del mismo modo contó que sus primeros encuentros sexuales tuvieron lugar en una peluquería. Quizás algo de esto tenga que ver con que fuera el primero en abrir una sala unisex.

El niño que empezó a limpiar y hacer recados en una peluquería y a peinar a su tía Teresa sin más pretensión que pasar el rato, se convirtió en un histórico de las tijeras, un tipo popular que combinó la alta sociedad con mujeres y hombres que buscaban un toque diferente, quizás ese flequillo que inmortalizó él. O una onda perdida, o un rizo exótico y rebosante de color.

Inquietudes como el dibujo, la pintura, la fotografía y la escultura formaron parte de su universo. Precisamente, estas últimas están repartidas por colecciones de propietarios destacados como la colección particular Thyssen, la de la Duquesa de Alba, la de Esther Koplowitz o en la Fundación Gala-Salvador Dalí.  

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