OPINIÓN

¡Pum! ¡Clinc! ¡Chas! Ja, ja, ja: 'Stomp'

  • Se trata de un espectáculo en que todo suena y nadie dice nada y que te atrapa y te llena de energía. 
Una imagen del musical 'Stomp'.
Una imagen del musical 'Stomp'.
STOMP
Una imagen del musical 'Stomp'.

Hay cosas que son inherentes al ser humano, como comer, socializar, comunicarse, decir que no se ve Sálvame [pero sí] y el sentido del ritmo. Y es a ese tamborilear sobre las rodillas cuando esperas en el dentista con el pompis más apretado aún que los dientes a lo que apela Stomp.

Si nunca ha oído hablar de Stomp, es como si una banda de músicos dignos de frenopático hubieran tenido hijos con bailarines desenfrenados y sus hijos actuaran en un callejón lleno de cosas comunes que hacen ruido. Y de magia, humor y energía. 

Stomp (en Madrid hasta el 21 de mayo, en el Espacio Ibercaja Delicias) es un espectáculo que desafía todas las convenciones de la música y la danza, porque ahí el stradivarius es un cubo de basura, una papelera, un carrito de la compra o cualquier otra cosa que se pueda golpear. Hay un número con mecheros, sí, mecheros normalitos, que es de lo mejor que se ha hecho sobre un escenario.

En Stomp todos los artistas son percusionistas, bailarines y actores y hacen sonar todo con una eficiencia y precisión que le provocaría orgasmos al CEO de una empresa suiza. Es increíble lo que el ser humano es capaz de hacer con práctica y talento. Bueno, algunos seres humanos. A los normales, por comparación, nos hace parecer más patosos.

No en vano, Stomp ha recorrido más de 50 paísesdurante casi 30 años, ha estado presente en los eventos culturales más importantes del planeta, como los Oscars, los premios Emmy, e incluso la ceremonia de clausura de los Juegos Olimpicos de Londres de 2012.

Lo que hace que Stomp sea aún más digno de ver es que logra contar historias y transmitir emociones sin decir una sola palabra. Está lleno de escenas con un brillante guión en blanco. A través de sus movimientos y el lenguaje universal de la música, te llevan a un viaje lleno de humor, sorpresa y alegría.

Al humor quería ir yo a parar. Es que encima es gracioso, porque también apela al clown sencillo, a que el chulito de turno se lleve lo suyo, a esa torpeza carismática con la que todos podemos sentirnos identificados.

Sólo hay una cosa con la que hay que tener cuidado: que no se te pegue. Sales de ahí con ganas de golpear cualquier cosa que se te ponga a mano, desde la cara de tu ex (en plan caricia amable) a las sartenes de casa, pasando por el cubo de la basura. Por el bien de todos, mejor que esté ya vacío.

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