OPINIÓN

Ucrania en Yuste

onstruido a principios del siglo XV, el Monasterio de Yuste es conocido mundialmente por ser la última morada del Emperador Carlos V. Cuenta con dos claustros, uno de estilo gótico y otro renacentista, de la iglesia construida en 1508-1525. Se ubica en un entorno privilegiado que incluye itinerarios naturales y su permite descubrir el Cuarto Real, la iglesia y los Claustros.
Monasterio de Yuste (Extremadura).
Hans Geel (istock)
onstruido a principios del siglo XV, el Monasterio de Yuste es conocido mundialmente por ser la última morada del Emperador Carlos V. Cuenta con dos claustros, uno de estilo gótico y otro renacentista, de la iglesia construida en 1508-1525. Se ubica en un entorno privilegiado que incluye itinerarios naturales y su permite descubrir el Cuarto Real, la iglesia y los Claustros.

Durante el Premio Europeo Carlos V, que Felipe VI entregó ayer a Antonio Guterres en Yuste, Ucrania ha flotado como un fantasma azul y amarillo sobre todos y cada uno de los discursos: en el Día de Europa, mientras Ursula von der Leyen, ataviada también con los colores de la bandera ucraniana, que coinciden con los de la UE, se reunía con Zelenski, las piedras de Yuste resonaban con palabras de pacto y paz.

"El mundo se está desgarrando", ha dicho Antonio Guterres, y en ese monasterio en el que un rey anheló encontrar su propia calma, ante otro rey cuyo mensaje no se apartaba ni un milímetro del mantenido por el exministro portugués, la profecía ha resonado hasta desvanecerse con palabras que son, al menos, tan viejas como las piedras

Yuste se alza ante los ojos modernos como un lugar desconcertante: un monasterio en el que el más glorioso hombre de su época decidió morar casi como un eremita, calmado el corazón de todo anhelo y todo lo cerca de Dios que sus pecados le permitían; un cenobio es, quizás, el último lugar en el que se debería hablar de guerra, y quizás por eso solo se desee hablar de paz.

La civilizada sala con florecitas bicolores sobre una mesa en la que Von der Leyen y Zelenski hablan quién sabe de qué parece la sala de espera de un banco: un espacio sin más alma que sus colores, dispuesto en un momento, que recuerda que al siguiente instante todo puede saltar por los aires. 

Son, estas dos escenas, las Marta y María de la reflexión sobre la paz. O quizás las dos sean María, una escucha y una manifestación de buenos deseos, una quietud estática porque cualquier movimiento podría quebrar esa paz que se busca. ¿De qué servía la fascinada atención de María ante las palabras de Jesús? Quién sabe, pero Marta acabó interrumpiendo su quehacer constante para sentarse a sus pies y oír, sin más. Como se detuvo Carlos V, como no nos queda más remedio que hacer a nosotros.

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