Borja Terán Periodista
OPINIÓN

Por qué la coronación de Carlos III llevó al liderazgo a La 1 de TVE (y no a Telecinco)

Carlos III de Inglaterra en su coronación
Carlos III de Inglaterra en su coronación
RTVE
Carlos III de Inglaterra en su coronación

La mejor forma de mostrar la opulencia es desde la mesura. Así ha retransmitido La 1 de Televisión Española la coronación de Carlos III de Inglaterra y Camila. La cadena pública ha sacado su músculo de los servicios informativos para narrar el acontecimiento histórico dando el protagonismo sin titubear a las imágenes servidas por la BBC, enriquecidas en algún momento por planos de contextos del exterior y con los apuntes de Carlos Franganillo y Anna Bosch en el plató de Torrespaña con unas pantallas alimentadas de un elegante grafismo que creaba hogar desde la modernidad que no molesta ni despista. Esto último es importante: no hace falta recargar, cuando ya de por sí la materia prima noticiosa es una oda a la pompa litúrgica. 

La entronización es pura simbología. Simbología añeja que, en cambio, casa muy bien con el brilli-brilli del interés de la televisión de masas. La realeza entretiene con sus rituales de poder, que son anacrónicos y, a la vez, continúan favoreciendo el arte de la conversación en el resto de los mortales.  Nos distraemos comentando sus expresiones, muecas, vestidos y otras exhibiciones. Y, encima, la celebración proyecta una cultura al mundo, la británica. Porque su monarquía ha sabido convertirse en un embajador icono pop. Al menos, gracias a la estabilidad y seguridad de setenta años con Isabel II y su medida actitud estética y escénica. Carlos III lo va a tener más complicado.

Ya en su propia entronización, a pesar de tener toda la escenografía para crear una estampa única de sensibilidad, el monarca no ha logrado transmitir la emoción que humaniza. El carisma de las tradiciones lo terminan coronando las personas. Han faltado esos detalles terrenales que acercan la ostentación lejana. De hecho, la propia BBC no ha conseguido una narrativa visual tan artística como en el funeral de Isabel II. Y eso que en esta ceremonia en positivo contaba con varios momentos estelares. La coronación, el más simbólico. Aunque se vio tosco por la tele. Tampoco el plano que se vio en el Telediario del saludo de la familia real en el balcón del Palacio de Buckingham fue armónico. La cámara se tambaleaba y mostró una imagen sucia.

No obstante, el Carlos III y Camila han quedado bien retratados en su literalmente puesta de largo. Con cambios de corona, de vestuario y hasta de carroza.  Y TVE lo ha mostrado muy bien, pues de nuevo no ha caído en la trampa de rellenar cada imagen con debates de personas que no callan y, por tanto, no pueden estar atendiendo a lo que está sucediendo. Así ni se deja ver, ni se cuenta nada: sólo se repiten ideas prestablecidas. Cuando el periodismo en un acontecimiento histórico es saber descifrar lo que está sucediendo porque estás con una mirada amplia observando aquello que está sucediendo. 

Sin horror vacui e intentando aportar contextos con una mirada crítica, TVE ha logrado liderar de nuevo en un evento de calado solemne. La 1 ha cosechado un excelente 22% de cuota con 1.166.000 espectadores en la coronación, pues la audiencia acude a la pública en días históricos porque sabe que tendrá la emisión solvente y se queda si la tertulia no crea la frustración de sentir que te estás perdiendo lo relevante. Es lo que pasó en Telecinco, que se quedó con un 10% de cuota y 488.000 espectadores. Hablaban mucho, pero no decían demasiado. Tenían que ser complementarios a La 1, pero a la vez su propuesta denotaba cierto pavor a que el espectador se aburriera con la liturgia en sí. Error, pues en una coronación la audiencia quiere poder seguir sin obstáculos todas las florituras del rito y no a famosos recurrentes interrumpiendo para soltar lugares comunes que impiden seguir el relato bien que, también, va siendo interpretado por distintas corales de la Commonwealth, entre ellas el coro infantil de Westminster School, y que no se pudieron escuchar bien por Telecinco. Una coronación nunca se puede cortar con el mismo patrón de un reality, aunque tenga mucho de show: son otros tempos, hay frivolidad pero, sobre todo, hay que captar la profundidad que nos enfrenta a causas y consecuencias de la sociedad actual. Incluso de las monarquías de hoy.

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