Diego Carcedo Periodista
OPINIÓN

La guerra de cada día

Equipos de rescate retiran los escombros de un edificio residencial en Uman, centro de Ucrania, atacado por misiles rusos.
Equipos de rescate retiran los escombros de un edificio residencial en Uman, centro de Ucrania, atacado por misiles rusos.
AP
Equipos de rescate retiran los escombros de un edificio residencial en Uman, centro de Ucrania, atacado por misiles rusos.

Todos los días tenemos noticias variadas de la guerra entre Rusia y Ucrania, pero ninguna que permita albergar la esperanza de que se alberguen previsiones de su final. Nadie aventura que haya propuestas y negociaciones de paz que prosperen. Por el contrario, las dos partes se muestran dispuestas a incrementar sus iniciativas y estrategias para progresar en sus intentos por conquistas nuevos territorios, unos, o recuperar los perdidos, otros.

Aunque documentos e informes secretos aseguran que la heroica batalla que están enfrentando los ucranianos, militares y, no olvidarlo, también civiles -que son los que están aportando más muertos al conflicto- está perdiendo entusiasmo en su capacidad de resistencia, la realidad es que las fuerzas armadas se preparan para la campaña de verano, cuyo comienzo se fija en función de la meteorología y la entrada en acción de los blindados Leopard.

También es cierto que la euforia de ayuda de algunos países de la OTAN empieza a decaer. Será decisiva ante esta actitud la cumbre de la Alianza prevista para julio en Vilna. Los ucranianos han logrado en los últimos días algunos avances en los territorios ocupados por los rusos, pero los rusos han respondido con una nueva oleada de bombardeos y drones sobre la población civil que ya han dejado oficialmente decenas de víctimas.

Los políticos rusos, siempre tutelados por el Kremlin, se enorgullecen de que las sanciones decretadas contra la economía apenas han tenido repercusiones en la economía ni, por supuesto, han influido en la actitud patriótica de la mayor parte de la población. El cierre de los mercados europeos al petróleo ruso lo han compensado con la ampliación a los asiáticos, se entiende que preferentemente a China, que no condenó la agresión, pero la sigue respaldando de manera discreta.

Ingeniosos anuncios en la televisión y carteles en las calles de Moscú y otras grandes ciudades llaman al patriotismo del pueblo ruso. Y Putin ha anticipado dos decretos tan polémicos como insólitos: los habitantes de las regiones ocupadas se convierten en ciudadanos rusos, lo deseen o lo rechacen, y se concede nacionalidad rusa a todos los extranjeros que se incorporen voluntarios como soldados de las fuerzas armadas.

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