- Los hombres han olvidado esta verdad -dijo el zorro-, pero tú no debes olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Tú eres responsable de tu rosa… -Yo soy responsable de mi rosa… -repitió el principito a fin de recordarlo..  

Este mes de abril hemos celebrado el 80 aniversario de este clásico universal que nos abre mil puertas a la reflexión. Una que yo siempre he extraído es, precisamente, la necesidad de ser responsables. Con los nuestros, con los demás, con nosotros mismos. 

Hay mil causas de las que responsabilizarnos, adjudicadas o elegidas, y una es la de los gatos de la calle. Habitantes invisibles de nuestras ciudades, expuestos a numerosos peligros, también el hambre. Ese hambre que muchas personas con buena voluntad quieren solventar. Pero, como todo, conviene encarar esta solidaria tarea con conocimientos y ayuda, que los cuidados de otros que dependen de nosotros, una vez se asumen, no entienden de calendarios.

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Hay normas, hay formas y hay ayudas (aunque sean claramente insuficientes). No puede haber solo buena voluntad. Por el bien de los animales, por la salud mental de los voluntarios que encaran la tarea, por la buena convivencia vecinal y por minimizar la problemática existente, toca formarse y ser realistas. La profesionalización es una de las grandes tareas pendientes de buena parte de los actores implicados en la protección animal, también en la gestión de colonias felinas.

Y no se puede ser una isla. Para el ser humano es complicado ser grupo unido, remando en una misma dirección, aunque se compartan objetivos comunes. Es difícil pero obligado. Una única persona poco va a poder hacer, salvo agotarse. La unión hace la fuerza, viejo y sobado mantra que no deja de ser cierto.

Somos responsables de aquello que hemos domesticado. Responsabilicémonos, sí, pero con cabeza además de con corazón. 

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