Miguel Ángel Aguilar Cronista parlamentario
OPINIÓN

La afrenta de Corpes y la de Ferrovial

Pedro Sánchez, en Roma
Pedro Sánchez, en Roma
EFE
Pedro Sánchez, en Roma

Impasible el ademán, Rafael del Pino presidió la Junta General Ordinaria de Accionistas de Ferrovial, convocada ayer a las 12.30 horas en el Auditorio ONCE del complejo Duques de Pastrana, donde se adoptó el acuerdo de trasladar la matriz de la sociedad a Holanda. Lo hizo rehuyendo la polémica, sin énfasis alguno, sin incidir en réplicas ni desquites, sin permitirse alusiones a la bronca desencadenada por el Gobierno, habiéndose asegurado por adelantado el control y la neutralización de los adversarios. 

Enfrente, se diría que estos días atrás el presidente, Pedro Sánchez, hubiera gritado ¡a mí la Legión! y que todos, imbuidos del espíritu de unión y socorro que establece el cuarto punto del Credo Legionario de Millán Astray, se habrían sentido obligados a acudir en su defensa, «sea donde sea, y con razón o sin ella». 

El espíritu de la Legión, único y sin igual, se define como de ciega y feroz acometividad, siempre en busca de acortar la distancia con el enemigo y de llegar a la bayoneta. Es decir, muy adecuado para galvanizar a las fuerzas de choque y, por completo, indeseable como norma de conducta de quienes tienen encomendadas tareas tan delicadas como las de la gobernación del país. 

Queda a la vista, cuando va a cumplirse el cuarto y último año de la legislatura, que en Moncloa se ha generado un intenso campo magnético que anula cualquier reacción crítica y solo genera actitudes de docilidad y sumisa adhesión anticipatoria a cuanto se barrunte que pudiera emanar del presidente. Así, en un ambiente de postrimerías, quienes acampan en el complejo de la Moncloa o merodean en su entorno miden su poder en términos de proximidad o de afecto. Es decir, en Unidades de Cariño Sanchista (UCS). 

Por eso, cada jornada es una nueva competición donde cada uno pugna por acortar distancia, es decir, por ganar en proximidad y ser destinatario de mayor afecto presidencial medido en UCS. Solo así se explican los errores en los que ha incurrido el presidente Sánchez en su respuesta fuera de tono al anuncio de Ferrovial de trasladar su sede a Holanda.

El caso es que la sobreactuación del Gobierno ha venido a corroborar lo que trataba de desmentir. Porque, en vez de una conversación calmada y técnica, se ha preferido adoptar el lenguaje de las amenazas, del honor ofendido, en línea con la afrenta de Corpes infligida por los infantes de Carrión a las hijas del Cid. 

La salida en tromba de los miembros del Gobierno y de los secretarios de Estado, al fin unidos en una causa común contra un empresario antipatriota al que vilipendiar, ha brindado un penoso espectáculo que, si alguien hubiera calculado de provecho electoral, pronto podrá medir la magnitud de su error evaluando sus efectos contraproducentes en las urnas del 28 de mayo, y seis meses después, en diciembre, cuando se cuenten las papeletas de las generales. 

Por eso sorprende el desamparo de Pedro Sánchez, sin nadie en su cercanía con la lealtad suficiente para haberle ponderado la importancia de acertar en la elección de los enemigos y de aclararle que ni Rafael del Pino ni antes Ana Botín o Ignacio Sánchez Galán daban el tipo para serlo.

En todo caso, obsérvese que ha cambiado el aire, de modo que los aciertos de Pedro Sánchez se minimizan y sus errores se magnifican. Los sanchistas están a la defensiva en la barra de los bares, mientras los críticos del primer gobierno de coalición de la democracia, «que a nadie quiere dejar atrás y que se deja la piel en favor de la clase media trabajadora», se van envalentonando por días. 

Eso sí, cunden en el ala podemita del Consejo de Ministros y entre los alistados en el bloque de investidura las disensiones intestinas, y los dábanse por desinflamados vuelven al paso exaltado de la discordia enarbolando las cuestiones más peligrosas, como el referéndum de independencia de Cataluña, en el momento más desfavorable, cuando puede ser más dañino, en vísperas de las urnas autonómicas y municipales. Veremos.

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