Reportaje

La difícil tarea de borrar el "¡ta-ta-ta-tá!" que martillea la mente de los soldados ucranianos en rehabilitación

Vadym trata de olvidar lo vivido en Bajmut
Vadym trata de olvidar lo vivido en Bajmut
Olha Kosova
Vadym trata de olvidar lo vivido en Bajmut

- Déjame intentar explicártelo... ¿a qué te recuerda este sonido?

Estamos fumando en el patio, justo en medio de una escena que podría ser el equivalente ucraniano para un anuncio de "La primavera ya llegó". A pesar del cielo nublado, parece que el invierno ya ha cedido posiciones. Sobre todo aquí, justo en medio del bosque, donde se respira la primavera en el aire y se la oye en el alegre canto de los pájaros. 

La paz y la tranquilidad de este lugar a veces se interrumpen por el arrastre de la escoba de un conserje. Dos caballos están paseando tranquilamente por el sendero que lleva al centro de rehabilitación. Aquí, esa escena tan rara parece muy bien integrada en el paisaje. Me esfuerzo un poco para escuchar el sonido al que se refiere mi interlocutor. En el fondo, se oye el taladro de un habitante de estos bosques, un pájaro carpintero común. Mi cerebro encuentra rápidamente una analogía, y empiezo a entender a qué me recuerda este “ta-ta-ta-ta-ta”.

- El sonido de un fusil automático, respondo yo.

- Exactamente. Escucho estos “disparos”... y vuelvo mentalmente a Bajmut, comenta el soldado.

Vadym tiene 27 años, le apodan Kinolog y lleva ya dos semanas en un centro de rehabilitación adonde acudió desde el frente de Bajmut. Mientras conversamos se gira hacia la entrada del edificio: en esta postura da la sensación de que le estoy distrayendo de algún asunto muy importante, como si estuviera a punto de interrumpir la conversación en cualquier momento y volver al edificio. Vadym admite que no le importa charlar pero “los espacios abiertos” es uno de sus triggers.

“Un oído absoluto” y reflejos adquiridos son la base de la supervivencia en una zona de combate. Los soldados aprenden a moverse de un refugio a otro, a tumbarse al menor silbido, a estar constantemente en tensión y concentración, preparados para un ataque repentino... Pero estas mismas habilidades son las que les impiden salir de una guerra que ahora se libra para ellos a cientos de kilómetros de distancia. Mientras un civil apenas lograría percibir el trabajo de este pájaro carpintero, el cerebro del soldado da una señal para repeler un ataque.

Vadym saca otro cigarrillo y explica que ahora sólo puede permanecer en el exterior una o dos horas. Para él, el terreno abierto significa peligro y le crea una sensación de ansiedad. Si se queda un poco más de lo que debería, antes de darse cuenta ya está mentalmente de nuevo allí, en medio de las estepas de la región de Donetsk. En sus flashbacks está corriendo y las balas pasan zumbando. Está de nuevo a un paso, quizá medio paso, de la muerte. Y no es algún momento en concreto, toda su experiencia “allí” [en Bajmut] fue dura. "Cada día y cada minuto allí te das cuenta de lo real que es la muerte", dice Vadym, y añade que a veces se pregunta a sí mismo cómo consiguió sobrevivir.

Por eso ahora sale solo de vez en cuando a fumar.

Tatiana
Tatiana Vasylivna, subdirectora del centro que ayuda a los militares
Olha Kosova

Entre otros motivos está en el centro porque, en la jerga de los soldados, ya no "aguantaba", se le notaba el cansancio psicológico. La adrenalina en las venas hacía que no notara ni el frío de las noches en las trincheras, ni el cansancio del cuerpo. “Poco a poco me doy cuenta de que las constantes contusiones y golpes en la cabeza no fueron en vano. Sólo en las películas se corre mientras los proyectiles explotan a tu alrededor. Es muy bonito pero es imposible correr así en Bajmut. La onda explosiva te clava en la pared, no puedes correr”, sonríe Vadym.

Sólo en las películas se corre mientras los proyectiles explotan a tu alrededor. Muy bonito... pero es imposible correr así en Bajmut

El uso de términos psicológicos como triggers y flashback, la historia sobre los antidepresivos, la serena autorreflexión y una clara descripción de las emociones delatan inmediatamente el trabajo de un profesional de la psicoterapia. En el transcurso de la conversación, descubrimos que no sólo son los sonidos de los habitantes del bosque los que le traen recuerdos, sino también el relajante vídeo de la chimenea. La imagen idílica creada por las gafas de Realidad Virtual, utilizadas en el centro, no tuvo el efecto deseado. "Estoy mirando ese fuego y tengo otro episodio de flashback. En una de las casas en la que nos escondíamos había una estufa. De repente, la realidad virtual desaparece y vuelvo al frente del este", cuenta Vadym.

Lisova Polyana, el centro donde se recuperan los soldados ucranianos.
Lisova Polyana, el centro donde se recuperan los soldados ucranianos.
Olha Kosova

En aquel frente, perdió a su mejor amigo a causa de una mina. El primer día, en enero, cuando llegó a Bajmut, vio morir a muchos compañeros y también en aquel frente vio al enemigo de cerca, a unos cuantos metros. "Los rusos todavía tienen ventaja en artillería. Los nuestros disparan con precisión, tienen que ahorrar proyectiles. Vemos que los rusos se nos acercan y pedimos apoyo de artillería. Nos dicen que los números del enemigo son insuficientes... Tenemos que buscar una solución rápida, dejar que se acerquen, a distancia de tiro", continúa Vadym.

Límite, 28 días

Para Vadym, tanto como para muchos, permanecer en Lisova Polyana [el nombre del centro], no puede considerarse una transición completa a una vida civil y pacífica. El periodo de estancia en Lisova Polyana son 28 días, después de este periodo los militares regresan al frente. “En realidad soy guardia fronterizo en la región de Lugansk [parcialmente ocupada por Rusia], y me entrenaron para trabajar con perros. Así que espero volver al desminado. No a Bajmut”, me comenta Vadym y se disculpa por la necesidad de volver al edificio.

Lisova Polyana, el centro donde se recuperan los soldados ucranianos.
Lisova Polyana, el centro donde se recuperan los soldados ucranianos.
Olha Kosova

Lisova Polyana parece un sanatorio por dentro, con ajedrez, billar en el salón, un sala de deporte, una sala de conciertos recién restaurada y una pequeña tienda. La guerra se recuerda aquí por las murallas y los dibujos de los niños pegados a la pared. Tatiana Vasylivna, subdirectora del centro, lleva años trabajando con los militares para ayudarles a procesar las experiencias más duras como la pérdida de los compañeros, de partes del cuerpo y el agotamiento moral en el frente.

Hay muchas experiencias de este tipo. Este año, no solo entre los militares. Parece que este año Ucrania entera quedó traumatizada. A la gente que estuvo bajo la ocupación le cuesta confiar en otras personas por los delatores que antes consideraban que eran “los suyos”. A los que sobrevivieron a torturas o violencia sexual hay que enseñarles que la gente no es del todo cruel, que queda gente buena en este mundo. Y deben aprender a construir nuevas relaciones con su propio cuerpo.

A lo mejor es el efecto profesional de Tatiana, pero tras la charla en su gabinete queda una sensación de esperanza que de la guerra se puede volver, por lo menos mentalmente. Ella enseña a los trabajadores en el centro cómo hay que ayudar a los militares y explica que alguna empresas, cuyos cuyos empleados se fueron al frente, le piden consejos sobre cómo integrarlos cuando regresan. "Debemos ayudarles a volver a la vida civil, porque allí hay gente altamente cualificada que ha adquirido nuevas habilidades también. La guerra también enseña: a trabajar en equipo, por ejemplo. Valorar a la gente de otra forma, allí no hay clases sociales… Tengo la esperanza de que todo ese amor por su patria y por su gente, esa motivación luego se convierta en el trabajo de restauración del país", comenta Tatiana. Ella ya lo veía en los veteranos de los años 2014-2018.

Tengo la esperanza de que todo ese amor a su patria y a su gente, esa motivación, luego se convierta en el trabajo de restauración del país

Al terminar las entrevistas, paso por la tienda del centro para comprar un pirog con patatas. Me quedo un poco pensativa sin poder elegir lo que quiero. De repente, oigo la voz tranquila de una mujer de unos 60 años que está allí de vendedora: “Cielo, no te preocupes, tú sin prisa. Yo lo sé, mi niña. Lo entiendo todo”. En ese momento recuerdo las palabras de Vadym: “uno de los síntomas de mi post-trauma fue la imposibilidad de elegir en la tienda, me quedé parado allí unos minutos. No sabía qué hacía allí”. Y también acordé que este día decidí llevar el regaló de una médica militar - su chaqueta de color verde oscuro y su parché. La mujer se equivocó. Pero sus palabras tuvieron su efecto. Unas dos frases que lo cambiaron todo. Algún día cuando la guerra se acaba, cuando esos soldados regresan es muy importante que se encuentren a alguien que les diga: “No te preocupes, cielo. Lo entiendo.”

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