Mariano Gistaín Periodista y escritor
OPINIÓN

Ana Obregón ya no está sola

Ana Obregón en una gala benéfica.
Ana Obregón en una gala benéfica.
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Ana Obregón en una gala benéfica.

Todo ha mejorado tanto que tenemos que recurrir al cambio climático para sujetar la euforia y mantener algo de tensión, que es factor de supervivencia. La euforia y la alegría disparan la alerta roja en el cerebro reptiliano: la evolución previene contra el éxito, que ablanda y amodorra, etc.

El éxito es peligroso. De ahí que en sociedades avanzadas primitivas, como USA, se elogie el fracaso (sobre todo el de los demás). USA se ha dormido en los laureles y ahora le llega su San Martín en forma de China. Pero USA aun mantiene alto el principio disruptor de la especie: el negocio es lo primero y lo único. Trump fue un rebote atávico del propio sistema en peligro, rebote del gato muerto, Trump fue un sarpullido orgánico del paleocerebro, que avisa a lo bestia.

Al fin tenemos casi todo lo superfluo: solo falta lo básico en algunas partes. Lo básico, en tantos países, es comer, tener agua potable, que no te maten hoy y el móvil con conexión (no en ese orden). El modelo USA, desde los 80 y por la ley del péndulo, beneficia a los billonarios & empresas. En los primeros mundos, que son bastantes y han aumentado, lo superfluo es lo básico ahora: filtros de belleza, cirugía plástica, pensión vitalicia para ricos, cargos hereditarios por méritos familiares, poder comprar hijos, retoques genéticos, longevidad e inmortalidad.

Alquilar el vientre de una mujer para que geste a un hijo y lo venda es legal en algunos estados de USA y en muchos países de otros mundos. La seguridad jurídica y la calidad asistencial suben el precio. En España, subrogar la maternidad está prohibido pero se admite la filiación del bebé ajeno si el país donde se hace el negocio gestatorio es USA y algún otro.

Y con eso llegamos a España en pre Semana Santa, cuando repunta la fe. La fe en España es estacional y coincide justo antes de hacer la declaración de Hacienda. Y llegamos a Ana Obregón, portada universal con su hija comprada en Miami a una madre de alquiler. Ana Obregón, portada del HOLA!, proclama que ya no está sola. Hay tema. El kitch nos domina cuando asoma el buen tiempo y se pone cuerpo de verbena. España sabe que Ana es famosa, que perdió a su hijo de veinte años; aunque no estés en ese supermundo revisteril lo sabes, y también sabes que Ana dio las campanadas fin de año en RTVE desbancando a Igartiburu, que se fue con Ibai. Cultura básica hispana. Si no lo sabes, lo sabes. Si no te interesa, lo sabes. Si lo has olvidado lo sabes. Y que Ana inauguraba la temporada estival con un tradicional posado playero. Lo sabes por ósmosis ya que no se habla de otra cosa. Y por eso Ana tampoco está sola, tiene a su hija subrogada y un país entero. Hay cosas de relleno: el languideciente Solo sí es sí, la cumbre de países latinoamericanos, Francia en llamas, Ucrania, China…

Bendita Anita, nos trae un temazo en plena prediáspora, cuando repunta la intermitente fe. Un tema que combina el drama humano, el lujo, el negocio, el cotilleo (tan necesario), ¡la bioética!

Nos olvidamos de los bancos quebrados y resucitados en un finde, de las bolsas, del Deustche Bank, de Suiza. Nos olvidamos de la guerra fría y las calientes, de las pensiones, de Francia. De los árbitros. Hasta nos olvidamos de la corrupción tradicional, la básica de siempre. La inflación, la normal y la subyacente. Este respiro epistemológico se lo debemos a Ana Obregón y su No estoy sola., que bien merece un perreo extra de Rosalía. Hay canción. El pacto entre la influencer y su público cautivo –cautivado por la bioética– es de ida y vuelta: ella no esta sola porque nos tiene a todos a su alrededor, y el público, el país entero, está acompañado por sí mismo, unánime en el asunto. Hemos sido subrogados.

Hay que reconocer el esfuerzo de la monarquía por reintegrarse en la España popular: fotos inauditas del rey con el presidente en mangas de camisa en la cumbre de Santo Domingo; los reyes tocando el cajón en Cádiz en torno a la lengua que nos une; la infanta dispuesta a entrar en la Academia Militar en Zaragoza. Pero nada tan intenso como Ana Obregón en el HOLA! Lo tiene todo. Tras desinflarse la polémica por el acento en el adverbio “sólo” el país había quedado in albis, sin temas transversales propios, nativos. Así que la irrupción de la nueva madre subrogante o subrogadora ha devuelto la energía.

En efecto, Ana no está sola. No sólo porque tiene una niña, sino porque todo el país habla de ellas. De ellas y de la madre subrogada USA, de los precios, de las tarifas de la exclusiva, ¡de bioética! ¿Cuánto hacía que no hablábamos de bioética? Desde todos los puntos de vista posibles el asunto Obregón, subrogante o subrogadora, nos hace pensar y disfrutar. 

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