El incendio en las calles de Francia continúa: "El talante de Macron es gasolina para el movimiento social"

Una imagen de las protestas en París.
Una imagen de las protestas en París.
EFE
Una imagen de las protestas en París.

Uno de los acontecimientos más importantes de la Historia fue la toma de la Bastilla en 1789. Con ella cambió Francia y cambió el mundo. Ahora, salvando las distancias y con el paso de los siglos, el compromiso galo ante las decisiones antipopulares se mantiene en pie. La reforma de las pensiones lanzada por Emmanuel Macron ha desatado unas protestas que van a más con el paso de los días y en las que la cifra de detenidos supera ya los 500. Las principales ciudades han vivido manifestaciones muy intensas, con cargas policiales y elementos urbanos incendiados. Los sindicatos ya avisan al Gobierno: no van a parar. ¿Y entonces?

Los eslóganes contra el presidente son los más repetidos en las manifestaciones, que acaban en muchos casos con actos vandálicos y altercados con la policía, pese a los constantes llamamientos de los dirigentes sindicales a evitar este tipo de acciones que amenazan con enturbiar su reivindicación. Este jueves, París volvió a estar bajo el foco, tanto por la amplitud de la manifestación, (800.000 personas según los sindicatos, 119.000 según Interior, en ambos casos récord) como por las imágenes de los altercados con la policía.

A diferencia de otras ocasiones, los violentos actuaron antes incluso de la llegada de la cabecera oficial de la manifestación sindical, que ajena a los disturbios discurrió con normalidad, pero por un trayecto jalonado de las cenizas de pequeños incendios, escaparates resquebrajados y mobiliario urbano derruido y con la humareda de los gases lacrimógenos utilizados por la policía todavía en el ambiente. 

Javier Carbonell, profesor asociado en SciencePo y fellow de Future Policy Lab, explica a 20minutos que hay algo más detrás de las protestas, no solo el asunto de las pensiones, aunque este "ya de por sí sea muy movilizador", como se ha visto también en otros países. "Toda la política de Macron se ve como una pérdida de derechos sociales" y eso lleva a la gente a salir a la calle. La decisión tomada por el Gobierno no es algo aislado, sino que, según Carbonell, "marca una tendencia". 

Por otro lado, "hay claramente un elemento en contra de la mercantilización del trabajo, y sobre esto hay una concepción mucho mayor en Francia que en otros países", prosigue el profesor, que conectaría aquí la reforma de las pensiones "con cosas como la jornada de cuatro horas, la gran resignación, el aumento de la precariedad o la lucha por el tiempo libre". El objetivo es, sentencia, "una mejora de las condiciones de trabajo" y no se trata de algo exclusivo de la sociedad francesa.

Carbonell, además, ve otro elemento fundamental. "Francia tiene un sistema político muy poco sensible a la opinión pública y muy poco sensible a los vaivenes de la opinión pública", sostiene. Así, el diálogo político en el país "depende mucho de la movilización de la calle y hay muy poca intermediación entre el presidente y la ciudadanía". Por diseño institucional Francia está "acostumbrada" a contextos como el actual. "Macron es un ejemplo concreto de esta lógica", concluye el analista, y esto crea "una desconexión muy grande de los franceses con la política y por eso se explica en parte el auge de la extrema derecha".

¿Y las marchas se mantendrán? Carbonell cree que "en los próximos días seguro que seguirán porque tienen un momentum muy claro y la noción de pulso es muy clara" frente a las decisiones del Ejecutivo. "Además cuentan con todo el apoyo de la opinión pública". En ese escenario, Macron ya ha pasado la reforma y si puede tendrá que aguantar el tipo. "Es muy probable que vayamos a ver un refuerzo de los sistemas policiales y se pueda llegar a un nivel de conflictividad social como el que se vio con los chalecos amarillos", termina el profesor.

Los choques son constantes y el ministro del Interior, Gérald Darmain, aseguró que le preocupa la "radicalización" observada en ciertos grupos, ya que si bien la amplia mayoría de los manifestantes protestaron de manera pacífica contra las reformas, las autoridades han estimado que entre 1.000 y 1.500 individuos han protagonizado incidentes en París. Darmanin también ha dado cuenta de un recuento "difícil", el de policías y gendarmes heridos, que asciende a 441. Sin embargo, también ha prometido que se sancionará cualquier tipo de exceso que hayan podido cometer de manera "individual" los agentes y ha anunciado que ya hay abiertas once investigaciones a este respecto.

Por su parte, Aldo Rubert, investigador doctoral y profesor de sociología política en la Universidad de Laussane, añade que las protestas "van a más" y el escenario "se parece bastante al de los chalecos amarillos". Las calles "se han convertido en la vitrina de este enfado", continúa el analista, coincidiendo con Carbonell. Rubert da importancia también "a la inflación" porque "nadie se cree el mensaje de Macron" al respecto. "Tenemos la fase material pero hay además una parte simbólica del Ejecutivo en términos de arrogancia", concluye.

"El talante de Macron, que no sé muy bien cómo lo siguen asesorando tan mal, es gasolina para el movimiento social", sostiene Rubert, que ve ahí la clave de que las manifestaciones se centren mucho en la figura del presidente galo. "Ha tenido muchos momentos en los que ha derrapado", añade sobre el papel que está teniendo el inquilino del Elíseo. "Eso solo hace que reforzar la movilización, pese a que en el Gobierno se sorprendan de que el movimiento no se haya detenido". Y no lo hará. Al menos a corto plazo.

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