Un elegante edificio de estilo racionalista Bauhaus, sito en la calle Fortuny del distrito de Chamberí, construido por el arquitecto Carlos Arniches en 1932, supuso la culminación de una de las instituciones más relevantes para el avance intelectual de la mujer en España. Se trató de la Residencia de Señoritas, primer centro de educación superior específicamente destinado a las jóvenes españolas.

En realidad, este proyecto pionero había nacido años antes, en 1915, cuando las alumnas de enseñanza superior vivían dispersas en Madrid, ocupando habitaciones en varios hoteles de la calle Fortuny. La demanda creciente llevó a la necesidad de agrupar a todas las jóvenes en un solo edificio, que es el que hoy se denomina Pabellón Arniches.

Fundación Ortega-Marañón

Desde el primer momento, una mujer extraordinaria se puso al frente de este empeño pionero que supuso, quizás, el mayor paso adelante en la situación educativa de este país: María de Maeztu. Una diplomada en magisterio nacida en Vitoria, discípula de Miguel de Unamuno u Ortega y Gasset, cuya audacia y determinación parecieron venirle heredadas de sus cosmopolitas ancestros: una madre británica de exquisita cultura y un padre cubano propietario de haciendas.

Fundación Ortega-Marañón

Para conmemorar este punto de inflexión en nuestra Educación, la Fundación Ortega-Marañón ha abierto al público una exposición titulada Motor de Igualdad, donde se exploran las características de la Residencia de Señoritas, su innovador concepto de formación, la seriedad de sus planteamientos y decenas de detalles del día a día de esta institución. Precisamente es en el edificio proyectado por Arniches, que habilitó cuarenta dormitorios perfectamente equipados para las estudiantes, donde se encuentra abierto al público este homenaje en forma de ameno recorrido. Conviene en este punto recordar el espíritu de Virginia Woolf, que siempre defendió la necesidad de que las mujeres contaran con un espacio reservado para su desarrollo. Una habitación propia. Aquí se les proporcionó.

Noemí Cueto es la encargada de guiar los pasos de los visitantes por las secciones de la muestra. Podemos ver fotografías, el mobiliario original de la época, los anuncios de becas en el extranjero que se ofrecían a las más brillantes estudiantes, los apuntes de cuentas para confeccionar el menú de cada día o los recuerdos de las competiciones deportivas en que participaban las chicas. De este modo, comprendemos que aquel ilusionante proyecto constituyó un oasis de estudio abnegado y sociabilidad que, a diferencia de la famosa Residencia de Estudiantes, comportaba un compromiso de aprovechamiento por parte de las alumnas. Aquí, el jovencito Luis Buñuel, que en aquella época no dio un palo al agua, habría sido devuelto a casa sin miramientos.

Jorge París

María de Maeztu era consciente de que no todas las muchachas que se hospedaban en la Residencia contaban con el permiso familiar preceptivo para asistir a clase en la Facultad. Es por ello que estableció aulas en las que dictaban lecciones profesores de la talla de José Ortega y Gasset, Gregorio Marañón o José Bergamín. Una vez certificado que habían recibido el número de horas estipulado, las alumnas eran autorizadas por el Ministerio a presentarse por libre a los exámenes universitarios. 

No contenta con ello, Maeztu gestionó, con sus contactos en ‘colleges’ estadounidenses, la apertura en 1920 del primer laboratorio destinado a mujeres. A pesar de que la mayoría de ellas cursaban carreras científicas como Química, Farmacia, Medicina o Física, hasta los años cincuenta no fueron aceptadas en ese ámbito. El laboratorio fue dotado con material puntero proveniente de Norteamérica y constituyó todo un orgullo, junto a la nutrida biblioteca, donde se recibía a diario prensa de toda Europa.

Cedida

Tomar agua caliente infusionada con unas diminutos hojas oscuras debía parecer una excentricidad en aquella época, pero María de Maeztu, habituada a los usos anglosajones, impuso la costumbre de tomar el té a las cinco y media de la tarde. No sólo era el momento de hacer un receso en la jornada de estudio, sino que además fomentaba las habilidades sociales. Con el tiempo, las reuniones  alrededor de la tetera adquirieron notoriedad y en ella podían participar amigos y familiares, siempre y cuando contaran con el beneplácito de la directora, que debía autorizar la intromisión. 

La consideración de estas tertulias vespertinas llegó a llamar la atención de personalidades que aparecen en la documentación como invitados para asistir a las mismas. El listado es apabullante y puede verse en la exposición: Concha Espina, Pérez de Ayala, Rafael Alberti, Gómez de la Serna, Americo Castro, Federico García Lorca, Eugenio D'Ors, etc. Hasta el mismísimo presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora, se acercó a la Residencia y aparece en una foto tomando el té con cara de pasmo, rodeado de las estudiantes. "Cuando Marie Curie visitó Madrid para dar unas conferencias, pidió hospedarse en la Residencia de Señoritas",  como recuerda Noemí Cueto, antes de finalizar nuestro recorrido por la exposición.

Jorge París

Lucía Sala Silveira, Directora General de la Fundación Ortega-Marañón, nos espera en la Biblioteca, donde se atesora la valiosa colección personal de José Ortega y Gasset. Buena parte de los libros vienen dedicados por los autores con quienes mantenía contacto epistolar. La directora está acometiendo una reorganización de la entidad. "La intención es abrirse a la ciudadanía e integrar la Fundación Ortega-Marañón en el circuito cultural de Madrid. Es un legado de todos los españoles. El reto es ofrecer una visibilidad que hasta el momento no habíamos alcanzado. Estábamos un poco cerrados. Para ello hemos organizado toda la actividad en dos áreas: Cultura y Educación".

Desde 1978, momento en que nació la Fundación Ortega y Gasset, esta casa ha fomentado el entendimiento y el encuentro bajo un espíritu de apertura social y política, dejando al margen lo que nos separa y buscando siempre el interés común. Lucía es licenciada en Biología y representa, en cierto modo, ese nexo entre Ciencia y Pensamiento que está en el germen de la Fundación Ortega-Marañón, creada en 2010, así como en las personalidades que le dan nombre. A Gregorio Marañón le debemos una abultada bibliografía, no sólo de asuntos médicos, sino de ensayos históricos y de Pensamiento, marcados por sus convicciones liberales; por su parte, José Ortega y Gasset ya alertaba en sus primeros artículos publicados en El Imparcial, de la importancia que para el resurgir de España tendría cimentar una sólida base científica. Ambos estaban dotados de mente abierta y un anhelo por el conocimiento que traspasaba sus respectivas disciplinas.

Jorge París

Lucía Sala recuerda la importancia de las mujeres que formaron parte de aquella Residencia de Señoritas, así como de su creadora. "Teníamos el deber histórico de poner en valor a aquellas mujeres. Si ellas en el año veinte no nos hubieran abierto el camino, ninguna de nosotras habríamos llegado donde estamos ahora. Estas chicas habían recorrido media España para estudiar aquí, con un entusiasmo que les hacía comerse el mundo". 

Museo Gustavo de Maeztu

Antes de despedirnos, Lucía quiere destacar una vez más la labor de María de Maeztu. "Una mujer que, desde la nada, puso en pie un proyecto de innovación pedagógica, rompedor, progresista, origen del feminismo en nuestro país. La historia le debe algo a esta mujer que acabó exiliada en Buenos Aires, con el corazón roto, incapaz de asumir que aquel proyecto se había venido abajo por la Guerra Civil y jamás pudo reconstruirse. Por eso le hemos puesto su nombre al salón de Actos de la Fundación. Una forma de reconocer ese liderazgo y esa visión que rompió muchos moldes. El acceso a la educación es el primer motor de igualdad en una sociedad".