Borja Terán Periodista
OPINIÓN

Las tres virtudes que ha demostrado Ruth Lorenzo como presentadora de 'Cover Night'

Ruth Lorenzo en Cover Night
Ruth Lorenzo en Cover Night
RTVE
Ruth Lorenzo en Cover Night

Cover Night es el nuevo concurso musical de TVE. El formato repite los cánones habituales del manido género del talent show con jurado. Esta vez, compuesto por la experimentación en estas lides de Mónica Naranjo, el icónico y ahora controvertido Miguel Bosé, la reputación de Juan Magán y la ilusión de Chanel. De hecho, la fuerza del programa se va construyendo astutamente con el primer plano de las expresivas caras de los cantantes jueces. Destaca Chanel, que no para de bailar con la comunicación no verbal de su rostro. No necesita decir nada para dinamizar el espectáculo. Aunque, especialmente, la gran revelación del programa es Ruth Lorenzo en su papel de presentadora.

Ruth Lorenzo es una cantante curtida en platós de televisión. Su larga trayectoria en cazatalentos le ha hecho entender que en la tele no basta con cantar, sobre todo hay que interpretar las canciones teniendo bien claro dónde están las cámaras que te conectan con el espectador. Esta capacidad la ha adaptado con destreza a su función como maestra de ceremonias. Da igual que no lea con perfección el autocue. Ha evitado quedarse atada a la rigidez de un guion y lo ha hecho suyo, acomodándolo a su temperamento desde una naturalidad muy atrayente, que encima reúne tres virtudes que diferencian a un buen presentador de uno regulero.

Uno. La emoción por encima de la disertación

Ruth Lorenzo ha empezado el programa directa al grano: ha incorporando experiencias de su vida. No se ha regodeado en rollos de dinámica del espectáculo, directamente ha salido a compartir recuerdos personales que son vínculos de admiración con los complementarios cantantes del jurado. En vez de quedarse en la frase hecha de autobombo, esa proclama de la que el espectador ya está inmune desde hace tiempo, Lorenzo y el guion del programa ha ido raudo a aportar. Aportar la anécdota que despierta a la audiencia porque tiene sustancia, tiene vida.  "Lo que he bailado yo contigo en bragas los sábados por la mañana", ha dicho a Bosé. Te descubre curiosidades nuevas en una tele en la que creemos que hemos visto ya todo. Así, desde el minuto uno, el programa tiene contenido: da a conocer al público recuerdos simpáticos de la propia presentadora que permiten identificarse con ella y hacen al programa más cercano. El mejor presentador es el que no sólo quiere explicar la liturgia, sobre todo se arremanga. Es generoso a la hora de abrirse, compartir y jugar. Lo que le dejen.

Dos. Escuchar

Ruth Lorenzo debe seguir un guion bien atado, pero no lo replica como un robot. ¿Cómo lo consigue? No repite como un papagayo y escucha a su entorno. Escucha a todos. A jurado, a concursantes y al espectador. E integra ciertas peculiaridades sutiles de sus sensaciones en la grabación desde una espontaneidad que estaba por descubrir. Tarea difícil desde un programa con una mecánica calculada férreamente y editada, visual y sonoramente, de forma muy picadita para evitar la distracción de la audiencia. De hecho, tanto ritmo puede terminar fagocitando la función del presentador. No es el caso de Cover Night. Ruth Lorenzo baja a la tierra este desfile de cantantes que, en realidad, está narrado a través de las miradas de unos jueces sentados en unos elevados sillones acolchados que podrían desubicar al personal.

Tres. Empatía

Ruth Lorenzo ha concursado en varios programas de estas características. De X Factor a MasterChef, cada uno en su estilo...  Inevitablemente entiende las inseguridades de los concursantes. Aunque, además, este programa ha llegado a la cantante en un momento en el que no está trascendente (no fue así en otras épocas). Justo un valor que demandan hoy los nuevos talents shows:  la evolución de una presentadora que supera y deja atrás sobreactuaciones e intensidades. La audiencia está cansada del picadillo de la tele-realidad que antepone la cizaña de la tensión al disfrute folclórico. Ruth Lorenzo da buen rollo. Hasta cuando huele a mal rollo, es transparente. Y eso, al fin y al cabo, es la tele: claridad por encima de posturas e imposturas. 

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