Javier Yanes Periodista, escritor, biólogo y doctor en Bioquímica y Biología Molecular
OPINIÓN

Sí, hay un consenso científico sobre las personas trans

  • La ciencia actual establece que el concepto binario clásico hombre/mujer "enmascara una realidad más complicada".
  • Las apelaciones a la ciencia o la biología para negar la transexualidad se acogen a ciencia antigua, hoy refutada.
Bandera trans en la manifestación de Madrid.
Bandera trans en una manifestación en Madrid.
EFE
Bandera trans en la manifestación de Madrid.

No voy a negarles que cansa un poco tener que volver una y otra vez sobre lo mismo cuando no hay nada esencialmente nuevo que añadir, sino solo repetir lo ya dicho. Imagino que es por esto que los músicos acaban cansados de tocar siempre ese mismo tema que el público espera. Y que es por ello que, para mitigar esa rutina, acaban introduciendo variaciones que, en realidad y salvo excepciones raras y míticas —véase el solo de guitarra de Sultans of Swing en Alchemy—, estropean la canción más que otra cosa, porque la gente ha pagado por escucharla tal y como suena en el disco.

Pero en estos días se ha aprobado la llamada "ley trans", y una vez más vemos cómo ha comenzado a disparar la artillería, desde la ligera, la del “la ciencia no dice nada sobre esto ni tiene nada que decir, es algo político”, hasta la pesada, la del “la ciencia dice que solo existen machotes XY y hembrotas XX”, teniendo ambas en común las típicas apelaciones al “sentido común”, una expresión en un antiguo dialecto persa que se pronuncia “lo que yo pienso”.

No pasa nada. A pesar de haberme repetido en lo esencial aquí, aquí, aquí, aquí, aquí, aquí y aquí, habrá que repetirlo muchas más veces. Tardará años y años en calar. El consenso científico sobre el cambio climático ha tardado décadas, pero puede decirse que finalmente ha calado. Probablemente está ahora cerca de su nivel máximo posible de aceptación, porque fuera de él ya solo quedan los más ultras, entre los que por desgracia se encuentran dirigentes políticos, pero a los que es imposible convencer con ciencia porque no creen en ella (en la de verdad).

Así que, repitamos. Sí, hubo un tiempo en que la ciencia desconocía (no sabía) e ignoraba (daba la espalda) al hecho de que ciertas personas dijeran sentirse atraídas por otras de su mismo sexo, o dijeran no identificarse con los genitales que les habían tocado, o manifestaran otro tipo de situaciones que agrupamos dentro de las minorías sexuales, aquellas que caen en las partes finas de la campana de Gauss.

Por aquella época, organismos como la Organización Mundial de la Salud y textos médicos de referencia mundial como el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM) de la Asociación Psiquiátrica Estadounidense consideraban muchas de estas condiciones como trastornos o defectos mentales, que trataban de atribuirse a traumas en la infancia o carencias graves en la educación. O a modas. O a tonterías de las que, como solía decirse y aún dicen algunos, se curan con un buen bofetón.

Variabilidad normal

Pero como ya hemos dicho aquí, la ciencia no existe para mejorar el mundo, sino para conocerlo. Y al hacerlo, a veces nos complica la vida (se la complica, claro, a quienes no quieren que el mundo sea como es). Después de décadas de investigación, la ciencia actual establece que en torno al sexo existen tres grupos de fenotipos biológicamente condicionados: el fenotipo sexual (caracteres sexuales primarios), la sexualidad (orientación sexual) y la identidad de género (autopercepción). Todo sea dicho, los psicólogos llegan a diferenciar hasta cinco, separando la sexualidad en atracción física y atracción emocional, y añadiendo a la identidad de género la expresión de género, que puede ser diferente (por ejemplo, una persona no binaria puede encontrarse más a gusto vistiendo como hombre o como mujer).

El sexo, la orientación sexual y la identidad de género están controlados por mútiples factores variables

Todos ellos parten en su origen primario de la dotación de cromosomas sexuales (XY o XX), pero desde este primer paso hasta el último, la expresión del fenotipo, el camino es inmensamente largo y complejo, y está regulado por múltiples factores genéticos, epigenéticos, bioquímicos y hormonales que pueden condicionar el resultado y que solo se conocen parcialmente. Aunque existe una dirección mayoritaria de estos procesos, todas las situaciones que no la siguen y que dan como resultado distintas gradaciones en los fenotipos forman parte de la variabilidad minoritaria humana que se considera normal.

En cuanto a los factores bioquímicos y hormonales, creo que la idea se capta fácilmente, pero conviene destacar que no solo se debe a los del propio individuo, sino también a los maternos, el ambiente bioquímico y hormonal en el útero durante la gestación. Los epigenéticos se refieren a ciertos mecanismos de regulación de los genes que modifican químicamente el ADN sin alterar su secuencia, y que pueden transmitirse de padres a hijos. Por ejemplo, muchos de ellos dependen de la dieta o de la exposición a factores medioambientales.

Pero merece la pena un comentario sobre los factores genéticos. En primer lugar, no solo existen variaciones minoritarias con consecuencias fenotípicas evidentes en la dotación clásica XY o XX, sino también otras no evidentes; uno de cada 500 hombres tiene un cromosoma sexual de más, X o Y, sin saberlo. Pero además, la gran mayoría de los genes determinantes de los fenotipos sexuales que están controlados por los cromosomas sexuales no residen en estos, sino en los autosómicos, los 22 pares restantes.

Ejemplos: el gen PTHrP, implicado en el desarrollo mamario, está situado en el cromosoma 12. El gen SRY del cromosoma masculino Y, clave en el desarrollo hacia genitales masculinos o femeninos, controla tres regiones reguladoras del gen SOX9 en el cromosoma 17. Cuando estas regiones aparecen de más, se dispara la formación de testículos incluso si la persona es cromosómicamente XX; cuando son deficitarias, se forman ovarios aunque la persona sea XY. Variaciones de este tipo a lo largo y ancho del genoma, que determinan variaciones individuales, son habituales entre las variantes genéticas que se heredan de padres a hijos o que aparecen espontáneamente al formarse el genoma de un nuevo individuo a partir de las células germinales de sus padres. Y determinan esos extremos de la campana de Gauss; por ejemplo, una persona de piel oscura con los ojos claros allí donde este fenotipo es raro.

De factores como estos y otros que ya se conocen, y de otros muchos que se irán descubriendo, depende el resultado fenotípico final en cuestión de sexo, sexualidad e identidad de género. Y ellos determinan que, por ejemplo, en el cerebro de las mujeres transexuales se hayan encontrado estructuras típicas del cerebro femenino (unas cuantas referencias en la web de Harvard). Y es importante destacar esto: la ciencia actual ha abandonado el concepto clásico del cerebro masculino/femenino porque se considera que existe un gradiente continuo, y algunas variaciones en los distintos rasgos de este gradiente son precisamente algunas de las que se detectan en las personas trans.

Falsa ciencia para justificar la transfobia

En resumen, y para quien no quiera ciencia, ahí van doscientas tazas: doscientas páginas de consenso científico de las Academias Nacionales de Ciencias, Ingeniería y Medicina de EEUU. Como no es una lectura precisamente ligera, la esencia de este consenso puede resumirse en esta frase: “Este concepto binario simple [se refiere a hombre/mujer] enmascara una realidad más complicada en la que una constelación de caracteres sexuales pueden no corresponder todos al mismo sexo; y la identidad de género de un individuo puede no ser la misma que su sexo y puede quedar fuera del binario hombre/mujer”.

Así que, sí, hay un consenso científico. Desconocerlo (no saber) o ignorarlo (dar la espalda) no va a hacer que desaparezca. Todo lo contrario, terminará conociéndose y aceptándose, pero llevará mucho tiempo. Hasta entonces seguiremos leyendo y escuchando a ignorantes o desconocedores utilizar lo que ellos llaman o creen que es la ciencia o la biología para negar la ciencia y la biología. Lo resumía bien un artículo publicado en Scientific American: “Dejen de usar falsa ciencia para justificar la transfobia”; quienes dicen apelar a la ciencia para negar la transexualidad son quienes en 1859 se acogían a la ciencia anterior a Darwin y Wallace para negar la evolución, quienes en 1912 se acogían a la ciencia anterior a Wegener para negar la deriva continental, o quienes hace muy poco se acogían a la ciencia anterior a los años 80 para negar el cambio climático. En el caso que nos ocupa, ciencia de nivel EGB de 1973.

Y sí, todavía hay quienes dicen que el creacionismo debe enseñarse como una alternativa a la evolución, quienes niegan el origen natural de los terremotos y quienes niegan el cambio climático. Como quienes creen que la Tierra es plana. No se trata de lo que nos guste o no; puestos a elegir, quizá es más poético pensar en una Tierra plana que descansa sobre las grupas de cuatro elefantes subidos a su vez en el caparazón de una tortuga gigante. Pero no es real. Y la realidad no tiene ideología; ideología es negar la realidad.

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