Juan Luis Saldaña Periodista y escritor
OPINIÓN

Hiperpadres

Hiperpadres con manzana y uva.
Hiperpadres con manzana y uva. Óleo sobre lienzo.
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Hiperpadres con manzana y uva.

Obedecieron a sus padres y ahora obedecen a sus hijos. Querían mejorar la educación que recibieron, traer un cambio y una nueva forma de hacer las cosas. Sus padres les siguen mandando con discreción y mano izquierda, aunque ellos tratan de disimularlo. Sus hijos les mandan directamente y ellos no entienden qué está pasando, cómo han llegado a esta situación, por qué son tan blandos y por qué dependen para todo de la voluntad de sus hijos.

Como a ellos nadie les preguntó nada, preguntan todo a sus hijos desde el primer momento. ¿Te importa si te pongo el termómetro? ¿Quieres visitar al abuelo? ¿Te apetece ir al parque? ¿Te quieres tomar la medicina? Creen que hacen un gran favor a sus hijos al dejarles elegir, pero les hacen una gran faena porque los hijos no están preparados para tomar decisiones, les supera, está fuera de su capacidad y de su competencia y, además, necesitan un límite y que alguien se lo marque.

Los hiperpadres desdoblan su personalidad y repiten infantil y primaria, vuelven al deporte base y a la revisión médica.

No pueden soportar la autoridad que sufrieron de niños y tratan de evitar el ordeno y mando con todas sus fuerzas, como un oculto mantra generacional. Por eso, trabajan en casa más de la cuenta y no dedican esfuerzo a enseñar a sus hijos a ayudar y tampoco les piden nada. Lo hacen todo ellos, mientras los niños, con su tablet en la mano, la tele encendida y un móvil en camino, los miran de reojo ir y venir como pequeños reyes medievales que soportan con calma el trasiego del bufón y de la servidumbre.

Los hiperpadres son dogmáticos y tienen muy bien aprendida la lección teóricaSi te descuidas, te la sueltan rápido. Cuentan la vida de sus hijos en las redes sociales.  En algunos aspectos sí que son intransigentes. Algunos hiperpadres creen que la educación es la alimentación y persiguen a sus hijos por los parques con trozos de sandía pinchados en tenedores como si ahí estuviera todo lo que deben transmitirles. Pero la educación no es una lucha contra el azúcar, es, entre otras cosas, una lucha contra uno mismo.

En el colegio, en el pediatra y en las extraescolares los hiperpadres desdoblan su personalidad y repiten infantil y primaria, vuelven al deporte base y a la revisión médica. El agotamiento mental y físico es su destino y, por desgracia, la ingratitud de sus hijos que terminan hartos de tanta usurpación, tanto jaleo y de una colección de ideas tan confusas. Los hiperpadres no se han enterado de la gran misión que tienen en la vida: quitarse de en medio con la mayor elegancia posible. 

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