Borja Terán Periodista
OPINIÓN

'Viajando con chester', desmontando a Risto Mejide

Máximo Huerta, en 'Viajando con Chester'.
Máximo Huerta, en 'Viajando con Chester'.
20minutos | MEDIASET
Máximo Huerta, en 'Viajando con Chester'.

El chester de Risto Mejide ha vuelto a viajar. Ya no se customiza cada semana a tono con cada invitado, como en sus orígenes cuando el sofá tenía síndrome de camaleón. Los tapizados a medida son muy caros, pero el programa de conversación ha regresado a su esencia. La tele que intenta no confundir ritmo con estrés. Y ahí está el interés del espacio: se centra en lo relevante. Una charla. Y ya está. Una charla que no hay que interrumpir cada tres minutos con el espumillón de una aparición estelar que, al final, sólo sirve para despistar al entrevistado. 

Viajando con Chester logra buenas entrevistas porque se toma su tiempo para crear atmósfera de cercanía y que el protagonista pueda explayarse sin aturdimientos por las prisas habituales de la tele. En la productora del espacio, La Fábrica de la tele, suelen entender con ingenio que un buen programa necesita el aire suficiente para crear la relajación de la complicidad. Sucede también en Sálvame, aunque los prejuicios impiden ver, a menudo, sus virtudes. Que las tiene, o no hubiera sobrevivido más de una década en la feroz batalla televisiva.

La intimidad del Chester está en las antípodas de Sálvame. Incluso el programa rompe con el propio estereotipo de Risto Mejide hasta convencer a personalidades que no suelen dar entrevistas a sentarse con él en un lugar que también habla de ellos mismos. Y lo hacen gratis. Porque este espacio se ha ganado cierta reputación gracias a la combinación del elegante glamour retro de un chester y la fuerza de una charla en donde el propio Mejide queda desmontado.

De hecho, viendo el excelente rendimiento del chester uno se percata qué mal ha envejecido la televisión de las fanfarrias, los politonos y la prisa. El espectador necesita conocer más a las personas que aparecen en la pantalla. Es más, agradece verles sin impostación. Para alcanzar tal atmósfera, cuidar la línea estética del programa es tan importante como abrir las orejas al matiz que define la sensibilidad de quien está hablando. Sin embargo y paradójicamente, a veces en la televisión de hoy parece que nadie escucha. Incluso que no importa lo que la gente diga. Aunque estén debatiendo todo el rato. No es el caso de Viajando con Chester. No es el caso de Risto Mejide, experto en la tele más resonante y, en cambio, aquí como buen publicista demuestra tener bien claro que más valioso que predicar es saber escuchar.

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