Borja Terán Periodista
OPINIÓN

El enemigo del Benidorm Fest

Blanca Paloma, una de las favoritas de la segunda semifinal del Benidorm Fest.
Blanca Paloma, una de las favoritas de la segunda semifinal del Benidorm Fest.
RTVE
Blanca Paloma, una de las favoritas de la segunda semifinal del Benidorm Fest.

Cuanto peor, mejor. Algunos crecieron creyéndose proclamas de aquel reality show que siempre incidía en que "si alguien se expone a un programa de televisión debe aguantar lo que le echen". Una coartada nociva, que sólo pretendía justificar las tácticas poco éticas con las que se azuzaba el dolor como excusa para la audiencia rápida. Y no, nadie debe aguantar toxicidades. 

Lo malo es que esa excusa se ha ido interiorizando como normal. Más aún en tiempos de redes sociales, donde parece que todo es criticable, donde parece que hay que tener opinión de todo. Pero la crítica no sirve de nada sin argumentos. Y lo que es fatal, la crítica se confunde a menudo con mofa, destrucción o insulto. Pero eso no crítica, es crispación.

El Benidorm Fest se vive con tanta intensidad que es lógico que existan debates y discrepancias sobre el desarrollo de la competición, la resolución de las actuaciones, el nivel de los participantes y las votaciones de los jurados. Sucede en cualquier competición que se vive apasionadamente. El espíritu crítico es fundamental para prosperar. El problema es cuando es murmuración de odio que señala, estigmatiza, cizañea y enfrenta por un puñado de likes.

Blanca Paloma, Vicco, Karmento y José Otero, el segundo cuarteto de artistas que llega a la final. (RTVE)

Este año, concursantes como Agoney o Twin Melody, entre otros, han denunciado ese escarnio público que se disfraza de crítica. Y se intenta capitalizar por algunos como si fuera parte del éxito del show. Error, crear dolor jamás es parte del espectáculo. De hecho, es uno de los grandes enemigos del renombre del Benidorm Fest. Porque va corriéndose la voz de que participar en este festival supone padecer linchamientos y, entonces, grandes artistas de trayectoria encarrillada huyen de su implicación con el concurso porque no quieren enfrentarse a una exposición perversa.

Como consecuencia, el Benidorm Fest va perdiendo esa diversidad de talentos que propicia el estimulante intercambio generacional de experiencias entre la ilusión del recién llegado y el impulso de la estrella  consolidada. Y, en la industria, a la vez, se propaga el run run del prejuicio sobre que el propio festival es una fiesta de intensidades en donde si tienes una larga reputación hay más que perder que ganar. Tampoco ayuda el boca-oreja de que los ensayos no concilian horarios y la realización y sonido te puede dejar vendido en directo. Otro factor que hay que cuidar, pues si el artista presiente que la televisión no va a engrandecer su propuesta también sentirá que estará más abocado al ataque hate. La pescadilla que se muerde la cola.

Agoney, Alice Wonder, Fusa Nocta y Megara ya se han hecho con un pase a la gran final del Benidorm Fest. (RTVE)

Mimar a los artistas y protegerlos del conflicto viral es crucial para cortar la expansión de la falsa imagen de que Benidorm Fest es una cosa para vehementes del brilli-brilli. Nada que ver, la segunda semifinal lo ha evidenciado con talentosas actuaciones con el sello auténtico de artistas como Blanca Paloma (en la imagen de arriba), Alfred, Vicco o Karmento. Ahí está el éxito del buen fenómeno festivalero: un punto de encuentro con la música que confía en sí misma, que no se disfraza de lo que no es y que, al final, nos une frente a la pantalla al ser capaz de despertar emociones que no vimos venir.

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