Borja Terán Periodista
OPINIÓN

El fallo del Benidorm Fest 2023: lo que todavía no ha aprendido del Festival di Sanremo

Megara es una de las primeras finalistas del Benidorm Fest 2023
Megara es una de las primeras finalistas del Benidorm Fest 2023
RTVE
Megara es una de las primeras finalistas del Benidorm Fest 2023

El Benidorm Fest aún mantiene el síndrome de gala de preselección eurovisiva. El guion se centra en exceso en tópicos de eurovisión y sus eurodramas cuando en la segunda edición, la de la consolidación, debería centrarse en la fuerza del propio festival. Dejar de mirar el Lalala y el truco de magia de Soraya en Rusia para otorgar entidad por sí misma a la cita en la ciudad con el mayor skyline de España.

La propia Benidorm intenta capitalizar la promoción que supone protagonizar tres prime time en Televisión Española. La ciudad del cemento y el neón siente que vuelve a estar de moda. Incluso ha creado un particular paseo de la fama en el que ya está una réplica del trofeo-micrófono de Chanel. Así dota de más identidad a un acontecimiento que reúne durante una semana a músicos y fans.

Televisión Española también intenta potenciar la percepción de evento único del Benidorm Fest. Es su actual gran reclamo. Sin embargo, recordar tanto que es una previa eurovisiva merma el magnetismo. No basta con insistir durante toda la programación con la fiesta del Befest y crear multitud de especiales diferentes que, en realidad, todos repiten los mismos clichés. Lo importante es crear un relato más allá de la elección de la candidatura para Eurovisión. Y centrarse en el show sin dar tanto rodeo que sólo invita a la saturación que desgasta.

En este sentido, si por ejemplo queremos un programa homólogo a la tradición de Sanremo, aunque más a nuestro estilo, se debe dibujar mejor la ensoñación del glamour de la televisión clásica, que tan bien ejercen los italianos engalanando hasta la parte trasera del escenario. Aquí, en cambio, las conexiones previas a los camerinos que se ven como contenedores de obra desmontan en sólo una imagen la aureola de la fantasía televisiva. Si no te ríes con inteligencia de ello, mejor centrarse en una alfombra roja y en un set recreando una bambalina bonita para esconder el feo aparcamiento de un polideportivo.

También es importante incidir en la diversidad artística y contar con una apertura que la remarque, favoreciendo la atmósfera de programa insólito, estimulante y especial. En la primera semifinal del Benidorm Fest hubo un previo que parecía más un salón de programa de corazón de tele local que una previa de ceremonia estelar, donde entrevistar a invitados deseosos de ver la gala y protagonistas nerviosos. Esto lo hacen muy bien los norteamericanos en sus grandes noches de premios.

Y faltó un buen número musical de arranque. Con su apoteósica presentación de candidatos a ojos de una audiencia que no es eurofan y desconoce quién son. De nuevo, el problema de centrarse en el estereotipo eurovisivo en vez de potenciar aquello que nos incluye a todos. Faltó una grandilocuente apertura festiva y se optó por una reinterpretación de Diva de Dana Internacional por Mónica Naranjo. Otra vez más, un tópico eurovisivo manido en vez de potenciar la marca del BenidormFest con una versión musical de aquello que trajo a este festival hasta aquí.

Ahí debe indagar el Benidorm Fest: en potenciar su firma y no insistir tanto que esto es una previa eurofestivaleta. Debe ser festival con nombre y prestigio propio. De ahí que haya bajado en audiencias la primera semifinal en comparativa con la anterior edición, a pesar de venir de toda la aureola positiva del pasado año. Había más medios, pero también había menos diversidad artística, menos canciones con mensaje y más eurocomplaciencia.  El Benidorm Fest nació para ser algo más que una preselección de tópicos eurovisivos. Necesita el prestigio de festival mediterráneo moderno, que ejerza un efecto llamada en artistas que están comprometidos con su tiempo y no sólo aquellos que necesitan promocionarse replicando lo que creen que Eurovisión (y los eurofans) espera de ellos. Así subirá la curva de audiencia, así no volveremos a Eurocanción 2001.

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