OPINIÓN

Toda la verdad sobre el asunto Shakira-Piqué

La cantante colombiana Shakira y el futbolista del FC Barcelona, Gerard Piqué, en una imagen de archivo.
La cantante colombiana Shakira y el futbolista del FC Barcelona, Gerard Piqué, en una imagen de archivo.
GTRES
La cantante colombiana Shakira y el futbolista del FC Barcelona, Gerard Piqué, en una imagen de archivo.

Llegamos tarde al asunto Shakira-Piqué, pero de eso se trata, de dar la clave cuando el mundo da por cerrado el caso. Voy con mi teoría, atentos, por favor, que tiene premio. Pongamos que Piqué no le hubiera sido infiel a la cantante colombiana, sino todo lo contrario, que ambos sigan formando el matrimonio mejor avenido que nadie haya conocido jamás, el más feliz y dicharachero, el más alegre, inteligente y juguetón. Estoy hablando, sí, de que el matrimonio ha fabricado un maravilloso y descomunal montaje. Siguiendo esta línea especulativa, se me ocurre que una noche plácida del año pasado la pareja se aburre. Shakira y Piqué están en su mansión de Esplugues de Llobregat y tantos metros cuadrados se les hacen grandes, muy grandes; para colmo, cuando se asoman a los ventanales, la noche estrellada, lejos de aliviar su agobio, lo incrementa. Esa noche ominosa, él ya no quiere seguir jugando a la play y ella está cansada de cantar. Pueden oír el silencio del universo como un zumbido de oídos, aterrador, opresivo, que reverbera en la inmensa, oscura bóveda celeste y penetra las estancias y cuartos de baño de la casa.

“Cariño, por favor, reúnete conmigo en el salón del ala norte”, le dice Piqué a Shakira con el iPhone, o viceversa. “Vale, estoy ahí en media hora”. Llegan ambos a la cita en sus patinetes eléctricos y los mayordomos les sirven un batido de plátano con dátiles, a él, y un zumo de pomelo con miel, a ella (o viceversa).

Juntos, elaboran un plan para escapar de la molicie vital. Harán como que se divorcian para lograr en el proceso patrocinios de marcas de coches y de relojes, involucrarán a youtubers y presentadores de televisión y agitarán las redes sociales y la prensa rosa, verde, roja, amarilla y azul, exprimiendo en el proceso todo su potencial personal y profesional: las canciones, el fútbol, la imagen pública... “A mi madre le va a encantar”, dice Piqué, emocionado. Se abrazan eufóricos; contactan por zoom con la progenitora de Piqué, con quien Shakira se queda hablando hasta bien entrada la madrugada, durante más de tres horas.

El plan empieza esa misma mañana. Casualmente, Shakira guarda en un cajón una canción rara, que no sabe cómo clasificar en su repertorio, que nunca ha hecho pública precisamente por eso. La canción tiene una estrofa enigmática incluso para su creadora (quizás la compuso en una noche loca): “Tiene nombre de persona buena, claramente no es como suena”. El adverbio “claramente”, tan anodino a priori, resulta de pronto un hallazgo feliz y sitúa a la pareja en el siguiente escalón del plan.

En un sótano del Ensanche barcelonés, la productora Kosmos Global Holding SL realiza pruebas de fotogenia a un sinnúmero de Claras que no saben muy bien a lo que van. Las candidatas piensan que se trata de protagonizar un programa de telerrealidad con vampiros, en el que su nombre ahuyenta a los enemigos, pero no: están ahí para participar en el mejor montaje de la historia, superior a La guerra de los mundos de Orson Welles. Les hacen ponerse un casio y conducir un twingo frente a la cámara y solo hay una Clara que supera ambas pruebas con soltura y desparpajo. Shakira, detrás del cristal opaco, la contrata complacida. Envían a la elegida a Nueva York para que mejore sus habilidades dramáticas en una escuela de interpretación muy cara y prestigiosa, donde la bella y joven mujer se sumerge en el método Stanivslaski. Entretanto, las marcas comerciales beneficiarias del montaje preparan a sus ejecutivos y vendedores para cuando ocurra el acontecimiento. Primero hay que alimentar a la prensa con rumores sobre desavenencias maritales; luego anunciar la ruptura de la pareja y fingir el enfado de Shakira; entonces publicar una primera canción alusiva al conflicto: “Te felicito”. Luego una segunda, algo peor: “Monotonía”. Y finalmente la tercera, genial, explícita pese a su peculiar título, Music Sessions #53, en la que el público atará cabos y en la que se involucra hasta la suegra (que se divierte muchísimo con la letra).

Y nosotros, el ingenuo público, nos creemos la historia con la misma alegría con la que el sultán se dejaba seducir por Sherezade. Incluso hay feministas bien intencionadas que llaman señoros a los varones que se atreven a expresar una opinión desfavorable o desdeñosa sobre la última canción de la colombiana. Las redes arden. La polémica bulle. Pero señoros y feministas, feministas y señoros, comparten sin saberlo que son víctimas de un mismo engaño, de una colosal, maravillosa manipulación mediática.

El negocio del matrimonio más amoroso y mejor avenido del mundo sigue viento en popa. Y el universo ha dejado de oprimirlos, al menos por un tiempo.

Supongo que habrá lectores que rechacen mi teoría, los mismos individuos suspicaces que tampoco confían en que la Federación Española de Fútbol haya elegido Arabia Saudí como sede de la Supercopa para contribuir a su apertura política y a su democratización. ¡Allá ellos! A quienes sí crean en lo que digo les invito a un crucero para conocer el confín de la Tierra plana. Contacten conmigo vía Mastodon, por favor. 

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