El cielo se queda sin estrellas: la luz artificial que impide verlas se duplica en 10 años

Esta fotografía de Londres vista desde el espacio muestra luces azules y blancas que representan la iluminación LED de la ciudad.
Esta fotografía de Londres vista desde el espacio muestra luces azules y blancas que representan la iluminación LED de la ciudad.
ESA
Esta fotografía de Londres vista desde el espacio muestra luces azules y blancas que representan la iluminación LED de la ciudad.

"Que se quede el infinito sin estrellas", entonaban allá por 1964 Los Panchos, a quienes solo interesaban el negro de los ojos y el canela de la piel de la destinataria de su canción. Casi seis décadas después, los astros siguen ahí, poblando el universo, pero cada vez es más difícil contemplarlos a causa del incremento de luz artificial por las noches, mucho mayor de lo imaginado. 

Así lo demuestra un macroestudio sobre contaminación lumínica publicado este jueves en la revista Science, que recoge las observaciones realizadas por ciudadanos de todo el mundo en los últimos 12 años, entre 2011 y 2022. El brillo del cielo ha aumentado un 9,6% de promedio anual, mucho más que lo medido por los satélites.

Para ponerlo en perspectiva, el estudio explica que, la contaminación lumínica es tal que un niño nacido en una zona donde se veían 250 estrellas probablemente vería menos de 100 en el mismo lugar 18 años después.

Desde hace años, en muchos lugares habitados de la Tierra, el cielo nocturno no llega a oscurecerse del todo porque, en su lugar, un crepúsculo artificial causado por la dispersión de luz antropogénica en la atmósfera lo impide. Este tipo de contaminación lumínica, denominada skyglow, no solo impide ver las estrellas, sino que también tiene un preocupante impacto ambiental.

Sin embargo, resulta difícil calcular con exactitud cómo y cuánto ha crecido la luz artificial, principalmente, porque los satélites no detectan las emisiones azules de las luces LED que en los últimos años se han impuesto en todo tipo de iluminación, especialmente en el alumbrado público.

Además, los satélites son sensibles a la luz que se dirige hacia el cielo, pero tampoco captan las luces que se emiten horizontalmente, como los anuncios y la iluminación en las fachadas, que son las que contribuyen más al skyglow.

"Una red global de sensores"

Para saber hasta qué punto la contaminación lumínica está impidiendo la visión de las estrellas, Christopher Kyba, del Centro Alemán de Investigación en Geociencias (GFZ) y la Ruhr-Universität Bochum, junto a científicos del centro de investigación para la astronomía óptica NOIRlab (EE UU) analizaron 51.351 observaciones hechas por ciudadanos entre 2011 y 2022.

En un gran ejemplo de ciencia ciudadana, Kyba y su equipo pidieron a voluntarios de todo el mundo que participaran en el proyecto 'Globe at Night', en el que debían comparar mapas estelares del cielo nocturno con lo que la contaminación lumínica les permitía ver en realidad. "Unidas, las contribuciones de todas estas personas funcionaron como una red global de sensores", subraya.

La iniciativa obtuvo datos de 19.262 localidades de todo el mundo, incluidas 3.699 localidades en Europa y 9.488 localidades en Norteamérica. Según los resultados, el brillo del cielo nocturno provocado por la luz artificial ha crecido entre un 7 y un 10% al año (lo que equivale al doble de luz en aproximadamente una década). Esta cifra contrasta con las mediciones de los satélites, que arrojan un 2%.

"Debe aumentar mucho la concienciación"

Este "resplandor celeste", apuntan los autores, tiene graves efectos no solo para la observación de estrellas, sino también para el medioambiente, dado que muchos procesos fisiológicos de los seres vivos están determinados por ciclos diarios y estacionales y, por tanto, influidos por la luz.

"El skyglow afecta tanto a los animales diurnos como a los nocturnos y, además, destruye una parte importante de nuestro patrimonio cultural", a la vez que tiene "efectos negativos para la observación de las estrellas y la astronomía", advierte Constance Walker, coautora del estudio y jefa del proyecto Globe al Night del NOIRlab.

En una Perspectiva relacionada, Fabio Falchi, del Instituto de Ciencia y Tecnología de la Contaminación Lumínica (ISTIL), y Salvador Bará, profesor de Óptica en la Universidad española de Santiago de Compostela, opinan que el mensaje más importante que la comunidad científica debería extraer del estudio es que "la contaminación lumínica está aumentando, a pesar de las medidas que supuestamente se han puesto en marcha para limitarla".

"Debe aumentar mucho la concienciación para que la luz artificial nocturna no se perciba como algo positivo, sino como el contaminante que realmente es", concluyen ambos expertos.

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