Borja Terán Periodista
OPINIÓN

'La isla de las tentaciones' y el fracaso de tener que usar un desmayo como reclamo

¿De cuántas maneras se puede ser infiel?
El momento del desmayo en 'La isla de las tentaciones 6'.
El momento del desmayo en 'La isla de las tentaciones 6'.
TELECINCO
El momento del desmayo en 'La isla de las tentaciones 6'.

Ante la falta de programas competitivos, Telecinco vuelve a usar el reclamo de La isla de las Tentaciones. Sin embargo, el avance de la sexta temporada que Mediaset ha emitido este miércoles se ha quedado en un 7,5 por ciento de share. Y eso que el programa intenta superar ediciones pasadas con nuevos giros de guion. Ya va enseñando sus nuevos incentivos: las tramas son tan "fuertes" que habrá hasta un desmayo. 

Es el problema del abuso de un reality de estas características. La audiencia va quedando inmunizada, ya ha visto infidelidades, tríos, quemar un entrañable osito de peluche, aparición de una suegra...  Necesita más morbo tenso o se siente decepcionada. Pero, ¿hay más maneras de ser infiel? 

No es lo mismo dilatar un formato como Sálvame que se va adaptando al caudal de la actualidad que atirantar docushows con una dinámica concreta. Hay que equilibrar un manejo de tiempos de emisión para que no se desgaste su fórmula y se espere con la expectativa de haber tenido margen para echar de menos al programa. Empalmar temporadas ha provocado que La isla de las tentaciones ya no despierte la percepción de acontecimiento social como antes. Cuando si no lo veías, no tenías nada de qué hablar. Su estética se ha ido quemando. No sabes si estás ante un capítulo nuevo o una reposición de 2019. 

La isla de las tentaciones empezó en España con una adictiva habilidad para mezclar elementos que funcionan y funcionarán siempre en la televisión, porque apelan a los instintos más básicos del público: un cóctel de crueldad, intimidad espiada sin medias tintas, vergüenza ajena, giros inesperados como en la mejor serie y desamor identificable. Así, todo junto y sin sutilezas.

Porque La isla de las tentaciones no se cortó a la hora de dar al público lo que quiere ver: si tu novia te ha sido infiel, verás las imágenes sin filtros. Y luego las verás también delante de ella. Y si los protagonistas no pueden dejar de mirar aunque sea por el rabillo del ojo. ¿Cómo no va a mirar también el espectador?

Un programa narrado con astuta precisión, dibujando personajes y cliffhangers, dosificando con ingenio la información, introduciendo canciones indies para sugestionar la ensoñación del público. Y siempre desde un entorno paradisiaco que entra por los ojos. Porque ya estamos cansados de los realities claustrofóbicos. Pero, ¿qué más puede pasar en la isla? ¿cómo llamar la atención de un espectador que se las sabe todas por uso y abuso de La isla de las tentaciones? Ahora parece que llega el desmayo en formato telepromoción. Pero justo quizá ahí empieza el límite moral en el que se inició el apocalipsis de Telecinco.

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