Borja Terán Periodista
OPINIÓN

Por qué Christian Gálvez no logra recuperar la esencia de 'Pasapalabra' con '25 Pasapalabra'

Christian Gálvez, presentador de 25 palabras
Christian Gálvez, presentador de 25 palabras
Mediaset
Christian Gálvez, presentador de 25 palabras

No ha funcionado en las tardes y, ahora, probará mejor suerte en las noches del sábado. Telecinco pega así un nuevo volantazo en su programación para intentar visibilizar 25 Palabras, el nuevo concurso de Christian Gálvez. Con gran parecido con Pasapalabra. De hecho, cada concursante tiene el tirón de dos padrinos populares. También a nivel estético, pues el plató atesora la energía de una colorista luminosidad. Contagia viveza por la tele. Sin embargo, el programa no termina de enganchar. Porque las pruebas no desafían la curiosidad del espectador.

El buen concurso es el que reta al público a jugar. Incluso a sentir que puede acertar al mismo tiempo que los participantes. Pero en '25 Palabras' las pruebas de tan llanas son repetitivas. 

Y encima la audiencia desde casa no puede intentar participar, ya que está sobreimpresionada la respuesta en pantalla. Por tanto, no hay suspense y se anula la posibilidad de intentar acertar las cuestiones a la vez que el concursante. Destripar la solución funciona en formatos como Password (que prepara su regreso a Antena 3), ya que se basan en una contundente velocidad de adivinación. 25 Palabras, en cambio, se toma su tiempo para que los personajes intenten averiguar qué palabro esconden las pistas que van dando los jugadores a través de la asociación con otros términos. Eso es el juego, en resumen. 

Pero todo huele a Pasapalabra, aunque sin pruebas lo suficientemente icónicas para estimular la emoción de implicarse con los avances y las destrezas de los concursantes. El sustento del show está en la simpatía de invitados, concursantes y el propio Christian Gálvez. Pero, a la vez, tanto histriónico compadreo provoca que el concurso no se sienta concurso. Por momentos, el programa confunde naturalidad con sobreactuar la alegría. Y la alegría impostada sólo es ruido. 

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