Diego Carcedo Periodista
OPINIÓN

Vacaciones para los políticos

Vista general del Congreso durante la intervención de Pedro Sánchez.
Vista general de un Congreso casi vacío durante una intervención de Pedro Sánchez.
J.J. Guillén / EFE
Vista general del Congreso durante la intervención de Pedro Sánchez.

Los políticos están de suerte: los asuntos del corazón y el desamor les han ampliado las vacaciones navideñas. Las está estropeando un poco la secretaria de Estado de Igualdad, que seguramente todavía no ha dado por pasada la juerga de Nochevieja, pero es una excepción. La ruptura de la pareja entre la apodada Reina de corazones, Isabel Preysler –antes de Iglesias, de Griñón y de Boyer–, y nada menos que el premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, acaparó durante unos días la actualidad en los medios y en la calle. No se hablaba de otra cosa.

Pero las historias de los celos, las infidelidades y los amores para toda la vida suelen ser breves, en realidad como la vida misma. En esta ocasión fue la propia Tamara, hija e hijastra de la recién desavenida pareja Preysler-Vargas, quien les empezó a restar protagonismo en las portadas. Cría hijas para esto. Su indignación ante la sospecha de que su novio, un tal Íñigo Onieva, le ponía los cuernos, se le acabó pasando y en pocos días se olvidó de su rotunda promesa de que no volvería a mirarle a los ojos para volver a la tradición del perdón a cambio del amor para siempre.

Algo diferente es el pleito sentimental que mantiene una pareja de imagen tan bien avenida como la que formaban la cantante Shakira y su pareja, el futbolista Piqué, que, a juzgar por la letra de la nueva creación de la cantante, se ha roto en mil pedazos que se reparten entre acusaciones variadas, convivencia forzada con una suegra –ignoro cuál–, una deuda con Hacienda –que también se mete en esas cosas– y, claro, una Clara –valga la ‘redundancia’ quizás– interponiéndose furtivamente en una felicidad que de pronto acabó frustrada.

Estas cosas que pasan entre la gente de la alta sociedad, la literatura, el arte y hasta los más hábiles pateando un balón, también afectan a veces a la sangre real y lo están demostrando los duques de Sussex, el pelirrojo príncipe británico, Harry, y su esposa, Meghan Markle. A diferencia de los anteriores desertores de la unidad familiar, su enamoramiento perdura contra los fríos vientos reinantes en Londres, pero a costa de romper lazos y afectos con la Familia Real que encabeza Carlos III. Debidamente auxiliado por un brillante "negro" literario y varios milloncejos de libras por el medio, el príncipe que renuncia a serlo se ha despachado, sin la más mínima flema, con todo lo habido y por haber en su ilustre familia y aledaños. Uno de estos días reabrirá sus puertas el Congreso y el ambiente no recordará que en mayo hay elecciones.

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