Borja Terán Periodista
OPINIÓN

El éxito de 'Atrapa un millón': adrenalina, confesión y una licencia de guion

Concursantes de 'Atrapa un millón'
Concursantes de 'Atrapa un millón'
Antena 3
Concursantes de 'Atrapa un millón'

"Nos han dicho que viniéramos arreglados, pero informales. Entonces, Jorge vino con camisa pero con el pelo despeinao", explica un concursante de 'Atrapa un millón' sobre el look con el pelo revuelto de su hermano que, además, es su compañero de juego. La risa del público sobresalta, mientras la cara de Manel Fuentes expresa una mueca de complicidad. El astuto presentador ha provocado tal confesión con su habitual capacidad de incorporar al relato aquello peculiar que observa a su alrededor. Es la virtud de Fuentes: no sólo hila la mecánica, también subraya el guion sin que se note. Lo hace con una espontánea naturalidad que engrandece la historia que pretende narrar el espectáculo. 

Todo fluye en el regreso del mítico concurso, aunque todos sean nuevos. Recordemos que antes lo conducía Carlos Sobera, que ahora trabaja en Telecinco. Incluso los fondos del decorado han dejado atrás la dictadura azulona que fue obsesiva tendencia en este tipo de formatos para, ahora, iluminar el plató con una pantallas de led que emiten un resplandeciente blanco que da más amplitud al show. Vital para entrar por los ojos. Porque la tele entra por los ojos.

Y, en ese entrar por los ojos, no es tan importante la fotogenia de los que participan como su carisma. El casting de 'Atrapa un millón' transmite una franqueza de andar por casa. Un clima de conchabanza en el que no es baladí el vestuario con el que bromean los jóvenes concursantes. Hay que acudir pintón, pero sin disfrazarse de apariencias y elegancias que puedan alejar la empatía del espectador. Difícil equilibrio, a veces.

De ahí que en la televisión clásica se coordinara el vestuario para que cada uno de los protagonistas mantuviera su personalidad sin desentonar con la premisa del show. Ahora no hay inversión para tanto detalle, pero los programas, además del contenido, necesitan cuidar su armonía visual. En Antena 3 lo hacen muy bien. Sus platós de entretenimiento (a excepción quizá de El desafío) se ven refulgentes hasta crear esa sensación de mundo de fantasía en el que evadirse a través de la emoción del juego. Atrapa un millón reúne tales requisitos. Los participantes abrazan fajos de billetes físicos que van cayendo por las trampillas de las respuestas incorrectas. Hay una premisa diferenciadora e icónica, hay una ensoñadora liturgia visual.

Con estos mimbres estéticos, el éxito actual de los concursos especialmente está cuando no sólo distraen, sobre todo estimulan la inteligencia del espectador, pues se identifica, se esfuerza y aprende con los concursantes y la adrenalina de las reglas de la dinámica que deben cumplir. Pero para que el público se sienta reflejado no siempre hay que acudir a concursantes resabiados, mejor elegir participantes con esa curiosidad persistente que, a la vez, suele ser generosa a la hora de compartir vida y experiencias. Incluso confesando algunas que otras indiscreciones del programa, como que no sabían qué ropa ponerse. 

Lo malo que el regreso de 'Atrapa un millón' no cuenta con rutina en la memoria del espectador al ser una apuesta puntual. Así que para llamar más la atención de la audiencia, Atresmedia se ha inventado el reclamo de un acontecimiento con el que animar el regreso con sólo unos especiales del concurso: la celebración de diez años del programa. Aunque, en realidad, ya han pasado trece años desde que se estrenó en nuestro país. Los aniversarios para la tele pocas veces son matemáticos, casi siempre son una licencia de guion.

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