Borja Terán Periodista
OPINIÓN

El fallo de Mapi: el humor sobre el físico ajeno que ya hemos desaprendido

Mapi tiene dos personalidades.
Mapi, protagonista del concurso de TVE.
Mapi, protagonista del concurso de TVE.
CLAN
Mapi, protagonista del concurso de TVE.

Mapi es un buen concurso para la televisión pública. Fomenta la curiosidad desde la travesura infantil. Sin embargo, no ha encontrado su hueco. Llegó en verano, para aprovechar las horas bajas de competencia, pero a una franja muy complicada. De máxima competencia.

Ahora, las entregas que están grabadas y quedan por emitir se han reubicado en un intento de reflote en las mediodías del fin de semana y en las noches de Clan. Pero siguen sin destacar. ¿Qué ha fallado? Mapi enseña desde un interesante entretenimiento corrosivo que es uno de los motores del éxito televisivo. Aunque pincha en que la dinámica del concurso no cuenta con arco narrativo, una de las grandes debilidades del programa. Es decir, le falta un guion en crescendo que lleve a concursantes y espectador con épica hacia una prueba con apoteosis final. Y no a una última pregunta que podría ser la primera de cada capítulo. 

De esta forma, todos los programas son muy planos. Cuando en televisión, como en ficción, debe existir un hilo de guion que camine hacia alguna parte. Mejor si acaba en chimpún, ya sea emocional o cómico. En cambio, Mapi suele concluir en un intercambiable plano general de un luminoso plató. Aunque sin premisa creativa: podría ser de cualquier magacín, concurso o programa de testimonios, a diferencia de la versión original del concurso que se sostiene en una especie de almacén de recuerdos del personaje a medio camino entre la realidad y el mundo virtual. 

Al final, Mapi sólo se sostiene en el carisma de la propia Mapi, que lo tiene. Y mucho. Con una picardía a lo Espinete.  Y ahí surge la dualidad del personaje, que también ha sido un problema gordo para el formato, mientras que en las redes sociales el perfil de Twitter del programa habla en boca de una Mapi que es una ingeniosa adolescente de 2022 con sus guiños pop y mala leche streamer. De repente, la Mapi de la tele lanza dardos muy años ochenta. Mapi tiene dos personalidades.

Y lo que es peor, en muchas ocasiones la Mapi de la tele cae en chistes sobre el físico ajeno. Y, claro, chirrían. Se sienten viejos. Porque ya hemos aprendido que el físico de nadie es risible. Meterse con características físicas nunca es gracioso y Mapi se mofa demasiado con el aspecto de Jandro. Que si calvo, que si tiene las orejas no sé qué... Todo el rato. 

Los niños tampoco se identifican con ese tipo de chistes, que ni entienden. Pero que terminan naturalizando estigmas desde esa inocencia que representa el programa. 

Mapi, interpretada por Carla Pulpón, sí maneja bien sus cartas desafiando la capacidad de sorpresa de los concursantes y tirándoles de las orejas con gracia cuando están lejos de la respuesta correcta. Se nota que detrás del personaje está una actriz con tablas y capacidad de reacción. Eso es la televisión: salir a jugar sin miedo al ridículo. Lo malo es que somos tan contradictorios que el propio guion ha terminado rompiendo el hielo lanzándose a la base del miedo al ridículo: las pullas básicas fruto de aquella sociedad de prejuicios y enjuiciamientos que señalaba aquello que distinguía, impidiendo entender que lo que nos diferencia es lo que nos hace únicos, que la diversidad nos enriquece a todos.  

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