OPINIÓN

La gracia que tiene la muerte

Antonio Molero y Cristina Medina, en ¡Ay Carmela!.
Antonio Molero y Cristina Medina, en ¡Ay Carmela!.
PAVÓN
Antonio Molero y Cristina Medina, en ¡Ay Carmela!.
La vida según GusLa vida según GusLa vida según GusLa vida según Gus

La muerte no tiene ninguna gracia. Lo que le pasa es que, como a tantas otras cosas malas, le sienta mal la risa. La mitiga, la hace más pequeña. Le quita esos pinchos que te rasgan la garganta cuando tienes que tragarla. Y es una cosa que se tiene pasar por el esófago, te guste o no.

El humor es la mejor manera de contar cualquier cosa, un bálsamo, una buena salsa, esa píldora de azúcar que Mary Poppins les encasquetaba a los repelentes niños de los Banks.

Vengo de ver la función ¡Ay, Carmela!, con Cristina Medina y Santiago Molero. Podría decir que son dos artistas en estado de gracia, pero es que les vi hace años en la misma función y ya eran los grandes actores que son ahora. Así que lo mismo es que lo que tienen es, además de talento, profesión. Hay muchas astillas de tabla de escenario en esos cuatro pies.

Medina y Molero hacen del texto de José Sanchis Sinisterra, que dirige Fernando Soto, una obra. ¿De teatro? De arte. Es una función que habla de la Guerra Civil, de la muerte de Carmela y de tantos otros, una obra que cuenta cómo se parte un alma por la pérdida, por los remordimientos, por la añoranza. Y a la vez, es una obra que supura tragicomedia, que coge el espantajo y lo agita como la única bandera buena.

Medina acaba de volver a los escenarios tras pasar por un cáncer, una enfermedad que se ha tenido que joder porque no le ha restado ni un ápice de la gracia y el ingenio de actriz que tiene. Para la comedia y para el drama, que son al fin, caras de la misma moneda. 

En ¡Ay, Carmela! ella y Molero llenan cada pase de mil detalles, de matices. A veces me pregunto cómo es capaz Medina de transmitir lo que dice con la voz, con la cara, con las manos, con el cuerpo y hasta con el meñique del pie.

El público les despidió del Teatro Pavón de Madrid este viernes en pie. Decía Medina en una entrevista que la obra debería llamarse ¡Ay, Paulino! Por lo que ese personaje sufre. Molero le da vida llevando lo patético a un altar en el que todos hemos sacrificados alguna vez. Y así, hay dos cosas que es imposible que no te gusten: los baptisterios romanos del siglo primero y ¡Ay, Carmela!

Si tienen la suerte de que hagan esta obra en su ciudad… vayan a verla. Es una de esas cosas que a uno no le cuesta nada recomendar y con lo que se acierta seguro. 

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