
Hace unos años coqueteé con la idea de buscar una vivienda unifamiliar pensando en mi hijo, con autismo y discapacidad. Con un patio podría tener su propio columpio, incluso una piscina desmontable en verano, y sus saltos o sus gritos de alegría no llegarían tan fácilmente a los vecinos. Los precios me disuadieron y hubo quien me sugirió alquilar mi piso y buscar casa de alquiler. Jamás fue una opción teniendo un niño que roba nocilla con las manos, gusta de hacer música golpeando el cabecero de la cama o necesita rejas en todas las ventanas; pero nunca lo fue, sobre todo, porque convivíamos con dos gatos y una perra de más de veinte kilos. Perros y gatos siempre han formado parte de mi vida y siempre lo harán, así que siempre he sabido que arrendar no era una opción viable para mí.
Solo un 4% de los alquileres aceptan expresamente perros o gatos, y encontrar techo es un verdadero reto que en ocasiones se traduce en familias rotas, porque nuestros animales son nuestra familia y la quebramos si nos vemos obligados a separarnos de ellos. También se traduce en animales abandonados, por supuesto. Nunca faltan los desaprensivos para los que complicarse la vida por un animal no es una opción. Y vemos acuerdos de palabra y sujetos al prejuicio que producen determinadas razas o tamaños; así como animales viviendo a escondidas, ocultos a los ojos del propietario de la vivienda.
"En muchos contratos se incluye la cláusula de 'no se aceptan animales' por defecto y queremos mover a la reflexión sobre este tema. Convivir con un animal de compañía no es sinónimo de problemas", cuenta Isabel Buil, directora de Fundación Affinity, que quiere lanzarse a esta arena y visibilizar de los quebraderos de cabeza que afrontan los propietarios de animales que quieren o necesitan vivir de alquiler.
Vivir mancha, vivir rompe. Nada es impoluto ni indestructible. Suponer que un animal es fuente de suciedad y destrucción es un error tan grande como imaginar que un adulto sin pareja, niños o animales no lo va a ser. Hay mecanismos de sobra para asegurar la relación entre arrendador y arrendatario, para evitar dejar sin esa opción a las familias multiespecie o sin animales a aquellos a los que haría más felices la convivencia con ellos.
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