Costumbrismo Digital por Juan Luis Saldaña

Pasa todo el día en Twitter. Tiene que hacer méritos. Conoce a los jefes y los jefes, más o menos, saben quién es. Es militante convencido y está para lo que haga falta. Es un pegacarteles digital. Acude a la llamada del líder como la Patrulla Canina. En cuanto salta algún conflicto en la red social de la lapidación, allá que va. Está a la espera de que el líder diga algo para repetir su mensaje como un loro. Quizá, algún día, tenga un cargo.

Cree que el “zasca” es el éxito y que poner al oponente en su sitio es su obligación. Una respuesta brillante del líder merece una fiesta. Hará un retuit, que es el eco de la pared del frontón del pueblo, con la esperanza de que algún día le caiga una migaja. Cuando se trata del rival, la definición de insulto se convierte en algo difuso. Hay algunos fines que justifican algunos medios.

Va a la prensa sesuda y a algunas tertulias a encontrar un argumento a favor de la última bajada de pantalones del líder y la hace suya

Se sabe el argumentario, pero si hay que cambiar, se cambia. Si hay que tragar sapo, se traga. Va a la prensa sesuda y a algunas tertulias a encontrar un argumento a favor de la última bajada de pantalones del líder y la hace suya. La repite, la proclama, la predica en el desierto de su vacío digital.

Y cuando el líder pone algo en la red, ahí está él, como cuando el profesor pasaba lista en clase. Presente. Presente de subjuntivo. Presente para lo que haga falta y, sobre todo, para darle al me gusta, que es una herramienta digital óptima para pelotas y también al retuit, que es como el hágase en mí según tu palabra de los que ponen la esperanza, las ganas y la energía en una pelea en el barro.

Los periodistas de parte le marcan también el rumbo. Unos le dicen lo que tiene que pensar y otros se convierten en diana. Un repetidor digital es como una antena humana, un ser que transmite un mensaje, un transistor en un circuito integrado, un objeto sin pensamiento, un tonto útil, un semiconductor.