Un collar de esmeraldas de la familia Franco, a la venta en una feria de joyas de Ginebra

  • Su primera propietaria fue Doña Carmen Polo, según explica el experto Pablo Milstein.
El collar de Carmen Polo.
El collar de Carmen Polo.
Pablo Milstein
El collar de Carmen Polo.

La pasada semana, en GemGenève, la feria de joyas de la ciudad de Ginebra, algo llamaba la atención en el stand de la casa Ernst Färber. Allí, en un mar de piedras preciosas, estaba el collar de esmeraldas que fue de la familia Franco.

Según explica el experto Pablo Milstein, el collar, que, junto con un par de pendientes y un importante solitario se había ofrecido en pública subasta en la casa Christie's, no se había vuelto a ver hasta ahora.

La pieza en su forma original contaba con siete grandes esmeraldas de corte cabujón con forma de pera, las cuales parten de una montura un poco endeble, de estilo art-decó y de brillantes de no muy buena calidad.

Así lo lució su primera propietaria, Doña Carmen Polo, quien solía combinar el collar con un par de pendientes realizados con una esmeralda en cabujón colgante. Las esmeraldas las lució, por ejemplo, durante la visita de los reyes Hussein y Dina de Jordania o del presidente estadounidense Dwight D. Eisenhower.

Con el paso de los años, la pieza se vio en su hija Carmen Franco Polo, marquesa de Villaverde, pero ya estaba remodelada: ahora eran cinco las esmeraldas que colgaban del collar. Las otras dos pasaron a formar parte de un nuevo par de pendientes al que se le agregaron las dos esmeraldas antes mencionadas. La duquesa de Franco llevó este conjunto de esmeraldas en la boda de la infanta Elena celebrada en 1995 en Sevilla o en 2004 para la de su nieto Luis Alfonso de Borbón, duque de Anjou para los legitimistas franceses, con la venezolana Margarita Vargas. Como curiosidad, la esposa del duque de Anjou la última en lucir la joya antes de que se ofreciese a la venta.

Una venta deslucida a todas luces, pues la familia pensaba que poseía un tesoro de millones con las fantásticas esmeraldas, que esta vez eran buenas y de Colombia, y no falsas, como resultaron ser las de Carmen Martínez-Bordiú, la, en su momento, duquesa de Cádiz por su matrimonio con Alfonso de Borbón y Dampierre.

Pero las sorpresas no siempre son gratas. Según el experto, el primer error fue venderlas públicamente, ya que una venta privada y más discreta hubiese dado como resultado un importe más elevado.

El hecho de ser reconocidas en el catálogo desató una polémica que fue perjudicial para la venta. El actual poseedor de la joya, el mencionado Ernst Färber, que es quien directamente la compró en la venta de Londres, desconocía todo sobre la familia Franco. Preguntaba sobre si era cierto que hubiese pertenecido a la condesa de Cádiz, tras lo cual seguidamente se le explicó el origen y los lazos que entroncaron a la, para él "condesa", con la Casa Real Española. También se lamentaba no haber adquirido los pendientes.

Así estaba actualmente el collar, de "capa caída" en un triste rincón abandonado a su suerte, entre otras muchas joyas y a la espera de que alguien lo compre para seguramente desmontarlo y que pase a ser solamente un recuerdo en las fotos de las hemerotecas.

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