Borja Terán Periodista
OPINIÓN

La reinvención del reality de Telecinco: Jorge Javier Vázquez de visita a las casas de España

'Ding Dong' atesora la verdad que falta al plató.

Jorge Javier Vázquez de visita
Jorge Javier Vázquez de visita
Mediaset
Jorge Javier Vázquez de visita

La crisis generacional que vive la televisión actual provoca que pueda producirse una controversia mental con la evolución de los programas a tono con la sociedad. Hay miedo al cambio. Cuando (casi) todo ha cambiado. Sálvame intenta sobrevivir reinventándose a sí mismo y ampliando su universo de personajes únicos y propios. Los cebos de la pelea no enganchan como antes, pues el espectador se ha percatado que tales discusiones no suelen ir hacia ninguna parte. Es más, hay una parte de la audiencia que ya se siente protagonista de la discusión a través de las redes sociales y espera de la televisión historias originales que atrapen a través de la experiencia del descubrimiento y no desde la repetición de usar y tirar. 

En esas redes sociales, esas desde las que los telespectadores de hoy discrepan con intensidad, se ha aplaudido la nueva sección de Sálvame diario, Ding Dong. ¿Por qué? Porque Ding Dong atesora la verdad que falta al plató. Jorge Javier Vázquez va a domicilio a conocer a los espectadores del programa. La tecnología actual permite una flexibilidad televisiva que hay que exprimir. No hace falta una cara conexión vía satélite como antaño para conectar con los estudios centrales del canal. Con sólo una cámara, un plano secuencia y el poder de la conversación, de la que Jorge Javier es maestro, esta nueva versión de Sálvame consigue retratos costumbristas que dejan pegado frente al televisor. 

La televisión se había ido olvidando del poder de escuchar. Quizá por auto-creerse la mentira de que la polémica siempre sube el share. Depende. En realidad, para llegar a un público generalista lo que hay que plasmar son buenas historias. Este Ding Dong es brillante al radiografiar perfiles de la sociedad de barrio con la imprevisibilidad del directo, generando una documentación impagable de nuestro tiempo desde una pantalla que no se queda desconectada de su tiempo. No es nuevo, ya lo hacía José María Íñigo o Jesús Quintero con su combinación de charlas a celebrities conocidas y desconocidas.

Sin embargo, a la primera de cambio, la instantánea curva de audiencia suele castigar lo que aterriza en la programación diferente. De ahí que los magacines se hayan ido quedado secuestrados en una tertulia eterna. No vaya a ser que baje ese 'share'.  Así los programas diarios han ido igualándose hasta parecer idénticos y, como consecuencia, han ido perdiendo comunidad de públicos fieles, que es la audiencia de calidad que sigue la autoría del show más que por la casualidad de la rutina o la intensidad de un acontecimiento asombroso puntual. Sálvame aguanta con su particular imaginario de personajes. Pero necesita nuevas vicisitudes que comentar desde perspectivas más de hoy. Ya criticar unos cuernos ajenos no funciona como hace diez años porque, por suerte, la sociedad ha ido creciendo en sensibilidades. 

Lo evidenció el propio Sálvame este mismo jueves. Jorge Javier acudió a casa de Álvaro para intentar que se reconciliara con un viejo amigo que le dejó de hablar cuando salió del armario por los comentarios de la homofobia que sigue latiendo en la sociedad. Muchos desde su privilegio "normativo" piensan que ya no existe tal cosa. Pero claro que existe. Y, de repente, los argumentos con frescura de este chico anónimo, incluso razonando con chicha sobre la segregación que producen los discursos de Tamara Falcó, evidenciaron que las nuevas generaciones tienen una mirada que la televisión debe integrar para resetearse y reconectar. Habrá público más envejecido que este nuevo espacio de Sálvame no entenderá a primera vista del todo por su desorden estético, con una imagen que se tambalea al bajar la cobertura en determinadas zonas de la casa, pero si Mediaset quiere crecer tiene en la curiosidad traviesa de Jorge Javier Vázquez la gran oportunidad: pasar del reality de encierro de 'Gran Hermano' al reality de la charla cómplice, pícara, transparente, estimulante y abierta. La liturgia de la entrevista generosa, ahí está un buen futuro. Para Telecinco, para todos.

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