Borja Terán Periodista
OPINIÓN

Por qué funciona 'La isla de las tentaciones' (frente al resto de estrenos de Telecinco)

Mario y Varela en 'La isla de las tentaciones'
Mario y Varela en 'La isla de las tentaciones'
Mediaset
Mario y Varela en 'La isla de las tentaciones'

Cuando parecía que todos los estrenos de Telecinco iban a pinchar esta temporada, aparece 'La isla de las tentaciones' y resiste. Incluso el programa da una buena pista de lo que falla en otros formatos del canal con, aparentemente, mismos dilemas.

El Deseo, el sexo y el amor (por este orden de aparición) son la materia prima habitual de cualquier reality, aunque no siempre fluyen de la forma más natural para atraer a la audiencia. Los romances suelen ir lentos, los concursantes se reprimen. Pasan días y días hasta que sucede algo reseñable que alimente el culebrón. Y el público de hoy ya no cuenta con la paciencia de antaño para esperar.

Pero 'La isla de las tentaciones' da la vuelta a la historia y aquí directamente empieza rompiendo parejas. Para qué esperar. Pero el truco del éxito está en que el programa no da rodeos como otros realities u otros talent shows de Mediaset, que para rellenar el cupo necesitan estirar su discusión hacia ninguna parte. Cada una de las entregas de 'La isla' propone una experiencia concreta y directa. Como el formato está grabado, se permite contar sólo lo mejor y lo que más engancha. No hay tiempos huecos ni gente divagando durante largas horas. Los programas son como una serie, capítulos bien editados que compactan lo más vibrante. Intentando dejar la historia bien en alto, casi siempre con un buen cliffhanger y un adrenalítico cebo de lo que vendrá, avance que a su vez también cuenta con sus propios giros de guion. Difícil escapar.

Y encima el formato desprende mucha apariencia de verdad, porque todo lo que ocurre, en gran medida habrá sido verdad. Aunque los concursantes sepan a lo que van, la convivencia descoloca. 'La isla de las tentaciones' no se corta a la hora de dar al público lo que quiere ver: crueldad sin filtros. El programa juega con destreza con los comportamientos más básicos, de los concursantes y también del propio público, que se siente superior criticando y hasta bromeando con el delirio ajeno. Lo que delata lo elementales y morbosos que seguimos siendo como audiencia. También las nuevas generaciones, con las hormonas disparadas con este cóctel de clichés del amor tóxico, dependiente y superficial representado por un casting sin ninguna diversidad social. Sólo cuerpos que necesitan entrar en un mismo molde para sentirse validados.

Y todo envuelto para regalo desde un lugar paradisiaco. En un polígono en Algete no quedaría igual. Este es otro elemento clave que atrae al público, además de un guion bien armado sin circunloquios y con mucha música reguetonera. 'La isla de las tentaciones' se ve bonita por la tele, no es otro programa más en la claustrofobia del mismo decorado del estudio 6 de Telecinco que ya se descompone como una falla valenciana de tanto sobreuso. El debate sí se hace allí, y por eso no funciona. No va al grano. Es más de lo mismo. En cambio, los capítulos editados del reality propiamente dicho se desarrollan en la aspiracional amplitud de un resort al que te irías de vacaciones. Aunque allí te rompan el corazón.

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