Carmelo Encinas Asesor editorial de '20minutos'
OPINIÓN

¡Alto el fuego ya!

Un joven ruso se despide de sus familiares en una oficina de reclutamiento durante la movilización militar parcial.
Un joven ruso se despide de sus familiares en una oficina de reclutamiento durante la movilización militar parcial.
MAXIM SHIPENKOV / EPA / EFE
Un joven ruso se despide de sus familiares en una oficina de reclutamiento durante la movilización militar parcial.

Nada de lo que se predijo hace siete meses cuando el Ejército ruso cruzó las fronteras de Ucrania ha ocurrido. La fortaleza ofensiva que se le supuso condujo a la inmensa mayoría de expertos y analistas a deducir que para el Kremlin la invasión sería un paseo militar y que Kiev caería en pocos días. Aquella temible caravana de 60 kilómetros de acorazados en orden de batalla hacia la capital parecía entonces indicar que la guerra estaba perdida para Zelenski. Pero no fue así, el arrojo ucranio y la información táctica y el armamento proporcionado por Occidente convirtieron en chatarra cientos de blindados de la Z, obligándoles a recular y centrar su esfuerzo bélico en las provincias del Este.

Aquellos pronósticos tampoco acertaron sobre los efectos devastadores que supusieron tendrían para Putin las duras sanciones impuestas desde Occidente contra la economía y los oligarcas rusos. Daño, sin duda, habrá causado, pero sin alcanzar el pretendido debilitamiento del presidente ruso ante su opinión pública. Los resortes propagandísticos y su capacidad de reprimir la menor expresión de protesta o rechazo a la guerra han minimizado tales efectos hasta hacerlos casi imperceptibles. Por el contrario, los cortes del gas, como arma contra la UE, sí han logrado causar estragos en la economía de los países comunitarios y muy especialmente en la de Alemania, que está pagando un alto precio por su apuesta energética en favor de un proveedor poco fiable.

Una seria contestación interna a causa del fracaso bélico y un caótico reclutamiento forzoso

Europa se halla así envuelta de lleno en una guerra que ha disparado el precio de la energía desatando la inflación y el empobrecimiento general. Una contienda a la que no se le ve salida a corto o medio plazo.

El avance de las tropas ucranias en unos territorios del Este, que tras la farsa plebiscitaria de anexión el Kremlin considera ya parte de Rusia, da idea de lo difícil que va a resultarle a Putin salir airoso de este conflicto que le empieza a provocar una seria contestación interna a causa del fracaso bélico y un caótico reclutamiento forzoso. El presidente ruso no puede permitirse ante los suyos otra salida que la huida hacia adelante y cuanto más se le corte el paso, más peligrosa puede ser su reacción. El Kremlin no pierde oportunidad de amenazar con el uso de armas nucleares de baja intensidad y de mostrar su musculatura atómica más agresiva, como el ya famoso submarino K-329 Belgorod al que se atribuyen unas capacidades de destrucción realmente aterradoras. El ingenio en cuestión, un monstruo sumergible de 184 metros de eslora que aseguran ser indetectable, porta seis ojivas nucleares que pueden alcanzar los diez mil kilómetros de distancia. Una auténtica pesadilla con la que Putin trata de asustar a Occidente y enviar el mensaje de que sea como sea esta guerra no la piensa perder.

Resulta imperativo bajar el tono de una escalada irracional que amenaza ya a todo el planeta

Su estrategia de escalada, que entraña serios riesgos de aislarle cada vez más como lo demuestra el que China no haya apoyado en la ONU las anexiones, no puede tener otro objeto que negociar una salida al conflicto en posición de fuerza. Negociación que hoy en día se advierte compleja y lejana, pero que habrá necesariamente que contemplar y en la que tendrá que haber cesiones en ambas partes por mucho que Zelenski proclame que no renunciará a un solo metro cuadrado de territorio ucranio. La comunidad internacional ha de asumir la urgencia de promover cuanto antes las condiciones para negociar un alto el fuego que pare tan brutal sangría. Aunque ese alto el fuego enquiste el conflicto durante décadas, resulta imperativo bajar el tono de una escalada irracional que amenaza ya a todo el planeta. 

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