Todo lo que falló en la seguridad de Cristina Kirchner en el intento de magnicidio

La vicepresidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, saluda a sus simpatizantes al salir de su residencia custodiada por un dispositivo de seguridad.
La vicepresidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, saluda a sus simpatizantes al salir de su residencia custodiada por un dispositivo de seguridad.
Enrique García Medina / EFE
La vicepresidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, saluda a sus simpatizantes al salir de su residencia custodiada por un dispositivo de seguridad.

El pasado viernes, como cada día desde el 22 de agosto, la expresidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, se paró a saludar a sus seguidores antes entrar en su vivienda en el acomodado -y antikirchnerista- barrio de Recoleta, en Buenos Aires.

Iba escoltada por varios hombres trajeados que formaron un pasillo entre la multitud. De allí salió un brazo empuñando una pistola a escasos centímetros de la cara de Kirchner y el frustrado magnicida tuvo tiempo de apretar el gatillo, soltar el arma y tratar de escabullirse entre la masa.

Solo la fortuna evitó la muerte de la expresidenta, en un atentado frustrado que ha generado una enorme controversia sobre la facilidad con la que se realizó ante la atónita mirada de los guardaespaldas y de la propia Kirchner, que no llegó a comprender lo que había ocurrido hasta varios minutos después.

Sin vallas y con "fuerzas federales"

El primer elemento que llama la atención es la ausencia de ningún tipo de barrera que separase a Kirchner de la multitud. La razón está en que apenas unos días antes, precisamente el intento de colocar vallas, había generado unos fuertes disturbios en la zona.

Centenares de simpatizantes de la expresidenta que se congregaban en las cercanías de su casa para mostrarle su apoyo desde que el fiscal federal la acusara de corrupción y solicitara una pena de 12 años de prisión y una inhabilitación de por vida para ocupar cargos públicos.

El alcalde de Buenos Aires y rival político de Kirchner, Horacio Rodríguez Larreta, ordenó colocar vallas que impidieran el libre tránsito de los simpatizantes kirchneristas por el barrio de Recoleta. El intento acabó en unos disturbios con 14 policías heridos y la renuncia al vallado por parte de las autoridades locales.

A raíz de estos acontecimientos, el ministro de Seguridad nacional, Aníbal Fernández, ordenó "ampliar la custodia de la vicepresidenta", un servicio de seguridad conformado por un centenar de guardaespaldas, que pasaron a ser apoyados por "fuerzas federales".

Ni controles, ni agentes de paisano, ni plan de acción

Sorprendentemente, nada de esto impidió que un civil armado se introdujera entre la multitud, sacara su arma a escasa distancia de la expresidenta y llegase a apretar el gatillo sin oposición. 

Todo ello evidencia una falta de controles entre la multitud, así como la ausencia de agentes de paisano, una estrategia habitual en situaciones como esta.

Tan llamativo como la facilidad del frustrado magnicida para aproximarse a Kirchner fue el hecho de que esta no fuera inmediatamente evacuada tras el intento de asesinato, sino que siguió hasta seis minutos rodeada de una multitud, evidenciando la inexistencia de un plan de acción para situaciones como aquella.

La detención del hombre que empuñó el arma, identificado posteriormente como Fernando Sabag Montiel, ni siquiera fue llevada a cabo por las fuerzas de seguridad, sino por los propios simpatizantes de Kirchner allí presentes hasta que fue desplazado a un vehículo policial en la misma zona donde se mantuvo durante tres horas.

Una investigación complicada

El arma, según relata la BBC citando a medios locales, fue pisoteada por varias personas hasta que se incautó por parte de agentes de policía, probablemente con daños significativos que dificultarán la investigación.

Igualmente problemático a la hora de poder aclarar todos los detalles del intento de magnicidio, especialmente lo ocurrido en los días anteriores, es la ausencia de cámaras de seguridad. 

La razón, en este caso, está en la voluntad de la propia Kirchner, que reclamó su retirada en 2018 tras denunciar que su verdadera función era “espiarla”.

Sabag Montiel, el atacante, se ha negado a declarar ante la jueza encargada de investigar el incidente este sábado, según han detallado fuentes judiciales, por lo que todo siguen siendo incógnitas en este caso.

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