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De actividades que consiguen la calma a las más estimulantes, cómo lograr un estado de alerta óptimo

Actividades activadoras, organizadoras y calmantes
Actividades activadoras, organizadoras y calmantes
Texto: Andrea Lasheras / Gráfico: Henar de Pedro
Actividades activadoras, organizadoras y calmantes

Mantenernos en un estado de alerta y activación óptimo, ajustado al contexto y actividad que vayamos a realizar, es necesario para funcionar correctamente a lo largo del día. Algunas tareas o situaciones exigen un estado de alerta más elevado o activo, mientras que otras demandan un estado de alerta más bajo o calmado.

Con frecuencia en entornos educativos y terapéuticos se menciona el término “regulación” o “autorregulación”, referido a la capacidad que tiene nuestro organismo, a través de distintos mecanismos fisiológicos, de preparar y ajustar nuestro cuerpo para responder a distintas demandas.

En el caso de niños o personas con algún tipo de discapacidad o trastorno neurológico, es quizás más importante tener en cuenta el concepto de “óptimo estado de alerta”, puesto que es muy frecuente que, debido a sus dificultades o impedimentos, no puedan por ellos mismos realizar actividades que les ayuden a modificar este estado de alerta. 

Niveles de activación

Existen distintos niveles de activación que implican cambios en nuestro estado interno y repercuten en nuestra capacidad para responder a demandas externas. Ordenados de mayor a menor, es decir, de más a menos activado, son los siguientes:

  • Bloqueo/Shut down: es un estado tan elevado de activación interna que nos lleva a quedarnos paralizados. Normalmente se debe a una sensación muy intensa de estar bajo una situación de peligro o estrés. A veces, si las exigencias externas sobrepasan mucho nuestra capacidad de responder, nuestro organismo se bloquea por completo.
  • Hiper o sobre-activado: estado de activación interna elevado que nos prepara para la “lucha” o “huida”, por lo que nos mostramos a la defensiva, irritables, enfadados o agresivos. Nuestro cuerpo percibe una amenaza externa y moviliza recursos para defenderse, huyendo o luchando.
  • Equilibrado entre calma y alerta, 'the just right state' u óptimo estado de alerta/activación: nos permite pensar con claridad, aprender, memorizar y recordar. Nos mostramos flexibles y somos capaces de valorar distintas estrategias u opciones de cara a resolver un problema, siendo capaces de elegir y poner en marcha la estrategia que consideramos más adecuada y, si ésta no funciona, cambiar.
  • Hipo-responsivo/aletargado: es un estado de baja activación, en el cual empezamos a ignorar los estímulos del entorno y nos adormilamos y aburrimos.
  • Adormecimiento: estado de activación muy bajo, en el que no prestamos atención a estímulos externos y no respondemos a ellos, quedándonos aletargados o adormilados.

Es importante tener en cuenta que ningún estado de alerta en sí mismo es “bueno o malo” o “positivo o negativo”. Cada uno nos proporciona las estrategias necesarias para enfrentarnos a una determinada situación.

Asimismo, es normal que, a lo largo del día, un individuo sufra cambios en su estado de activación o alerta. En el caso de los niños, los padres o los profesores pueden enfrentarse a situaciones de conflicto, debidas a que demandamos a los niños que realicen una actividad en un momento en el que no se encuentran en el estado de activación adecuado, que requiere la situación. Por ejemplo, les pedimos que hagan los deberes del colegio cuando se encuentran aletargados o que se vayan a dormir cuando están sobre-excitados.

Además, si se trata de niños con algún tipo de discapacidad, los adultos o cuidadores debemos estar atentos a las señales que nos indiquen que el individuo está en un estado más aletargado o en uno más típico de la sobre-activación. En consecuencia, deberemos pensar qué tipo de actividades o estímulos pueden ayudarles a alcanzar un estado de alerta más adecuado en función del contexto.

Tipos de actividades: rojas, verdes y azules

El estado de activación interna interfiere de forma muy significativa en nuestro rendimiento en una situación determinada y, a la vez, el tipo de actividades que realizamos influyen en que este estado de alerta se modifique, activándonos o calmándonos.

Por ello, lo ideal sería que las rutinas diarias incluyeran, en la medida de lo posible, una adecuada combinación de actividades activadoras/excitatorias, actividades organizadoras y actividades calmantes.

Para elegir este tipo de actividades, debemos tener en cuenta el perfil sensorial de cada niño, entendiéndose cómo su “personalidad sensorial o preferencias sensoriales”, puesto que esto influye en la cantidad o intensidad del estímulo que cada individuo necesita para activarse o calmarse.

La mejor receta es observar qué efecto tiene una determinada actividad sobre el estado de activación de cada niño y preguntarnos si le calma, le organiza o le sobre-activa.

Cabe resaltar que los ejemplos o ideas que se describen a continuación son solo ideas y que no recomendamos forzar a ningún niño a realizar actividades que le den miedo, no le gusten o que simplemente observemos que, de algún modo, le afectan negativamente. Se trata más de invitar, proponer o permitir

Lo ideal sería que, a lo largo del día, un niño pudiera realizar actividades de los siguientes tres tipos:

  • Actividades verdes: son aquellas organizadoras y reguladoras, que nos permiten estar lo suficientemente alerta como para prestar atención y lo suficientemente calmados como para pensar con claridad.
  • Actividades azules: nos ayudan a conseguir un estado mayor de calma.
  • Actividades rojas: son aquellas que nos espabilan, despiertan, activan, preparan para la acción y hacen que nuestro cuerpo esté preparado para moverse.

La pauta general sería primero realizar alguna actividad activadora (roja), después una organizadora (verde) y, por último, una calmante (azul). No obstante, podemos ajustarlo a las necesidades y posibilidades de cada niño y familia.

Actividades para autorregularnos.
Actividades para lograr un estado óptimo de alerta
Texto: Andrea Lasheras / Gráfico: Henar de Pedro

A continuación, describimos distintos ejemplos de cada uno de los tres tipos de actividades que deben adaptarse a la edad del niño, sus habilidades y a los recursos de los que dispongamos, así como al momento del día y el resultado que busquemos obtener.

Actividades rojas

En general, casi todas las actividades físicas o deportivas se consideran de tipo estimulante, porque nos obligan a movilizarnos y requieren que aumentemos nuestra energía. Tanto los niños como los adultos necesitamos a lo largo del día realizar actividades de tipo físico que nos ayuden a liberarnos del exceso de energía que podamos tener, que nos ayuden a mantenernos regulados y que nos preparen para poder aprender nuevos retos.

Algunos ejemplos de actividades “explosivas” e “intensas”, que no tienen por qué realizarse en un orden determinado, serían balancearse, botar sobre una pelota, saltar en una cama elástica, dar vueltas en un columpio o silla giratoria, tirarse y caer sobre cojines, guerras de almohadas, golpear un saco de boxeo, juegos de escalada y arrastrarse por el suelo, juegos de esconderse y salir corriendo, bailar...etc.

Los adultos también necesitamos este tipo de actividades en nuestro día a día. Muchas personas se apuntan al gimnasio o a actividades físicas de tipo “explosivo”, como crossfit, jugar al padel, salir en bicicleta o a patinar. Estas actividades nos despiertan y nos hacen sentir bien y con más energía. 

Como adultos, tenemos la libertad de poder elegir cuándo realizarlas, con frecuencia por la mañana antes de ir a trabajar para activarnos, a medio día en mitad de la jornada laboral como descanso y como ayuda para poder continuar con nuestras tareas por la tarde o al final de la jornada para descargar el estrés del día.

Actividades verdes

Son actividades que nos ayudan a regularnos y a permanecer organizados. Nos permiten prestar atención y mantenernos enfocados en una tarea. Este efecto regulador y organizador se ve potenciado cuando la actividad es de tipo social o se realiza junto con otra persona. Los intercambios y las interacciones sociales tienen un efecto muy positivo de cara a mantenernos regulados y organizados.

Aunque algunas de estas actividades también sean de tipo físico, a diferencia de las anteriores, intentaremos que los movimientos sean más rítmicos, regulares y suaves, así como introducir un mayor componente de “carga de peso”, contracción y relajación muscular contra-resistencia, así como tracción y compresión articular, también de forma más organizada y regular. 

Asimismo, la idea es ir combinando progresivamente actividades de tipo físico con pequeños desafíos cognitivos, introduciendo mayor estructuración y organización en el juego.

Varios ejemplos de estas actividades serían balancearse suavemente en un columpio, hacer la carretilla, rodar mientras otro nos empuja, hacer un “sándwich” o “montaña humana”, jugar a imitar posturas o formas de caminar, mover objetos de un sitio a otro, ordenar y recoger, cocinar, amasar, pintar, hacer manualidades, actividades artísticas (y después limpiar), actividades tipo jardinería y bricolaje adaptadas a los niños, juegos de construcciones... etc.

Actividades azules

Son aquellas actividades que nos ayudan a disminuir el nivel de excitación o activación tras una actividad muy estimulante. También nos ayudan a relajarnos y a prepararnos para descansar o ir a dormir. Pueden ser muy útiles cuando empezamos a observar signos de “desorganización de la conducta o desregulación” (rigidez, frustración, enfado). Cuando esto sucede, debemos ser pacientes y dedicar un rato, sin prisa, a ayudar al niño a reorganizarse y a engancharse a la actividad que le propongamos.

La importancia del espacio de trabajo: el rincón de la calma

A veces, a muchos niños les cuesta finalizar actividades más energizantes para pasar a otras más relajadas. Nuestro trabajo como adultos es acompañarlos y ayudarles a realizar esta transición, de un estado más activado a otro más calmado. Para ello, debemos tener en cuenta que el entorno y el espacio juegan un papel muy importante en nuestro estado de activación: un entorno desordenado o con muchos estímulos nos hará más difícil organizarnos a nosotros mismos y calmarnos, mientras que un entorno ordenado, con ruidos y luces suaves, nos ayudará. 

También es igual de importante el estado de activación en el que nos encontremos los adultos. Primero tenemos que calmarnos nosotros para después ayudar al niño.

Es útil, además, tener un rincón de la calma que sirva de lugar de transición entre actividades más energizantes y actividades más tranquilas. Por ejemplo, un fuerte, una casita o una tienda de campaña, alimentos crujientes o que requieran masticación, beber de una pajita, juegos de soplar, hacer respiraciones profundas, masaje profundo (no cosquillas), leer con luz tenue, escuchar un cuento, taparse bajo una manta pesada o con cojines encima, hablar con voz calmada y suave... etc.

Establecer un horario

Para finalizar, es importante tener un horario para distribuir el tipo de actividades durante el día. Entendemos que tanto padres como niños tenemos horarios bastante apretados y muchas veces no tenemos tiempo para incluir nada más. Este no es un horario que deba cumplirse al pie de la letra, es una idea o una recomendación para tener presente. Sobre todo nos puede ser útil en determinados momentos, en los cuales veamos que el niño no está respondiendo adecuadamente a las demandas del entorno o de la tarea que debe realizar.

Lo que sí es importante es que, conociendo las particularidades de cada niño, a lo largo del día tenga pequeños descansos en los que pueda realizar este tipo de actividades. Quizás algunos días necesite realizar actividades más activadoras y otros actividades más calmantes.

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