Carmelo Encinas Asesor editorial de '20minutos'
OPINIÓN

Europa a medio gas

Teresa Ribera, este lunes en Moncloa.
Teresa Ribera, en Moncloa.
EP
Teresa Ribera, este lunes en Moncloa.

Máxima inquietud en Europa ante la posibilidad de que Rusia juegue con el suministro de gas y no haya energía suficiente para el invierno. Cada país intenta como puede colmar sus reservas y garantizarse el suministro en industrias y hogares. Las condiciones atmosféricas del verano no han ayudado. La ola de calor que afecta a países como el Reino Unido, donde nunca se encendió la alerta roja por altas temperaturas, ha disparado el consumo de energía por el elevado uso de los aires acondicionados

El mensaje de la Comisión Europea y su plan de contingencia es que ahorremos gas durante la canícula para no pasar frío en invierno. Lo que propone, y de alguna forma trata de imponer, es que los aires acondicionados trabajen lo justo de manera que la temperatura en los interiores no baje de los 25 grados.

Esto que ahora habremos de hacer por necesidad debería hacerse por racionalidad. Los fríos casi polares que muchos comercios mantienen en verano como pretendido gancho para su clientela, además de un derroche de energía, es insano. Por placentero que pueda parecer, el abuso del aire acondicionado provoca problemas de garganta, nariz y ojos, empeora a los que padecen asma y reseca la piel, por citar los perjuicios más comunes.

Para muchas personas, el cambio radical de un ambiente caluroso a otro frío puede producir desde mareos hasta contracturas musculares, si el chorro de aire gélido les pega directamente en alguna zona sensible. De igual forma tampoco es saludable ni sensato tener la casa o la tienda en puro invierno como si viviéramos en el Caribe, la lista de contraindicaciones también es considerable. 

La UE pide que por mucho frío que haga en el exterior los termómetros del interior no pasen de los 19 grados. En tales circunstancias, lo conveniente es hacer de la necesidad virtud y gastar lo justo en energía ahora que se nos presenta como un bien, además de caro, escaso.

El síndrome de la carencia energética ha inducido a la Comisión Europea a operar otros movimientos más discutibles. El Gobierno español está dispuesto a ayudar al resto de los socios europeos con nuestras regasificadoras pero no está de acuerdo con restringir el consumo a industrias ni a particulares porque –según dice la ministra Ribera– aquí ya hemos pagado una factura muy elevada por las infraestructuras y la diversificación de proveedores.

Aunque España tampoco estuvo de acuerdo con la imposición de la etiqueta verde al gas y a las nucleares, sí dice entender que las circunstancias son excepcionales y justifican que se dé vía libre incluso a la vuelta temporal al carbón, el más contaminante de todos los combustibles fósiles, resucitando centrales térmicas que estaban en trámites de desmantelación, o usarlo en las plantas de ciclo combinado que funcionaban con gas.

Son acciones que pretenden afrontar una situación derivada del ataque a Ucrania y el rechazo que se articuló para sancionar al Kremlin por su agresión. La UE ha dispuesto hasta seis paquetes de sanciones comerciales y financieras a Rusia entre las que se incluye la prohibición de importar su petróleo. Medidas que dañan la economía rusa pero que no parecen causar demasiado efecto en Vladimir Putin al tener a su opinión pública completamente secuestrada. El dictador ruso sabe que ahora el punto débil de Europa es el gas y a nadie, y menos a sus clientes más dependientes como Alemania, Polonia o Italia, puede sorprender el que Moscú abra o cierre el grifo de sus gaseoductos a conveniencia usándolos como arma estratégica. Hay que contar con que Putin trate de dejar a Europa a medio gas.

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