Los desplazados de Carabanchel: "Si me dan a elegir me quedo en el barrio, pero soy pobre"

  • San Isidro fue una de las mayores zonas de asentamientos chabolistas del cinturón periférico de Madrid.
  • Los talleres industriales han empezado a ser rehabilitados por artistas y ha abierto una fábrica de cerveza artesanal.
  • Carabanchel se ha convertido en una solución para vecinos del centro que no pueden independizarse en sus barrios.
fotografo: Bieito Alvarez Atanes [[[PREVISIONES 20M]]] tema: Gentrificación Carabanchel. Puerta del Ángel. Usera
fotografo: Bieito Alvarez Atanes [[[PREVISIONES 20M]]] tema: Gentrificación Carabanchel. Puerta del Ángel. Usera
PREVISIONES 20M
fotografo: Bieito Alvarez Atanes [[[PREVISIONES 20M]]] tema: Gentrificación Carabanchel. Puerta del Ángel. Usera
El edificio es propiedad de la Sareb.
BIEITO ÁLVAREZ

Las puertas de las viviendas se abren a una galería y un patio interior. Abraham vive en el cuarto piso con su mujer y sus tres hijos pequeños. Su apartamento apenas tiene 15 metros cuadrados, un pequeño salón y una habitación con dos camas.

El edificio, ubicado en la calle Rascón del barrio madrileño de San Isidro, llevaba años abandonado cuando ocho familias dieron la patada en la puerta y se asentaron aquí hace unos cinco años. Casi todos tienen niños, todos ellos son pobres y han vivido siempre en Carabanchel, el distrito donde está el edificio, que es propiedad de la Sareb.

"Es imposible, yo no me puedo permitir ahora lo que es un piso", declara Abraham. "Mis suegros tienen mercadillos y, bueno, alguna vez que otra me llama y le voy a echar una mano y es lo que hago, nada más, o sea no tengo otro ingreso, pues hoy gano 20, mañana gano 10 y así, ir tirando como se pueda".

En la puerta de al lado, vive Antón con sus dos hijos y su mujer, que, desde el otro lado de la galería, le pide que cuente cómo, cuando llueve, la vivienda se llena de goteras. El edificio parece estar en estado de ruina. "Hemos buscado alternativas, yo antes de meterme aquí busqué mil alternativas trabajando, intentándolo todo, pero, ¿Qué puedo hacer? No me voy a quedar en la calle".

Tras varios años de desinterés por parte de la propiedad, desde principios de 2021 se han iniciado los procesos de desahucio y realojo. La vecina de abajo de Abraham, Noemí, ha sido la primera en ser realojada hace apenas un mes. A pesar de que casi toda su vida había transcurrido en Carabanchel, la única alternativa fue trasladarla a Vallecas -a unos 7km-, donde acaba de nacer su segundo hijo.

- ¿Qué supondría que os realojaran fuera del barrio?

"Somos gente pobre, humilde y no tenemos por qué elegir, ¿me entiendes? Si me dan a elegir me quedo en el barrio por los críos, el cole, los médicos, los amigos, donde yo me puedo buscar la vida mejor… pero si eso no se puede, pues nada", responde Abraham. Su desahucio, programado para el pasado 7 de julio, fue finalmente suspendido mientras la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) sigue negociando un alquiler social con la Sareb.

Una zona 'cool'

Ubicado junto a la pradera en la que Goya escenificó sus famosas escenas cotidianas en el siglo XVIII, el barrio de San Isidro fue una de las mayores zonas de asentamientos chabolistas del cinturón periférico de Madrid durante la posguerra. Los realojos se realizaron, en este caso, in situ, con colonias como el Tercio del Terol o el Poblado de absorción de General Ricardos, dejando una clara impronta en la población local hasta hoy.

Desde hace unos años, las cosas han empezado a cambiar. El viejo estigma del barrio, que sigue teniendo una importante colonia de población gitana, ha empezado a desaparecer y las viviendas unifamiliares con jardín del Tercio se han vuelto especialmente atractivas para población recién llegada de mayor renta que los vecinos habituales. Los talleres industriales que rodeaban la zona, abandonados desde los 90, han empezado a ser rehabilitados por artistas e incluso ha abierto en la zona una fábrica y pub de cerveza artesanal, con precios similares a los del centro de la ciudad.

Las zonas más cercanas al río Manzanares han visto el mayor aumento en la renta per cápita desde 2015.
Las zonas más cercanas al río Manzanares han visto el mayor aumento en la renta per cápita.
Carlos Gámez

Para Elsa Riquelme, portavoz de la PAH de Carabanchel, los procesos de desahucio de los vecinos de la calle Rascón y su realojo fuera del edificio es inseparable del cambio que está sufriendo el barrio en los últimos años.

"Ten en cuenta que esto está al lado de Madrid Río, es una zona muy jugosa en la que se han revalorizado muchísimo las viviendas", explica Riquelme. "Aquí, para que queden viviendas en alquiler social, va a ser muy complicado, quieren mandar a la gente a la periferia, digamos, sacarla del radio de lo que es la zona cool que quieren poner y, entonces, este edificio, aunque está así en las condiciones que está, Sareb le tiene muchas ganas".

La revalorización del barrio está provocando de forma directa o indirecta el desplazamiento de la población de rentas más bajas del distrito. Un desplazamiento que tiene un impacto especialmente duro para estas capas sociales, más dependientes de las redes de solidaridad y apoyo mutuo de cercanía para sobrevivir que las que cuentan con un mayor capital económico a su disposición.

"Hay una pérdida de identidad social, de lazos afectivos y familiares", declara Jorge Sequera, profesor e investigador de la UNED e investigador principal del proyecto 'LIKEALOCAL. Efectos socioespaciales de Airbnb en 4 ciudades de España'. "Hay una especie de mito sobre la ciudad donde todos somos anónimos y nadie tiene relaciones casi ni de parentesco, esto es totalmente falso, realmente nuestro día a día se mueve alrededor de muy pocos kilómetros y esto hace que el movimiento genere desarraigo con la ciudad".

"Lo que habría que reivindicar", -defiende Sequera- "es el derecho que tiene la gente a quedarse, una reivindicación que ya en los 70 se hacía precisamente en estas periferias con el lema 'Queremos vivienda aquí y ahora' y esta pérdida de identidad es, evidentemente, relevante".

Cruzar el río desde Arganzuela y Centro

Irene Carrillo, de 30 años, empezó a conocer Carabanchel cuando unos amigos suyos de la zona donde se crió, Puerta de Toledo, en el distrito Centro, se mudaron a vivir al otro lado del río.

"Cuando iba a su casa, conocía un poco el barrio, me decían lo que pagaban ellos y vi que pagaba prácticamente lo mismo y su casa era muchísimo mejor que la cajita de cerillas en la que yo vivía", declara esta maestra que vive ahora en la calle Antonio López, eje sur del distrito de Carabanchel.

Irene Carrillo.

Su caso es el de tantos otros hijos de los distritos del otro lado del río -Centro y Arganzuela-, que han encontrado en Carabanchel, Usera o Latina la solución más cercana ante la imposibilidad de independizarse en sus barrios natales, donde el precio del alquiler se ha vuelto prohibitivo desde hace años.

Ella valora que su nueva zona "es barrio", como el lugar donde se crió, y que "esto era lo más cerca, dentro de lo que me podía permitir". En definitiva, es el lugar más asequible, más cercano y más parecido a la zona donde se crió y donde le habría gustado quedarse.

"Casi todo el mundo que que conozco y se ha independizado ha venido a este barrio", declara Carrillo, que ha pasado de vivir en un bajo de 30 metros cuadrados por el que pagaba 850 euros al mes a vivir en un piso de tres habitaciones por 650 euros mensuales, lo que ella misma admite que es "un chollo".

- ¿Crees que este movimiento poblacional puede gentrificar Carabanchel?

"Sí, es la pescadilla que se muerde la cola", admite Carrillo. "Yo he tenido que salir de allí y venir aquí y, al venir, seguramente estoy provocando también que otras personas se tengan que ir. Con el río al lado y estando al ladito del centro, esto cada vez va a ser más difícil de evitar".

Desplazamiento sobre desplazamiento

Desde el jardín, se escucha a los niños en la piscina y corre una brisa agradable que viene desde la sierra. Alice Benquet asegura que siempre se consideró "urbanita", pero, tras 14 años viviendo en la capital, esta primavera decidió salir de Madrid y mudarse con su pareja y su hijo de cuatro años a El Escorial.

"La pandemia me hizo cambiar un poco el chip", asegura esta coordinadora de proyectos de ONG de 37 años, que vivía en el Tercio de Terol, en el barrio de San Isidro, antes de mudarse a esta localidad ubicada a 45km de Madrid. "Queríamos comprar y en San Isidro era imposible. Cuando entramos las casas valían entre 250.000 y 300.000 euros y, después de la pandemia, estaban a 470.000 o 500.000, unas casas muy pequeñas y que eran antiguas casas sociales, con materiales no muy buenos, no merecía la pena".

Alice Benquet.

Su caso es de los primeros pioneros que se aventuraron a cruzar el río desde el vecino barrio de Legazpi, en Arganzuela, cuyos precios se dispararon tras la fundación del centro cultural El Matadero en las antiguas instalaciones abandonadas del matadero y mercado municipal de ganado.

Su primera vivienda en Carabanchel fue en la zona de Marqués de Vadillo. Un piso con una gran terraza por el que pagaba bastante menos que por el que tenían en Arganzuela. Con el tiempo, el alquiler allí también se volvió prohibitivo y terminó por recalar en el Tercio.

"Después de la pandemia se llenó de mucha gente diferente, se vio el cambio, era un barrio con muchos gitanos, muchas abuelas, muy guay, con mucha mezcla, que nos gustó también", explica Benquet. "Pero, de repente, vinieron muchos actores, mucha gente distinta, que también está bien, pero había un café en el centro de la plaza donde antes te tomabas una caña por 2 euros y pasó a 3,50 y yo vi a los abuelos ir a tomar la caña más lejos, a zonas más cutres".

Finalmente, ella misma acabó también tomando la vía de salida del barrio, si bien de forma menos dramática que la de los vecinos de Rascón. ¿Seguirá el proceso hasta cambiar completamente la demografía del barrio, como ya ha ocurrido en otras zonas como Chueca o Malasaña? ¿Acabarán incluso los primeros pioneros siendo expulsados y así sucesivamente en un proceso que los expertos ya califican como "supergentrificación"?

"Lo veo total porque, además, es como que no son nuevos ricos solo con dinero, hay un movimiento cultural que viene con esto, que se ve también hasta en los grafitis, los artistas de calle que vienen más a esta zona…", opina Benquet. "Está empezando, a veces puede tardar años, pero yo creo que está por venir".

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