Diego Carcedo Periodista
OPINIÓN

Las salvajadas de ETA

Ermua recuerda a Miguel Ángel Blanco en el 25 aniversario de su asesinato a manos de ETA
Ermua recuerda a Miguel Ángel Blanco en el 25 aniversario de su asesinato a manos de ETA
Europa Press
Ermua recuerda a Miguel Ángel Blanco en el 25 aniversario de su asesinato a manos de ETA

Estos días muchas personas y por supuesto los medios de comunicación han recordado el asesinato del joven Miguel Ángel Blanco. Fue sin duda una de tantas salvajadas cometidas por ETA a lo largo de sus décadas de actividad criminal ininterrumpida. Miguel Ángel no fue ni mucho menos su única víctima: cerca de un millar más cayeron víctimas de los disparos cobardes por la espalda, de las bombas colocadas en lugares donde se hallaban niños, de explosivos colocados en los bajos de los coches. Siempre acciones cobardes.

A esta siniestra organización terrorista nada le importaban las vidas de los demás. Su amenaza pesaba sobre todos los seres humanos. Su trayectoria sembrando el terror y matando con saña es interminable. La sin razón del fanatismo criminal de sus miembros pasará a la historia de algunos para demostrar la incapacidad humana que genera en cerebros desquiciados y fanatizados el respeto a los demás.

Por fortuna, la locura de los miembros de aquella banda criminal se ha frenado, aunque de vez en cuando todavía emergen nostálgicos de la satisfacción estremecedora que les producían los atentados, las imágenes de la sangre derramada en las calles y los dramas familiares que acababan de causar. Hay gente para todo y, por mucha voluntad que se ponga, para muchos es imposible perdonar y olvidar. Perdonar lo impone la religión y la sensatez pero...

Olvidar requiere tiempo y los recuerdos de las matanzas etarras aún están muy recientes para que se queden en un capítulo pasado de nuestra historia. Una sociedad impregnada de sensatez debe hacer esfuerzos para acabar con las lacras como ETA y para tratar de que se recupere la paz impregnada del sentido democrático que impone la convivencia. Lo que ocurre es que observar que algunos de aquellos criminales que apretaban el gatillo en las nucas continúan conviviendo entre sus víctimas hace que olvidar se vuelva difícil. Para los huérfanos, las viudas o los inválidos, casi imposible.

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