Carmelo Encinas Asesor editorial de '20minutos'
OPINIÓN

Boris Johnson, se acabó la broma

Boris Johnson comparece para anunciar su dimisión.
Boris Johnson comparece para anunciar su dimisión.
RTVE
Boris Johnson comparece para anunciar su dimisión.

Ya nadie en su partido lo quería. Boris Johnson dimitía este jueves como líder de los conservadores horas después de manifestar enérgico en el parlamento británico su determinación de continuar al frente del gobierno y cumplir el programa con el que había ganado las elecciones en diciembre de 2019. Su aparato gubernamental se diluía como un azucarillo, más de medio centenar de altos cargos y ministros le habían presentado su dimisión y en los tories pergeñaban cambios en las normas para acometer una segunda moción de censura que en teoría no podía producirse hasta un año después de la que superó a duras penas hace solo un mes. El colmo fue cuando le pidió que se fuera un miembro del gobierno al que acababa de nombrar por haberle dimitido el anterior.

La sucesión de escándalos y mentiras encadenadas que han jalonado la trayectoria política de Johnson hacía insoportable desde hace tiempo su presencia en el número 10 de Downing Street. Una posición que había conquistado con un discurso populista cargado de falsedades y vendiendo una imagen de político diferente, desenfadado y pretendidamente gracioso con la que logró seducir a una mayoría de votantes británicos que compraron sus chistes y excentricidades. Esa aparente autenticidad que le proporcionaban los pelos de su cabeza intencionadamente revueltos, o el tripón que exhibía cuanto podía para vender su carencia de complejos, le daba un toque de enfant terrible que funcionó entre su electorado. Así puso todo su empuje al servicio del Brexit del que Boris Johnson es en gran medida responsable.

La sucesión de escándalos hacía insoportable desde hace tiempo su presencia en Downing Street"

Populista al más puro estilo de Donald Trump, al que tuvo como referente y con el que quiso relacionarse hasta parecer su hijo putativo, Johnson no tuvo nunca escrúpulos en practicar toda suerte de histrionismos que chocaban con el rigor y la flema tradicional del parlamentarismo británico. Durante los dos primeros años de mandato, su popularidad se mantuvo incólume a pesar de una gestión errática al frente del gobierno y de los innumerables problemas que le fue causando al Reino Unido la salida de la Unión Europea que él había prometido paradisíaca.

Su negacionismo inicial de la pandemia, en línea con el de otros dirigentes populistas como Bolsonaro, o el propio Trump , logró compensarlo con una campaña de vacunación temprana y eficaz. Fue su único acierto, durante los meses duros de la Covid se permitió el lujo de saltarse con descaro las limitaciones que él mismo impuso a sus compatriotas. Aquellas fiestas etílicas en su residencia oficial, incluso cuando el Reino Unido estaba de luto por la muerte del esposo de la reina, marcarían un antes y un después en la percepción de los británicos sobre su primer ministro. 

Boris Johnson negó cada una de las evidencias con tal desvergüenza que a quienes les hacía gracia el personaje empezaron a entender que en realidad se estaba riendo de ellos. Desde entonces el declive fue brutal , tanto que las últimas encuestas certificaban que la inmensa mayoría de quienes le votaron estaba ya en contra de su permanencia en el gobierno. Con esos datos en la mano su partido entendió que mantener a Johnson más tiempo arrastraría a los tories a un deterioro progresivo difícil de revertir. Ya no es líder del partido pero no consiguieron su marcha inmediata de Downing Street. Se resiste a dejar el poder hasta la elección de un sustituto en otoño para lo que deberá cubrir medio centenar de vacantes en el ejecutivo. No lo tendrá fácil, el olor a cadaverina es disuasorio y ya nadie se ríe con las bromas de Johnson.

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