Meses de calor, meses de cosechar gatos. Asociaciones protectoras de toda España, también particulares, recolectan, vendimian cachorros sin tregua desde que caldea la primavera hasta que el verano agoniza. Es así cada año y la cosecha siempre es abundante, da igual que llueva poco o mucho, que hiele o haga tanto calor que caigan los pájaros de los árboles.
Urge sembrar para frenar este aluvión recurrente de pequeños dramas. Sembrar esterilizaciones, controlar eficazmente las colonias felinas y, sobre todo, poner freno a los abandonos. Es imperativo acabar con la creencia extendida de que los gatos saben buscarse la vida en la calle. También con esa normalización del felino doméstico en semilibertad, con o sin dueño, que confronta a protectores de los animales y de la biodiversidad.
La respuesta, como ante tantas otras problemáticas, es la responsabilidad individual y colectiva. La voluntad de las instituciones públicas y la de todos los que integramos una sociedad. Administraciones e individuos van evolucionando para dar importancia al bienestar de los animales, pero tan despacio que duele, que quita el sueño a aquellos que están en primera línea de su defensa.
Una buena cosecha de gatos sería aquella en la que no haya cachorros que recoger de las calles, muchos aún necesitados de biberón, en ocasiones arrebatados a sus madres con buena voluntad y equivocadamente. A eso hay que aspirar, por ello hay que trabajar. Mientras tanto, nuestra ayuda es necesaria en forma de adopciones y acogidas temporales, de nodrizas y padrinos.
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