Borja Terán Periodista
OPINIÓN

José Luis Balbín y los tres aprendizajes que deja 'La Clave' para el futuro de los debates televisados

José Luis Balbín, durante uno de los debates de 'La clave', en TVE.
José Luis Balbín, durante uno de los debates de 'La clave', en TVE.
RTVE
José Luis Balbín, durante uno de los debates de 'La clave', en TVE.

"No se trata de vencer, ni siquiera si me apuran de convencer. Simplemente de reflexionar con ustedes". Era una de las máximas de José Luis Balbín cuando dirigía y presentaba 'La Clave', el más recordado programa de debate de la historia de nuestra televisión.

Se mantuvo durante años y años en TVE. Después, en los noventa, dio el salto a Antena 3. La fórmula consistía en un tertulia temática que, ahora, deja tres aprendizajes principales para la buena conversación televisiva. Ese buen debate que no sólo se queda en el titular efímero y acaba traspasando el tiempo. Porque logra reflexiones que, con el paso de las décadas, son documentación periodística sobre la sociedad y sus contextos históricos.

1. La búsqueda de los matices

En las introducciones de La Clave, José Luis Balbín reflexionaba e incluso hacía autocrítica con la dificultad de encontrar todos los matices para que su tertulia intentara acercarse lo más posible a la utópica objetividad. Lo recalcaba. Como moderador, no incidía en el espectáculo del titular, sabía que dejar fluir la conversación con naturalidad permitía que los contertulios se relajaran más y compartieran su sabiduría mejor. Así se sentían respetados hasta cuando saltaba la tensión de la controversia. Así hablaban con más tranquilidad sin sentirse acorralados cuando llegaba la pregunta incisiva, había un clima de cordialidad, hasta con un punto de humor, lo que favorecía una mayor conexión del público con los expertos de cada materia.

2. El problema de los todólogos

La Clave tiraba de expertos o los propios protagonistas de los temas que abordaba. Cada semana, una temática. Lo mismo podían hablar de democracia que de folclóricas (con Lola Flores en plató). Balbín y su equipo jerarquizaba los debates de lo supuestamente serio a lo presuntamente liviano. Todo cabía, todo tenía valor, todo representaba a la España del momento, pero para que los encuentros fueran realmente útiles todo no podía ser tratado por todos. 

La televisión de hoy suele recurrir (casi) siempre a mismos contertulios. Algunos saltan de cadena a cadena, de programa a programa. Lo que dificulta diferenciar la personalidad entre los magacines y espacios de actualidad. Se prima personalidades que el espectador reconoce y que en la televisión saben que comunican bien. Balbín no priorizaba el círculo vicioso de la popularidad, tampoco los efectos especiales de la labia. La Clave pretendía buscar prismas interesantes, sin peajes por aquello que vivir de la televisión. El programa planteaba cada capítulo desde el descubrimiento, no tanto desde una dosis diaria de indignación que suele ser el trasfondo de la tertulia de la televisión de hoy.  La tele era menos competitiva, más ingenua. Y el espectador no contaba con tantas armas de despiste masivo, así que tenía más paciencia para escuchar.

A veces, en su descubrimiento de invitados, La Clave incluso evidenciaba que los prejuicios son sólo eso: prejuicios. Por ejemplo, sucedió el día que llevaron a Alaska a hablar de 'buenos modales'. Su aspecto podía provocar en la audiencia la sensación de que iba a ser la enemiga pública del protocolo. Nada que ver. Vestir como quieras vestir no es incompatible con la buena educación que defendió Alaska desmontando estigmas de los jóvenes de entonces aplicables también a los jóvenes 2022. 

3. La vital liturgia escénica

En esta temporada, TVE ha intentado recuperar un debate en prime time. Sin éxito, sin repercusión. Las Claves se ha llamado, pues no podían utilizar la denominación más rotunda de La Clave ya que es propiedad de Balbín. Pero no da la sensación que se visionaron mucho el formato original, ni siquiera a nivel de realización. La nueva La Clave se ha olvidado por completo de lo crucial que es contextualizar en un buen plano general cómo se colocan en escena los protagonistas del encuentro. Sillas a ambos lados, el periodista en el centro y unos buenos fondos escénicos que den profundidad al programa.

En cambio, la nueva "Clave" de TVE no enfrentaba de manera orgánica a los contertulios lo que impedía un debate fácil, tranquilo y participativo. Algunos de los invitados estaban situados en la escenografía de manera alejada. Ni se podían mirar directamente a la cara. Y no había un buen plano general de realización que los relacionara entre sí. Como consecuencia, el propio espectador estaba desorientado en casa. 

Desde la disposición de las sillas se impedía visibilizar un debate libre. Las liturgias escénicas son todo en televisión. La Clave de Balbín ya desde la primera imagen mostraba el estudio de televisión como un territorio abierto a una conversación literalmente cómoda aunque el tema fuera muy complejo. Tan importante era de lo que se hablaba como facilitar que los contertulios se pudieran mirar. Así se iban relajando, así las cámaras quedaban en un segundo plano, así quedaba claro que allí no se iba a convencer ni siquiera a indignar. El buen debate, como el buen artículo, es, al final, el que aporta espíritu crítico y motiva reflexión. Aunque no estés ni quieras estar de acuerdo.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento