Boris Johnson, el hombre de las crisis: del 'partygate' con su moción de censura a las deportaciones a Ruanda

  • En torno al primer ministro británico también persisten los enfrentamientos con Bruselas a cuenta del 'brexit'.
  • ​El Gobierno británico ha sido duramente criticado por su gestión de la pandemia.
El primer ministro británico, Boris Johnson, en su residencia de Downing Street.
El primer ministro británico, Boris Johnson, en su residencia de Downing Street.
EFE/EPA/FACUNDO ARRIZABALAGA
El primer ministro británico, Boris Johnson, en su residencia de Downing Street.

Boris Johnson llegó al poder con el cometido principal de culminar con un brexit que acabó de forma abrupta con el mandato de Theresa May. La hoja de ruta del primero periodista y después alcalde de Londres, antes de ocupar el ministerio de Exteriores, era que hubiera una salida del Reino Unido de la UE, sí o sí. Casi no importaba el cómo. Desde esos inicios, pasando aún así por el mejor resultado electoral en 40 años, el mandato de Johnson ha estado (y está) plagado de crisis que ha tenido que ir sorteando hasta quedar muy desgastado. Aguanta en el poder, pero acumula problemas y, para muchos expertos, su tiempo en Downing Street está cerca de terminarse.

El 'brexit', el eterno problema

El divorcio del Reino Unido de la Unión Europea es el cuento de nunca acabar. May no pudo refrendar el acuerdo negociado con Bruselas y tuvo que ser Johnson quien se sentase en la mesa para firmar un pacto que después obtuvo el visto bueno de la Cámara de los Comunes. Objetivo de los tories conseguido. Y fue precisamente ese éxito solicitado por los conservadores el que llevó en 2019 a Johnson a alcanzar la mayoría absoluta en el Parlamento. Todavía la mantiene, y pese a la división interna en el partido se apoya en ella para no tener que dimitir.

Pero la relación con la UE es cada vez más compleja en lugar de estabilizarse. Dos crisis recientes lo atestiguan: por ejemplo, el Gobierno británico ha pospuesto tres veces los controles aduaneros que por normativa tiene que imponer en Irlanda del Norte. Tendrían que haber entrado en vigor el 1 de enero de 2021, y tras varios aplazamientos se esperaba que entraran en vigor este 1 de julio de 2022, pero el Ejecutivo aseguró que no los instalará "hasta finales de 2023".

En su momento, Bruselas amenazó con abrir un expediente a Londres por estos hechos, aunque como muestra de buena voluntad congeló el procedimiento. A lo largo de estos años Johnson ha cambiado numerosas veces de 'cabeza visible' en las negociaciones con la Unión: David Frost repitió en varias ocasiones, pero también han aparecido nombres de la línea más dura como Michael Gove o como la actual representante de Exteriores, Liz Truss, que además suena con fuerza como sustituta del propio Johnson en caso de que este caiga.

La gota que ha colmado el vaso en las tiranteces Londres-Bruselas ha sido el anuncio de Downing Street de aprobar una legislación para modificar el Protocolo de Irlanda, uno de los grandes pilares del acuerdo del brexit. Establece que, al no poder haber frontera entre las dos Irlandas para no incumplir los Acuerdos del Viernes Santo que llevaron la paz a la isla, sea el Reino Unido el que marque esos controles en Irlanda del Norte. La nueva normativa prevé no contar con ellos y además se desliga del TJUE como órgano competente para resolver las disputas entre Bruselas y Londres. La respuesta de la UE, de nuevo, ha sido la apertura de un expediente... que podría resolverse con una multa multimillonaria.

El 'partygate' le tiene acorralado

Pero Johnson también se ha generado una crisis que resultaba evitable: el partygate. Es el caso que se refiere a las fiestas celebradas en Downing Street durante lo más duro del confinamiento por la Covid. En algunas de ellas estuvo el propio primer ministro, que ha sido incluso multado por ello. Todavía quedan las conclusiones de la investigación parlamentaria, que podría poner al premier en otro brete, pero, mientras, en Downing Street han decidido correr un tupido velo.

La realidad es que el informe del partygate es demoledor con Johnson, pese a que él haya insistido una y otra vez en que no piensa dimitir. "Los líderes de más alto nivel, tanto política como administrativamente, deben asumir la responsabilidad por esta cultura", expresa en referencia a las fiestas y el alcohol Sue Gray, a cargo de la investigación.

La investigación englobó en torno a una veintena de fiestas, aunque siguen saliendo imágenes con el paso de los días, y las conclusiones de Gray son demoledoras. "Algunos de los comportamientos descritos no tienen excusa, pero es importante señalar que la mayoría de los empleados junior asistieron a estos actos porque sus superiores estaban presentes, o incluso los habían organizado directamente", incluye, hablando de "faltas de respeto y de decoro" con el personal de Downing Street. En un escenario tan complicado, Johnson solo se ha limitado a pedir perdón.

Una moción de censura interna

Fue precisamente el escándalo de las fiestas lo que llevó a los diputados conservadores a presentar una moción de censura interna contra su líder. Y Johnson la salvó con un sabor agridulce para él: se saldó con 148 votos a favor cesarle y 211 en contra (los 'síes' necesarios para la destitución eran 180). Pero la presión sobre él aumentó considerablemente, pues tiene a un 41% de los suyos posicionados en su contra y algunas voces apuntan ya a la "necesidad de un cambio" en el partido. Johnson, en cambio, consideró el resultado como "convincente". En todo caso, los precedentes de Theresa May y Margaret Thatcher, que dimitieron meses después de superar sendas mociones, no son buenos augurios para el primer ministro.

"La elección está más clara que nunca: unos tories divididos que apoyan a Boris Johnson sin ningún plan para abordar los problemas a los que te enfrentas o un Partido Laborista unido con un plan para solucionar la crisis del coste de la vida y restaurar la confianza en la política", escribió en las redes sociales el líder laborista, Keir Starmer, tras conocer el resultado, quizás consciente de la debilidad de su oponente.

Las deportaciones a Ruanda

A la lista de crisis el Gobierno británico ha añadido una por su línea dura en materia migratoria. Johnson firmó el pasado mes de abril un acuerdo con Ruanda para derivar al país africano a los migrantes que lleguen a través del Canal de la Mancha. Dotado de 144 millones de euros, el pacto prevé que Ruanda acoja a los deportados mientras se resuelve su solicitud de asilo o, en caso de que se deniegue, puedan ser desde allí repatriados a sus países de origen. En cambio, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) ha bloqueado los planes de Londres. 

El objetivo del Ejecutivo británico es frenar "las redes de tráfico de personas" que, según las indagaciones de Londres, siguen operando en el Canal. Asimismo, en teoría la normativa se aplicará sobre todo a hombres sin cargas familiares que lleguen a Reino Unido a través de embarcaciones o camiones. En cambio, el TEDH consideró, en un comunicado, que "el solicitante no debe ser expulsado a Ruanda hasta tres semanas después de la entrega de la decisión interna final en su juicio judicial en curso". El primer ministro, en cambio, ha dejado claro que seguirá adelante con los vuelos de migrantes y ya prepara con la otra parte la salida del segundo (mientras el primero sigue preparado pero sin despegar).

En picado en las encuestas

En un contexto que se le ha vuelto en contra Johnson está cayendo en picado en las encuestas. De hecho, su próximo examen son dos elecciones locales este mismo mes. Las citas con las urnas son en Wakefield y en Honiton y Tiverton: el primero representa el poder de Johnson en el llamado cinturón rojo, típica zona laborista que podría volver a teñirse de rojo tras la última victoria conservadora. El segundo siempre ha elegido tory, pero esta vez podría ser diferente a la vista de los sondeos. Además, a nivel nacional, según una encuesta de YouGov un 60% de los británicos creen que debe dimitir, y Starmer lidera los sondeos y ganaría de forma contundente si ahora hubiera comicios generales.

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