Echaba a rodar la década de los 90 y Cambio 16 era todavía una revista de referencia. De la sección de 'Nacional' salió una propuesta de cover story a la que un joven redactor llamado Arsenio Escolar puso titulo: "Tabú I de España". Se trataba de denunciar un evidente déficit de nuestra democracia: el secretismo en torno al Jefe de Estado, que no solo gozaba de inviolabilidad judicial sino también de un privilegio extra: para la prensa era intocable. 

Una sugerencia de la Casa Real era recibida por editores y directores como una orden, a nadie se le pasaba por la cabeza hablar de la vida privada del Rey (aunque por las redacciones corrían los nombres de sus novias) ni mucho menos investigar su patrimonio, aunque los protagonistas de algunos escándalos de la 'Era del Pelotazo' presumían de su amistad.

Al cabo de 30 años, varias crisis, un alud de conductas impropias, una abdicación y un exilio, aquel rey ha dejado de ser tabú y se ha convertido en fuente de preocupación. Visto lo poco que le preocupa su imagen histórica ("¿Explicaciones de qué?", preguntó jocoso, camino del jet privado con el que se dio un garbeo por España) no cabe esperar disculpas ni gestos de redención. Podría entregar su fortuna a Patrimonio del Estado, como hizo en 2014 con los dos últimos regalos millonarios que recibió, dos imponentes ferraris, pero prefiere que sea su hijo quien afronte la misión imposible de recuperar el crédito perdido.

El Gobierno y el PSOE lamentan la falta de explicaciones "y disculpas" del emérito y ensalzan la "transparencia" de Felipe VI

Poco le ayudarán en esa empresa los neomonárquicos ultranacionalistas que ahora le dan coba aunque en origen odiaban la monarquía y, en particular, el 'juancarlismo'. Más le valdría mirarse en el espejo de esos medios de comunicación que por fin pueden hablar sin problemas de Tabú I de España. En los 90, obviamente, aquel titular no llegó a ver la luz.