Ha conmocionado al mundo. Y lo peor es que, desgraciadamente, no es la primera vez. El debate sobre la compra y posesión de armas está sobre la mesa en Estados Unidos después de que la matanza, rifle en mano, que provocó el pasado martes Salvador Ramos, de 18 años, en una escuela primaria de Uvalde, en Texas, en la que murieron asesinados 19 niños y dos maestras (más el marido de una de ellas, de un infarto). En una situación como esta, cualquier gesto cuenta. Sobre todo, si se tiene la visibilidad de Meghan Markle.

A título personal, pero a sabiendas de que "lo personal es político", la duquesa de Sussex ha querido solidarizarse con el dolor de todo un pueblo y se ha trasladado desde su casa en Montecito, en California, hasta el lugar de los hechos para dar su apoyo a las familias que han perdido a alguno de sus familiares en la tragedia.

La esposa del príncipe Harry ni siquiera ha ido con un look con el que se la pudiera reconocer y robase el protagonismo, sino que se ha personado con unos vaqueros, camiseta gris, zapatillas cómodas de deporte y una gorra. Así ha sido captada por los fotógrafos depositando un ramo en el memorial que se ha erigido en el pueblo, concretamente sobre la cruz con el nombre de Uziyah García, la víctima más joven del ataque.

Meghan Markle ha permanecido en cuclillas unos minutos, reflexionando o rezando, con las facciones serias y afligidas, para más tarde caminar mientras seguía mirando el resto de cruces blancas con corazones celestes con los nombres de los fallecidos en la matanza. Su única compañía ha sido el jefe de su equipo de seguridad, Alberto Álvarez.

Además, la duquesa ha preferido no hacer declaraciones mientras ha estado en Texas. Eso sí, sus seguidores ya saben lo que opina dentro del debate, pues en el pasado se mostró a favor de imponer una regulación más estricta sobre la venta y el uso de las armas, lo que vuelve a emparentarla con la ideología demócrata, en una carrera política que cada vez, dicen, es más plausible.