La revista Semana publica en su nueva edición unas fotografías en las que se ve a Rocío Flores y Olga Moreno en una cafetería compartiendo, con semblante serio, una conversación. Lo cierto es que las imágenes fueron obtenidas el día en que una y otra debían someterse a una revisión de los retoques estéticos que se hicieron el mismo día en una conocida clínica madrileña. 

Nada es casual. A pesar de que intentan aparentar normalidad con encuentros forzados -y que ya adelanté que se producirían-, la realidad es que la relación entre ellas es actualmente tensa y muy tirante. Todo saltó por los aires el día que Flores confirmó públicamente que se sentía decepcionada por la todavía mujer de su padre, a quien afeó las formas en las que se expresó en la misma revista que este miércoles publica las fotos del encuentro.

Fuentes de total solvencia aseguran que lo único que une aún a Rocío y Olga es la pequeña Lola. La joven, colaboradora de televisión, no solo quiere que su hermana crezca alejada de las polémicas, sino que se mantenga fuera de dimes y diretes. También está ocupada y preocupada por la situación de su hermano David, a quien estima por encima de todo, motivo por el cual intenta guardar las apariencias. 

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Tal y como confirma el reportero asfáltico Sergio Pérez de Europa Press, las protagonistas de este reportaje se esquivan habitualmente y acuden por separado a lugares en los que antes era fácil verlas juntas. Tanto es así que este encuentro que este miércoles publica Semana es en Madrid y no en Málaga, donde ambas residen.

También es cierto que Antonio David, eje central de las polémicas familiares, busca y persigue que tanto Olga como Rocío acerquen definitivamente posiciones y firmen la paz. 

"Fuentes de total solvencia aseguran que lo único que une aún a Rocío y Olga es la pequeña Lola"

Una cosa es lo que muestran ante las cámaras y con cachés de por medio (con posibles participaciones televisivas juntas y aparentando normalidad) y otra, muy distinta, es lo que se cuece en privado. Han aprendido rápido a no dar cuartos al pregonero para hacer de la ficción algo parecido a una realidad paralela. Tienen intereses conjuntos y el mismo representante.