
Llaman Gran Renuncia o Gran Dimisión a lo que debería denominarse el Gran Hartazgo. Este fenómeno comenzó en Estados Unidos cuando el confinamiento y la pandemia demostraron a millones de trabajadores que las frases hechas (el tiempo es oro, solo se vive una vez...) describían una realidad dolorosa y urgente. Abandonaron en masa trabajos mal pagados en los que continuaban por inercia, inseguridad o necesidad imperiosa, porque en el enfrentamiento con la muerte y el paso de los días quizás no hayamos salido mejores, pero muchos han devenido más lúcidos, más valientes.
En España el miedo histórico a abandonar un empleo, por malo que sea, la precariedad y la baja preparación han frenado en cierta medida esta tendencia. Pero se da un recambio generacional, con unos millennials poco dispuestos a hipotecar su vida en una rueda de hámster. Encontramos la necesidad de atender a niños y a los ancianos que rechazan las residencias, una tarea que ha recaído, como siempre, en las mujeres; y en muchos casos, un ansia legítima de reconocimiento y de satisfacer ambiciones. Los sectores abandonados están atónitos. No regresaremos a esa normalidad.
Y de pronto, quienes debieron elegir entre la carrera con futuro o su vocación entienden que el futuro no llegará ni será como pensaban. Y las clases de creación literaria se llenan, regresan al arte o a las humanidades quienes escogieron otra opción, se apuesta por el conocimiento, por el bienestar y por aquello que se postergaba. El cambio está en marcha, y ha sido sorprendente: quizás no saldremos mejores, pero ya somos diferentes.
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