Cuando advirtió que al vecino Macron los ultras no le pelaron del todo las barbas, Moreno Bonilla adelantó las elecciones de Andalucía, en la confianza de que a Vox le pase como a Le Pen, la amenaza quede en un susto y él, que tiene a favor el viento de las encuestas y el de una gestión sin sobresaltos, pueda obtener mayoría suficiente para seguir gobernando, solo o en compañía de otros

Son unas elecciones de alto riesgo. Las cuentas para un gobierno en solitario no salen así como así y los adelantos electorales los carga el diablo, como se vio en Castilla y León: decían que iba a ser el primer peldaño de la escalera que llevaría a Pablo Casado a la Moncloa y ya ves dónde ha ido a parar Casado y quiénes son los que subieron un peldaño hacia el poder

No es descabellado aventurar que muchos andaluces votarán a la contra, como los franceses. Si allí votaron a Macron sin entusiasmo, para evitar que gobierne Le Pen, aquí votarán sin entusiasmo a una izquierda fragmentada para impedir que Vox entre en el gobierno. Tampoco es descabellado pensar que el PSOE de Juan Espadas puede recuperar algún voto, que no todos los perdidos por Ciudadanos se irán a la derecha, como en Madrid o Castilla y León.

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Será una prueba tremenda para todos, desde Sánchez hasta Feijóo pasando por Bonilla y por esa izquierda que intenta recomponerse a trompicones. También para los votantes de Andalucía y para quienes asistimos al espectáculo desde el resto de España. Aunque tras la invasión de Ucrania parece que volvemos a apreciar los valores de la democracia europea, lo cierto es que una parte de los europeos, incluidos abundantes españoles y no pocos andaluces, está tirando piedras sobre el tejado común y quienes aún sostienen el edificio no acaban de atinar con la respuesta adecuada. En Andalucía, solo les queda un mes para buscarla.