Del Hombre lobo de Allariz al Arropiero: los asesinos en serie más sanguinarios de España

El primer asesino en serie de la historia moderna, el 'Hombre Lobo'.
El primer asesino en serie de la historia moderna, el hombre lobo.
WIKIPEDIA
El primer asesino en serie de la historia moderna, el 'Hombre Lobo'.

Paseaba por el valle de Couso en la sierra, en la Galicia profunda, cuando le sobrevinieron las convulsiones y todo su cuerpo se transfiguró. Se revolcó varias veces por el suelo, perdió el control y, cuando recuperó el dominio de su ser, había dejado de ser un hombre para convertirse en un lobo. Así vagó durante días junto con dos especímenes de su misma condición, con los que atacó a algún vecino para saciar su hambre. Parece un pasaje de una novela de licántropos, pero fueron los argumentos que Manuel Blanco Romasanta esgrimió en 1852 para justificar los 13 asesinatos de los que lo acusaron las autoridades.

Se trata de uno de los más míticos asesinos en serie que han sembrado el pánico en España, del mismo modo que lo hace ahora el presunto homicida de Bilbao, investigado por la Ertzaintza como responsable de hasta ocho muertes de hombres homosexuales en la capital vizcaína a finales de 2021. La Policía sospecha que los drogaba con éxtasis u otra sustancia de sumisión química para sonsacarles las claves de sus cuentas bancarias y saquearlas mediante retiradas de dinero en cajeros automáticos y transferencias en Internet.

Igual que hizo Blanco Romasanta, más conocido como el Hombre lobo de Alloriz, en la primera mitad del siglo XIX en Galicia, otros asesinos han dejado su rastro en distintos puntos del territorio nacional. El Arropiero, el Asesino del círculo, el Matamendigos, el Mataviejas, la Viuda de Hospitalet, el Asesino de la baraja y el Celador de Olot son los principales homicidas seriales que han aterrorizado a España en las últimas décadas.

Manuel Blanco Romasanta

Nacido en la aldea de Regueiro (Esgos, Orense) en 1809, constituye una de las figuras más siniestras de la historia criminal española. Declarado culpable del asesinato de 13 personas en 1853, todo cuanto lo rodea tiene un aura de misterio. Algunas fuentes aseguran que, al nacer, ni siquiera sus padres fueron capaces de determinar su sexo y lo registraron inicialmente como Manuela, aunque lo cambiaron ocho años después. Estudios posteriores apuntan que podía tratarse de un caso de intersexualidad, pues relatos de la época lo describen como "afeminado", de facciones "tiernas" y una altura por debajo del metro cuarenta.

El primer asesino en serie de la historia moderna, el 'Hombre Lobo'.
El primer asesino en serie de la historia moderna, el 'Hombre Lobo'.
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No obstante, esta escasa estatura no le impidió cometer crímenes atroces que llegó a justificar como resultado de su supuesta licantropía. Blanco Romasanta, considerado como una representación real del Sacamantecas o el Hombre del saco, aseguró durante su juicio haber sufrido un sortilegio de una bruja que lo transformaba en lobo en determinadas ocasiones. En esos momentos, sentía hambre y su instinto le hacía asesinar a quien pasaba por las inmediaciones para alimentarse sin necesitar ningún tipo de herramienta, más allá de sus garras y sus dientes, para terminar con su vida. 

Decía haber provocado esas muertes en algunas ocasiones solo y, en otras, acompañado de dos valencianos, Antonio y don Genaro, también hombres lobo. También afirmó en su declaración ante el juez, que tras trece años de embrujo, este había expirado y ya no se transformaría ni mataría a nadie más. Con posterioridad, alegaría que lo que sufría no era una maldición, sino una enfermedad.

Durante los años en los que cometió estos asesinatos, continuó ejerciendo su oficio de buhonero, y algunos vecinos comenzaron a sospechar que extraía el sebo de algunas de sus víctimas para elaborar algunos de sus ungüentos y venderlos después a sus clientes. De esas habladurías llegó su consideración como el Sacamantecas.

La sentencia llegó el 6 de abril de 1853, cuando Romasanta contaba cuarenta y cuatro años: se consideró que ni estaba loco ni era idiota o maníaco, y se lo condenó al garrote vil por los únicos nueve asesinatos que se le pudieron probar y a pagar una multa de mil reales por víctima. No obstante, el falló experimentó modificaciones posteriores hasta que, finalmente, Isabel II firmó una orden para conmutar la pena por la cadena perpetua. No está claro dónde ni en qué condiciones falleció.

Manuel Delgado Villegas, el Arropiero

Hasta 48 asesinatos llegó a confesar Manuel Delgado Villegas, más conocido como el Arropiero por la profesión de su padre, que vendía arrope. Tantos fueron los homicidios que se arrogó tras su detención que la Policía creyó estar ante un extraordinario fabulador. Sin embargo, las investigaciones posteriores permitieron probar su autoría en ocho muertes violentas, aunque las autoridades consideraron verosímil que fuera responsable de 22. 

Autor confeso de 48 asesinatos, es considerado el asesino en serie español más sanguinario. Tras pasar por la Legión, avanzó en su carrera criminal a mediados de los años 60 hasta que la Policía logró arrestarlo en 1971.
Autor confeso de 48 asesinatos, es considerado el asesino en serie español más sanguinario. Tras pasar por la Legión, avanzó en su carrera criminal a mediados de los años 60 hasta que la Policía logró arrestarlo en 1971.
DIAFRAGMA

El último de sus asesinatos, por el que la Policía lo arrestó en 1971 en El Puerto de Santa María (Cádiz), fue el de su entonces pareja, Antonia Rodríguez. El Arropiero estranguló a la mujer, de 38 años y con diversidad funcional intelectual, con sus propias medias mientras mantenían relaciones sexuales, porque ella le propuso unas prácticas que no eran de su agrado y consideró que menoscababan su virilidad. Posteriormente, abandonó su cadáver en un descampado, donde volvió para abusar de él.

De hecho, no fue esta la única vez que este criminal practicó la necrofilia con sus víctimas, ya que también había profanado los cadáveres de otras dos mujeres. El primero de sus asesinatos lo cometió con 21 años en 1964 en la playa de Llorach de El Garraf (Barcelona), donde destrozó el cráneo con una piedra a un hombre que dormía apoyado en un muro. Después, le robó el dinero, la cartera y el reloj.

Tras ese primer crimen, llegaron al menos otros seis asesinatos en Cataluña, Andalucía y Madrid, por los que nunca llegó a ser juzgado: se le diagnosticó una enfermedad mental y la Audiencia Nacional ordenó en 1978 su internamiento en un centro especializado. Fue liberado en 1998, se dedicó a la mendicidad y falleció el 2 de febrero de ese año en un hospital de Badalona como consecuencia de una enfermedad pulmonar causada por su excesivo consumo de tabaco.

Joaquín Ferrándiz Ventura, el Asesino del círculo

Menos tiempo duró la actividad homicida de Joaquín Ferrándiz Ventura, el Asesino del círculo, entre 1995 y 1996, aunque su primer crimen lo cometió en 1989. Atropelló deliberadamente a una motociclista de 18 años, a la que posteriormente violó en una zona aislada tras acercarse a ella con el pretexto de disculparse y llevarla al hospital. Tras ser identificado y detenido, la Justicia lo condenó a 14 años de prisión.

También conocido por 'el asesino del círculo', pasó 14 años en prisión tras violar a una mujer. Al ser liberado, Ferrándiz abusó y estranguló a cinco mujeres en las zonas de ocio de Castellón, por lo que fue condenado a 69 años de prisión. Saldrá de la cárcel en 2023.
Joaquín Ferrándiz Ventura, el Asesino del círculo
Unidad de Análisis de la Conducta Criminal - Universidad de Salamanca

Después de cumplir la pena, se trasladó a Castellón con su madre y retomó sus crímenes. Allí, asesinó a cinco mujeres, a las que estranguló sin ofrecerles posibilidad de defensa después de atarles las manos cuando se encontraban confiadas.

La Audiencia Provincial de Castellón lo condenó a 69 años de prisión por cinco asesinatos, otro en grado de tentativa y un delito de lesiones por imprudencia. Además, lo obligó a pagar casi 130 millones de pesetas en concepto de indemnización a los familiares de las víctimas. Los peritos señalaron que Ferrándiz sufría un trastorno de personalidad y lo diagnosticaron como psicópata, aunque negaron que esto le permitiera gobernarse. Actualmente, cumple condena en la cárcel de Herrera de la Mancha.

El Matamendigos

"Las voces siguen. Se ríen de mí. Me dicen que quieren sangre", decía Francisco García Escalero al forense Juan José Carrasco para explicar los 11 asesinatos que cometió entre agosto de 1986 y septiembre de 1993. Criado en una zona de chabolas a 200 metros del Cementerio de la Almudena y tras una infancia como un niño huraño y solitario, acabó viviendo en la indigencia y convertido en el Matamendigos

Tras pasar por varios psiquiátricos, nadie creyó las confesiones de García Escalero en las que detallaba el asesinato de al menos 14 personas. Después de ingresar en la cárcel por violación en 1973 y cumplir una condena de 12 años, inicia una serie de asesinatos y asalto de tumbas hasta confesar a la Policía sus crímenes en 1994.
Francisco García Escalero, el Matamendigos
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Asesinaba siguiendo un patrón. Compraba alcohol con el dinero que mendigaba junto a otros limosneros que, posteriormente, se convertían en sus víctimas. Al beber, perdía el control y los apuñalaba, los lapidaba o los decapitaba, antes de quemar los cadáveres con colchones y cartones o lanzarlos a un profundo pozo. En ocasiones, incluso les rebanaba los pulpejos de los dedos para dificultar su identificación. 

Entre sus espeluznantes prácticas, aparecía también la necrofilia y el canibalismo: llegó a sacarles las vísceras o el corazón con una navaja a algunas de sus víctimas y probar algunas de las partes mutiladas. Junto con la esquizofrenia alcohólica y la manía depresiva, eran algunas de las patologías que componían su cuadro clínico, que hicieron que terminase en el psiquiátrico penitenciario de Fontcalent (Alicante), después de haber pasado por varios frenopáticos a lo largo de su vida. Falleció allí en agosto de 2014.

El Mataviejas

La de José Antonio Rodríguez Vega, más conocido como el Mataviejas, es una dramática historia de reincidencia que acabó con más de una docena de mujeres víctimas de abusos sexuales y 16 ancianas asesinadas. Violento con su familia desde su adolescencia, hasta el punto de propinar puñetazos a su hijo de un año porque su llanto no le permitía dormir, comenzó sus agresiones en la década de los 70 y fue condenado a 27 años de prisión. 

Acusado de asesinar en Santander a 16 ancianas entre 1987 y 1988, confesó que lo hacía por venganza ya que le recordaban a su madre y eso le excitaba. Tras tomar varios trofeos identificados por familiares de las víctimas, fue condenado a 440 años de cárcel.
José Antonio Rodríguez Vega, más conocido como el Mataviejas
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Sin embargo, la pena llegó a reducirse a ocho años, ya que prácticamente todas sus víctimas lo perdonaron y el antiguo Código Penal así lo contemplaba. Para justificar sus ataques, Rodríguez Vega llegó a asegurar que, cuando recordaba a su progenitora y a su suegra, sentía "una especie de excitación, de vergüenza inconsciente, de agresividad". "Todos los hombres han sentido alguna vez deseos de violar a su madre", dijo.

Lejos de favorecer la reinserción, tras los años en prisión, este albañil de Santander -conocido hasta entonces como el 'violador de la Vespa'- llevó sus agresiones un paso más allá y comenzó a matar ancianas. Ahogó a 16, de edades comprendidas entre los 60 y los 93 años en Santander, y violó sus cadáveres entre agosto de 1987 y abril de 1988. Hasta tal punto llegaba su ensañamiento que provocó que su primera víctima se tragara su dentadura postiza.

Calificado de psicópata por los peritos, los primeros crímenes fueron limpios y sin rastros alguno, pero conforme ganó confianza, se volvió descuidado y comenzó a dejar restos de ADN e incluso una tarjeta de visita. Todos estos detalles permitieron a la Policía localizarlo y detenerlo. Tras confesar y hallar en su casa 'trofeos' de sus crímenes, fue condenado a 440 años de prisión y murió asesinado por otros presos en la cárcel de Topas, donde recibió 113 puñaladas.

La Viuda negra de Hospitalet

"Les ponía gotitas en las comidas", decía en su juicio Margarita Sánchez Gutiérrez, apodada la Viuda negra de Hospitalet y acusada de varias muertes por envenenamiento y de otras intoxicaciones en las que las víctimas lograron sobrevivir. El primer deceso sospechoso en su entorno ocurrió en 1992 y correspondió a una anciana a la que la cuidaba. A este le siguió el de su marido en 1995 y el de su suegra en 1996, después de varios ingresos hospitalarios. De hecho, se barajó que pudiera acabar del mismo modo con su propia madre. No obstante, ninguno de esos óbitos se pudo relacionar con acciones homicidas.

Conocida como “la viuda negra de Hospitalet” por envenenar a sus víctimas, logró asesinar a cuatro hombres (su marido, su cuñado y a dos vecinos) y lo intentó con otros tres para robarles el dinero. Fue condenada a 34 años de prisión.
Conocida como “la viuda negra de Hospitalet” por envenenar a sus víctimas, logró asesinar a cuatro hombres (su marido, su cuñado y a dos vecinos) y lo intentó con otros tres para robarles el dinero. Fue condenada a 34 años de prisión.
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No se frenó ahí. Tras el deceso de su esposo, Sánchez Gutiérrez comenzó una relación sentimental con uno de los vecinos de su edificio, cuyo cadáver fue hallado poco después. La misma suerte corrió su hermano, cuñado de la Viuda negra. Además, algunos amigos sufrieron intoxicaciones que lograron superar. Las autoridades concluyeron que la mujer empleaba en los envenenamientos un medicamento para el alcoholismo de su marido.

Muchas de estas muertes e incluso los periodos de hospitalización de algunas de los supervivientes coincidieron con movimientos en sus cuentas bancarias, lo que llevó a la Justicia a concluir que la Viuda negra empleaba este método para robar a sus víctimas.

La Audiencia de Barcelona la condenó a 34 años de cárcel por tres delitos de lesiones, otros tantos de robo con violencia y uno de falsedad. No obstante, la absolvieron de los asesinatos, por considerar que su intención no era acabar con su vida, sino tener "menos dificultades para robar sus bienes y el dinero de sus cuentas corrientes".

El asesino de la baraja

Alfredo Galán Sotillo, más conocido como el asesino de la baraja, tuvo aterrorizada a la Comunidad de Madrid durante varios meses en 2003, donde mató a seis personas con una pistola Tokarev TT-33 traída a España tras su paso como militar por Bosnia. Después de que su unidad fuera destinada a Galicia para retirar chapapote después del desastre del Prestige, comenzó su actividad asesina, en la que disparaba a quemarropa a ciudadanos elegidos al azar.

Tras encontrar un naipe al lado de su segunda víctima, varios medios le atribuyeron ese nombre, detalle que convenció a Galán para firmar y atribuirse sus crímenes. Tras seis asesinatos y tres intentos de homicidio, se entregó en una comisaría de Puertollano en 2003. Fue condenado 140 años y tres meses de prisión
Alfredo Galán Sotillo, más conocido como el asesino de la baraja
EFE / Manuel Ruiz Toribio

Su mote obedece a que en su segundo asesinato había por casualidad una carta de la baraja en el suelo y la prensa le adjudicó ese apodo. Desde ese momento, Galán Sotillo tomó esa firma como propia y comenzó a dejar un naipe en cada una de las escenas del crimen. Los ejecutaba con un tiro en la cabeza, la nuca o la espalda y los asesinatos tuvieron lugar en Barajas, Alcalá de Henares y Arganda del Rey en tres ataques. Asaltó a tres personas más, pero lograron sobrevivir. 

Después de entregarse el 3 de julio de 2003 en la Comisaría de Puerto Llano (Ciudad Real), la Audiencia Provincial de Madrid lo condenó a 142 años y tres meses de prisión, que después confirmó el Tribunal Supremo.

El Celador de Olot

El más reciente de los asesinos en serie que han sembrado el pánico en España hasta llegar al que ahora atemoriza Bilbao es Joan Vila Dilmé, alias el Celador de Olot. Entre 2009 y 2010 acabó con la vida de once ancianos del geriátrico 'La Caritat': a tres de ellos les obligó a ingerir productos cáusticos y a los otros ocho les administró insulina o una mezcla de barbitúricos.

Vila Dilmé se aprovechó de la confianza que los ancianos habían depositado en él para asesinarlos, pero desde el momento en que fue detenido trató de presentarse ante la Policía y la opinión pública como alguien movido por la compasión, como si fuera un ángel de la muerte en busca de terminar con el sufrimiento.

La Audiencia de Girona lo condenó en junio de 2013 a 127 años y seis meses de prisión, convertido en uno de los españoles con más muertes a sus espaldas. Además, le obligó a satisfacer unas indemnizaciones por importe de 369.000 euros. Vila Dilmá entró en la cárcel cerca de la cincuentena y la abandonará como un octogenario.

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