"Los musulmanes que invadieron la península en 711 formaban un ejército muy sofisticado"

La batalla de Guadalete, de Salvador Martínez Cubells.
La batalla de Guadalete, de Salvador Martínez Cubells.
(Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid).
La batalla de Guadalete, de Salvador Martínez Cubells.

"Conmoción y terror", decapitaciones masivas, miles de esclavos, expolio, cambio climático... El relato que de la conquista musulmana de la Península Ibérica del año 711 hace el historiador Yeyo Balbás en Espada, hambre y cautiverio (Desperta Ferro, 2022) rompe con muchas leyendas y tópicos preexistentes. Una lectura moderna, con las últimas investigaciones, que lejos de la romantización, la épica o la manipulación política trata de adentrarse de forma realista en una guerra. Una que ocurrió en una época sobre la que construir un relato fidedigno es componer un puzzle imposible a través de retazos de fuentes literarias poco fiables y evidencias científicas de compleja interpretación.

Balbás responde a las preguntas de 20minutos sobre la batalla erróneamente denominada como de Guadalete, la siempre polémica batalla de Covadonga -de la que en este 2022 se cumplen 1.200 años-, el peliagudo concepto de Reconquista o la nueva reforma educativa y cómo afecta a la enseñanza de la Historia.

Apoyado en los textos de la época, en la leyenda, ¿quizá el relato de aquella conquista quedó en esos términos legendarios y limpios y se le quitó el sufrimiento, el horror y la muerte que toda guerra conlleva? Toda guerra o conquista acarrea una tragedia. En el ámbito ideológico conservador, las guerras suelen teñirse de épica; para la historiografía marxista, suponen “procesos de transformación” y por ello se centran en cuestiones socieconómicas; en ambos casos, se obvia su dimensión trágica. En el caso concreto de la conquista islámica de Spania, han imperado dos visiones antagónicas. Para historiografía española tradicional, supuso una “plaga de langostas” que asoló la cristiandad. Según el imaginario árabe, “los árabes no llegaron a Córdoba como conquistadores, sino como enamorados”; la conquista de un territorio suponía su “apertura” al Islam y las figuras de los grandes conquistadores, como Tāriq ibn Ziyad o Mūsà ibn Nusayr, están rodeadas de un aura reverencial similar a la de los santos.

¿Necesitaba el 711 un análisis menos literario y más militar y arqueológico? Los estudios sobre la conquista islámica de la Península han tendido a realizarse desde una perspectiva filológica, o se han centrado en la implantación de la fiscalidad y la administración omeyas. Algo esencial para desenmarañar los muchos problemas de las fuentes textuales y los modos de implantación del dominio político sobre el territorio. El propio autor de la Crónica Mozárabe de 754 otorga una gran relevancia a los aspectos fiscales. No obstante, al mismo tiempo, ha imperado cierto desconocimiento sobre las cuestiones puramente militares, como estrategia y logística, de modo que algunas interpretaciones sobre hechos de gran relevancia, como el cruce del Estrecho o la batalla del Lago, han sido bastante desafortunadas. En las dos últimas décadas, se han realizado avances arqueológicos muy significativos para el conocimiento de la Tardoantigüedad y la conquista musulmana de la Península, que he tratado de integrar en mi obra.

Las plagas, el clima, el hambre, las guerras intestinas o el enfrentarse a un ejército especializado en conquistas rápidas… Todo influyó, pero ¿qué elemento cree que resultó más determinante? Sin duda, el factor más decisivo fueron las disputas nobiliarias surgidas tras la prematura muerte de Witiza. Esto hizo que Tāriq invadiera un reino dividido, sumido en una guerra civil, con al menos tres facciones en pugna, además de beneficiarse de la traición a Rodrigo por algunos sectores de la nobleza, en la batalla del Lago. En segundo lugar, y en contra de lo comúnmente asumido, Tāriq no lideraba una amalgama de tribus del desierto, sino un ejército profesional con un aparato logístico y administrativo muy sofisticado, empapado de las doctrinas militares de las dos grandes potencias de la Tardoantigüedad, el imperio bizantino y el sasánida.

Desde luego, lo que su trabajo descarta categóricamente es el de la asimilación pacífica y arabización progresiva que desde sectores cercanos al andalucismo se había vuelto a defender en los últimos años… Los nacionalismos tienden a proyectar sobre el pasado unas identidades monolíticas e inalterables. Desde su concepción esencialista de la historia, naciones y etnias son inmutables, no existen disrupciones ni cambios. Blas Infante fantaseó con una Andalucía eterna, inalterable desde Tartessos. Paradójicamente, han sido las teorías de un fascista como Ignacio Olagüe, quien negó la existencia de una conquista islámica en un intento de españolizar al-Ándalus, las que han fraguado los mitos fundacionales del andalucismo moderno. A partir de una pueril identificación entre Andalucía y al-Ándalus, el oxímoron de la “conquista pacífica” permite construir un díptico temporal, en el cual, por oposición, la “Reconquista” supone un genocidio. La primera sería un proceso legítimo, beatífico y natural; la segunda, uno ilegítimo, violento e impuesto. No se trata de comprender hechos históricos, sino de atribuir categorías morales.

En el libro, asegura que los musulmanes utilizaron una doctrina de “conmoción y terror” en su actuación en la Península y habla de “decapitaciones multitudinarias”… Aunque tendemos a concebir las grandes batallas como el paradigma de la guerra medieval, en realidad se trataba de hechos inusuales, cuya resonancia en las crónicas responde precisamente a su excepcionalidad. Desde mediados del siglo pasado, la historiografía militar ha destacado que las incursiones para devastar el territorio enemigo, con el objeto de privarle de recursos y sembrar el terror, constituían el grueso de las operaciones bélicas del Medievo. La Crónica Mozárabe de 754, junto a otros textos del siglo VIII, como el himno Tempore belli, describen estas prácticas empleadas por los musulmanes durante la conquista.

También menciona el expolio al que se sometió al antiguo reino visigodo, de un auténtico río de oro y esclavos hacia Damasco del que incluso hay evidencias arqueológicas… Las fuentes árabes destacan la magnitud del botín de guerra obtenido y el gran número de cautivos. Tanto los tesoros como las cifras de prisioneros son exageraciones, destinadas a engrandecer las hazañas de los conquistadores árabes, aunque reflejan el impacto que tuvieron en la sociedad islámica de la época. A nivel arqueológico, contamos con unos 160 sellos de plomo con los que sellaron las sacas del botín y la tributación de las ciudades sometidas, incluido un ejemplo que menciona a una “perla sin horadar”, esto es, una chica virgen. Ocultamientos como el tesoro de Guarrazar o el de Torredonjimeno reflejan el temor de la población hispanogoda hacia el contenido de sus iglesias.

Guadalete es lo que nos enseñaron en la escuela, lo que aparece en la Wikipedia, cuenta con una enorme implantación popular. Debemos realizar una paciente labor de divulgación entre todos.

Con el relato sobre la determinante batalla del Lago y ya apoyada esa ubicación por otros especialistas cono Soto Chica, ¿no se debería empezar y abandonar la denominación de Guadalete y no me refiero solo a los círculos académicos? En el ámbito académico, está ampliamente asumido, desde hace ya tiempo, que la batalla entre Rodrigo y Tāriq tuvo lugar junto a la Janda, ya desde el siglo XIX, de la mano de investigadores como los hermanos José y Manuel Oliver Hurtado o Eduardo Saavedra. La insistencia con la que Claudio Sánchez Albornoz defendió Guadalete, unido a su enorme prestigio académico, han oficializado el nombre de “batalla de Guadalete”. Es lo que nos enseñaron en la escuela, lo que aparece en la Wikipedia, cuenta con una enorme implantación popular. Debemos realizar una paciente labor de divulgación entre todos.

La gruta de Covadonga no desempeñó ningún papel en la posible emboscada a la hueste islámica; su vinculación con la batalla sería a posteriori

La legendaria batalla de Covadonga celebra centenario este año y usted cierra el relato de su libro con ella, ¿existió? ¿ocurrió tal y como la imaginamos? Hubo un enfrentamiento armado en torno al monte Auseva que hizo que el sector central de la Cornisa cantábrica dejara de estar bajo dominio musulmán, al tiempo que reforzó la jefatura de Pelayo. No es fácil deducir los hechos concretos. Las cifras de musulmanes aportadas por las crónicas asturianas son exageraciones, los sucesos se adaptaron para que evocasen pasajes del Antiguo testamento. Desde la Antigüedad, un recurso defensivo habitual ante una incursión enemiga consistía en reunir a la población dispersa en aldeas y caseríos, para refugiarse en alguna cumbre o castro. El monte Auseva parece un lugar idóneo y, en mi opinión, la gruta de Covadonga no desempeñó ningún papel en la posible emboscada a la hueste islámica; su vinculación con la batalla sería a posteriori, dada su proximidad física a una victoria vinculada con el auxilio divino. Algunas evidencias arqueológicas permiten contextualizar el armazón factual sobre la rebelión pelagiana referido por las crónicas, obviando los pasajes legendarios. 

¿Inició esa Reconquista que tanto debate genera? ¿O también deberíamos empezar a cambiar el término? En la actualidad, por Reconquista se entiende una ideología legitimadora asociada a la expansión asturleonesa a costa de al-Ándalus. La “restauración” del reino visigodo permitía englobar las distintas campañas militares dentro de una causa común y legítima. Por extensión, a este proceso, y a la realidad social que conformó, se le suele llamar Reconquista, aunque se ha de tener presente que la sociedad andalusí estaba formada por población hispanogoda islamizada y arabizada. Al emplear el término, estamos asumiendo la visión cristiana. La idea de “echar a los moros” no tiene sustento. 

Creo que la batalla de Covadonga supuso el germen del reino asturiano, aunque, en ese aspecto, resultó aún más decisiva la sucesión de conflictos internos y externos en el que se vio sumido el califato desde la década de 720 y que desembocó en el derrocamiento de la dinastía omeya. La gran rebelión bereber de 741 mermó las guarniciones musulmanas en el valle del Duero y las campañas en el norte peninsular no se reiniciaron hasta 782. Todo ello resultó esencial para la consolidación de los núcleos de resistencia cristianos.

La nueva reforma educativa es una tragedia: se está pauperizando lo académico en favor de lo ideológico

¿Qué le parece la última reforma sobre el Bachillerato y la Historia de España que se dará en ella? Una tragedia. Tanto por la reducción de los contenidos sobre historia española previos a 1812, como por el modo en que afecta a la asignatura de Filosofía. Se está pauperizando lo académico en favor de lo ideológico y, quienes ahora lo celebran, se llevarán las manos a la cabeza cuando esto mismo lo hagan otros.

El escritor Yeyo Balbás

Yeyo Balbás

  • Historiador e investigador independiente. Antes de este ensayo ha publicado novelas históricas como El reino imposible, Pax Romana y Pan y circo. Sus profundos conocimientos históricos le han llevado a diversas traducir obras de ensayo histórico como El Ejército romano del Bajo Imperio o Vikingos en guerra. También ha participado como asesor histórico en documentales como 778. La Chanson de Roland y en películas como Resucitado, dirigida por Kevin Reynolds y protagonizado por Joseph Fiennes. Es miembro del Clan del Cuervo, un grupo de recreación histórica centrado en la época tardoantigua y altomedieval.
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