Alberto Iglesias más allá del cine: del hockey hierba a su gran familia artística

  • Cuatro veces nominado al Oscar, puede ganarlo por primera vez este domingo por la partitura de 'Madres paralelas', de Pedro Almodóvar, con quien suele colaborar.
El compositor Alberto Iglesias, en 2020.
El compositor Alberto Iglesias, en 2020.
Daniel Gonzalez / GTRES
El compositor Alberto Iglesias, en 2020.

Desaparecidos y desaparecidas entre claves de Sol, violines y pentagramas, los compositores y las compositoras de bandas sonaras de cine no suelen tener el protagonismo que en cambio sí tienen en la mente de millones de personas sus obras. Lejos de nombres consagradísimos mundialmente como Hans Zimmer, John Williams o el eterno Ennio Morricone, lo más cerca que hay en España de una estrella dentro de este apartado indispensable para que una película acabe siendo la película que quien la dirige tenía en mente es Alberto Iglesias. Si no, que se lo pregunten a Pedro Almodóvar.

Gracias al realizador manchego, Iglesias, nacido el 21 de octubre de 1955 en San Sebastián, ha conseguido su cuarta nominación al Oscar por su música para Madres paralelas. Antes había optado a la estatuilla dorada en 2006 por El jardinero fiel, un par de años más tarde por Cometas en el cielo y en 2012 por El topo. Respectivamente, perdió contra Gustavo Santaolalla (Brockeback Mountain), Dario Marianelli (Expiación. Más allá de la pasión) y Ludovic Bource por The Artist.

Eso sí, subir al escenario a recoger el premio no es algo nuevo para Alberto Iglesias. No por nada es la persona más laureada de toda la historia de los premios Goya. Ha sido nominado 17 veces (curiosamente, una de ellas no ha sido la que le ha llevado a las puertas del Oscar por primera vez con una película dirigida por un español) y ha oído su nombre leído del sobre del ganador en 11 ocasiones, desde que lo recogiese en 1994 por La ardilla roja, de Julio Medem, hasta 2020, su último cabezón por Dolor y gloria, también de Almodóvar.

Un sueño que parecía algo lejano para aquel joven donostiarra que se debatía entre la música y el hockey hierba que practicaba en su Euskadi natal. Pero finalmente, con 15 años, se decantó por la primera opción. Y lo hizo además, en el piso del barrio de Egia donde vivía, auspiciado por dos profesores de quienes aún guarda un enorme recuerdo: los dos pianos de su maestra particular, Blanca Burgaleta, y Francisco Escudero, compositor vasco y que impartía clases en el Conservatorio de Música San Sebastián, de quien dijo en una entrevista en el periódico El País que "veía más allá, señalaba los motivos, los ecos y la estructura" y que le "abrió los ojos".

Tocaba junto a su hermana Lourdes a dúo (él se aficionó al teclado, ella al violonchelo) y siguió estudiando en París -composición y piano- y Barcelona -especializándose en música electrónica- hasta que montó un grupo de música electrónica con el también compositor de cine Javier Navarrete. Por si alguien no ve la relación entre la música más popular y las bandas sonoras solo hay que recordar que Hans Zimmer fue el teclista de Mecano en un concierto en Segovia. Otro hermano de Alberto Iglesias, José Luis, fue quien le presentó a sus amigos "del cine": esos no eran otros, a principios de los años 80, que futuros directores consagrados de nuestro cine como Montxo Armendáriz o Imanol Uribe. Él tenía 28 años.

Tras una década de trabajos, su primer reconocimiento vino con la ópera prima de Medem, Vacas, que supuso su primera nominación al Goya y por la que puso los ojos en él Almodóvar, quien le quiso para su siguiente película con banda sonora original: La flor de mi secreto. Desde entonces, sus carreras son inseparables, habiendo colaborado en todas sus obras posteriores. "La música de cine debe estar muy conectada con el habla, con la voz de los actores. Yo me fijo muchísimo en eso", declaró.

Algunos de sus trabajos son tan memorables (para él, por ejemplo, hubo un punto de inflexión en Hable con ella) que en 2007 se le concedió el Premio Nacional de Cine y, en 2017, el Ministerio de Cultura le condecoró con la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes. Ambas distinciones, eso sí, le llegaron después que a otra de sus hermanas, Cristina Iglesias, conocida escultora y grabadora española que recibió el Premio Nacional de Artes Plástica en 1999 y la Medalla de Oro del Ministerio en 2015. Suyo es el Portón-pasaje en la ampliación que se hizo del Museo del Prado.

Alberto Iglesias, eso sí, siempre tiene claro que sus composiciones tienen que estar al servicio de la película, ser órganos "funcionales" de estas, aunque sin olvidar que también son "música pura". De hecho, y más allá de su trabajo con Almodóvar, Medem o con grandes nombres como Ridley Scott, Icíar Bollaín, Steven Soderbergh o Carlos Vermut, Iglesias ha tenido tiempo incluso de colaborar hasta en cuatro ocasiones con Nacho Duato y la Compañía Nacional de Danza en varias obras destinadas la ballet como Cautiva, Tabulae o Cero sobre cero.

Declarado perfeccionista, asegura que "a confrontación con imágenes e historias" le ha hecho calcular "el ingrediente químico de la música". "¿Cuánto tiempo perdura en nuestra memoria una melodía? ¿Qué significado tiene? Eso me conduce a una reflexión sobre la esencia musical. Un ejercicio que me ha hecho revisar, estudiar y soñar con todas las categorías de significado que tiene la música", ha explicado alguien de quien Almodóvar cree que no tiene ego. "Tampoco creo que sea así", resuelve antes de un silencio que él mismo sabe apreciar.

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